«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Ilicitana. Columnista en La Gaceta y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.
Ilicitana. Columnista en La Gaceta y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.

Ábalos, estrella del rock

15 de abril de 2025

Hemos tenido suerte de llegarle a conocer, creo que a nadie le gusta el nacer para perder. Le dijeron «yo te haré rico, tú sólo tienes que adjudicar bien, si no te ponen los grilletes en la puerta del Parador de Teruel»… Ábalos no sabrá hacer el molinillo mientras ataca las cuerdas de una Rickenbacker y seguramente lo único que cante sean rancheras, pero da igual. Es una auténtica estrella del rock. Ahora que Bob Dylan ha reemplazado a Churchill en el podio de la brasa, el comportamiento del torrentino evoca otras sensibilidades dentro de la música popular quizá algo menos moñas que los quejíos del trovador del Village. 

Dicen que el 15 de septiembre de 2020, en pleno follón covidiano, el exministro de Fomento, acompañado de Koldo García y su hermano Joseba, los roadies del ministerio, llenó una furgoneta de «señoritas» y entre todos reventaron la suite del Parador de Teruel. De ser verdad, la lió como hubieran hecho Keith Moon o John Bonham en sus mejores tiempos, que eran los que circundaban el llamado «verano del amor». El Holiday Inn de Memphis o el Continental Hyatt de Los Ángeles fueron el escenario de farras y ricias que Ábalos habría sido capaz de emular en Aragón. En lo que estuvo avispado el diputado fue en lo de llevar al alojamiento de Patrimonio prostitutas en lugar de groupies. A la larga no dan tantos problemas y es poco probable que te salgan con un libro de memorias.

Menos con lo de morir joven, el socialista ha intentado cumplir con el credo del rock, que se parece un poco al del PSOE: vive rápido (un par de legislaturas o tres) y deja un bonito patrimonio. Sabíamos que ese partido era muchas cosas, pero no que entre sus filas se quisiera desenterrar la leyenda de Led Zeppelin o The Who. Vale que Koldo no es Kit Lambert ni Joseba es Chris Stamp, que Ábalos no recorrió los pasillos del establecimiento en moto, que no se lanzaron televisores por la ventana de la suite, algo que sólo tiene gracia si el electrodoméstico es de tubo catódico, y que la furgoneta no acabó en la piscina del pequeño Chateau Marmont turolense, pero el espíritu del rock, ¿quizá el fantasma de Aleister Crawley?, estuvo esa noche en la suite del Parador.

El destrozo, que en la historia de la música popular apareció por accidente y en el escenario tuvo carácter de performance, acabó siendo un símbolo generacional de ruptura con el pasado. En la época que empezó a idealizar el páramo de la adolescencia, los desmadres se iniciaban en un Boeing privado y terminaban en habitaciones de hotel. La juerga boomer aragonesa tiene una psicología de la destrucción distinta de la teenage angst de finales de los 60. Bien podría haber comenzado en el Falcon, es cierto, pero se queda en una mezcla de gañanería, sentimiento de impunidad y desprecio por lo público.

The Who fue vetada de por vida en la cadena hotelera Holiday Inn tras los daños causados durante la celebración de cumpleaños de Keith Moon. Esperemos que a Ábalos, al menos, le retiren durante quince días la tarjeta de Amigos de Paradores.

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