«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El aborto y todo lo demás

24 de septiembre de 2014

Alberto Ruiz-Gallardón ha dimitido de todo, menos de militante del Partido Popular; de los pocos, cabe pensar, que pagan la cuota. El gobierno, el Parlamento, la dirección del partido, todo. Ha anunciado la decisión horas después de que Mariano Rajoy hiciera lo propio con la defección del gobierno de su propio programa en materia del aborto. Una decisión lógica y sorprendente, en un país de chichinabo como el nuestro.

He de reconocer que el futuro de Ruiz-Gallardón no me preocupa. Seguro que tiene la casa pagada y algo habrá ahorrado para la educación de sus hijos. Lo interesante aquí no es ni siquiera el choteo de Rajoy con su ministro. Lo mollar es la misma decisión de abandonar a los votantes del PP comprometidos con la defensa de la vida del nonato. Y lo es al menos por dos motivos. El primero es que la del aborto es una cuestión de principios. Atañe a un bien tan precioso como la vida. Forma parte de las enseñanzas de la Iglesia. Y entra dentro de una concepción tradicional de la familia, al mismo tiempo que es el epítome del rechazo a la ingeniería social, para la que un ser humano concebido y no nacido es un mero apéndice.

Por estas razones, el aborto forma parte del orden lexicográfico de la moral de un número creciente de ciudadanos, en su degradada condición de votantes: Si no se defiende la vida desde la concepción, no se puede contar con ellos. Para muchos otros es una cuestión más, pero de gran importancia. Si, teniendo en cuenta todo ello, Rajoy les ha traicionado, es que es capaz de hacer lo que sea en aras de la conveniencia política. Una constatación dolorosa, cuando está en su mano nada menos que la continuidad histórica de España.

Y aquí entra el otro motivo por el que esta decisión sea tan reveladora, y es la relevancia social del colectivo de españoles que defiende al nonato, y que defiende asimismo otros valores aledaños. Los que salieron a la calle con Derecho a vivir, o “Viva la vida”, como prefirió llamarles un periodista de Radio Nacional; un cachondo, un miserable con micrófono. Salen a la calle por miles. Son activos en las redes sociales. Tienen medios de comunicación en los que expresarse. Se reúnen semanalmente en la Iglesia, por millones de personas. Y no son capaces de imponerse en una cuestión moral axial, con una mayoría absoluta del Partido Popular.

La irrelevancia. Eso es lo que la derecha española se ha jugado en este asunto; su irrelevancia, y la de las ideas que defiende.  

 

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