El Alcalde de Blanes, provincia de Gerona, nació en Narila, un pueblo de La Alpujarra, provincia de Granada, hace cincuenta y seis aƱos, y cuando su familia se trasladó a CataluƱa -Ć©l era entonces un niƱo-, como tantos centenares de miles de andaluces, se convirtió en ciudadano de esa Comunidad. Hasta aquĆ, todo normal. La gente busca nuevos horizontes y una vida mejor, desea ampliar su abanico de oportunidades y dar a los suyos una existencia mĆ”s confortable, y si en su tierra de origen las cosas se ponen difĆciles nada mĆ”s natural, comprensible y humano que viajar a otras latitudes, donde haya trabajo y posibilidades de prosperar. La historia de Miguel LupiƔƱez y de sus allegados es, por tanto, una historia de superación a base de trabajo, constancia y ascenso en la escala social. Una trayectoria digna de loa y que puede servir de ejemplo a los que se resignan por pasividad, desidia o indolencia a una suerte adversa sin intentar vencerla. La lĆ”stima es que esa biografĆa tan merecedora de elogio se ha visto empaƱada por dos factores que la han estropeado por completo.
El primero es que el Alcalde no se ha preocupado de equiparse con una educación esmerada. No es que la formación profesional en la rama de la electricidad no sea una capacitación muy digna y sin duda socialmente Ćŗtil, pero cuando uno alberga ademĆ”s ambiciones polĆticas es aconsejable que, por lo menos, pueda expresar sus pensamientos con claridad, rigor y precisión. Y el primer edil de la bella población marinera de Blanes, a la hora de emitir sus opiniones sobre asuntos de una cierta complejidad, como el concepto de soberanĆa, las relaciones de la geografĆa con el desarrollo, la sutil distinción entre nivel de vida y calidad de vida, la Ćntima relación entre democracia e imperio de la ley y el misterioso Ć”mbito de una hipotĆ©tica psicologĆa colectiva que distinguirĆa a unas sociedades de otras, vacila, balbucea, navega perdido por el diccionario, afirma una cosa y la contraria, niega haber dicho lo que acaba de decir y, en suma, hace de sĆ mismo un lamentable espectĆ”culo de torpeza verbal y de confusión mental. Muchos comentaristas y pobladores de redes sociales se han indignado por las declaraciones del alcalde a Onda Cero, seguramente con razón, pero a mĆ en cambio me ha inspirado una melancólica piedad, la que despierta el que estĆ” aquejado de un autodesprecio degradante que sólo se puede aliviar adulando abyectamente a los que le han lavado el cerebro para imponĆ©rselo. Porque ese es el segundo elemento negativo de su curriculum, su sometimiento pusilĆ”nime y acomplejado a la doctrina separatista dominante
Los nacionalistas identitarios, esa especie letal y mortĆfera que ha causado a lo largo de los Ćŗltimos dos siglos millones de vĆctimas inocentes y horrores sin cuento, cometen, entre sus abundantes crĆmenes, uno especialmente cruel, el de despojar a sus semejantes, indefensos ante su manipulación, de su dignidad como personas. Miguel LupiƔƱez, un tipo por muchos motivos admirable, bajo el influjo malĆ©fico de un tribalismo xenófobo y excluyente, ha quedado reducido a lo que es hoy ante los ojos de toda EspaƱa, un guiƱapo moral e intelectual que defiende contra la evidencia mĆ”s palpable la superioridad de una imaginaria identidad catalana sobre la del resto de sus compatriotas y, lo que es particularmente terrible, sobre la de sus padres y sus abuelos de los que, implĆcitamente, se avergüenza.
Este infortunado no se da cuenta de su miserable condición porque el adoctrinamiento implacable al que ha sido sometido y que no ha sabido, como afortunadamente sĆ han hecho muchos catalanes, resistir, le ha convencido de que, por la contingente circunstancia de vivir y trabajar en CataluƱa, es superior a los demĆ”s espaƱoles y que su Comunidad de adopción es una Arcadia feliz, en la que el esfuerzo, la laboriosidad y el ingenio, brillan entre los paĆses del orbe como un faro de excelencia y contrastan con la indolencia, el atraso y la tosquedad de la masa carpetovetónica.
El alcalde de Blanes, que gracias a su tesón y a su voluntad salió de su serranĆa natal para llegar a ocupar por sus mĆ©ritos un puesto de alta responsabilidad que le harĆa merecedor de respeto y consideración, ha sido transformado por una escuela, una prensa, una televisión y unas instituciones entregadas irresponsablemente a los secesionistas por sucesivos Gobiernos de la Nación, en un ser desnortado, ausente de sĆ mismo, sujeto a la pulsión inconsciente de hacerse perdonar su supuestamente inferior procedencia. Pudiendo haber sido un triunfador ha preferido para su desgracia rebajarse a ser diferente.