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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Absolutismo laicista escolar

13 de agosto de 2015

El obispado de Cantabria emitía el pasado 10 de agosto un Comunicado de Prensa haciendo constar su disgusto por reducir una hora la clase de Religión e implantar Educación para la Ciudadanía. La diligente respuesta de la Consejería de Educación invitaba a Mons. Sánchez Monge, actual obispo de Santander, a la “prudencia” y contribución a la “paz escolar”, que el socialismo ha traído a esas tierras, en lo que sólo significaría un baladí “retoque horario” frente a lo que al obispo le parece un inflexible avance por degradar hasta extinguir la asignatura de Religión. Al cabo -dicen- nosotros no valoramos la duración de vuestras misas ni elegimos el nombramiento de vuestros prelados.

 

En realidad, se trata de una reedición del lamento ya expresado por la Conferencia Episcopal el pasado mes de julio, indignada por la omisión de los Acuerdos Iglesia-Estado y el injusto tratamiento que la LOMCE hace de la Religión, al ver reducidas las horas lectivas y no ser de oferta obligatoria en Bachillerato. Este incumplimiento del marco constitucional y la falta de respeto al derecho de los padres a elegir la educación que quieren para sus hijos se enquistó en los tribunales de Justicia por parte del obispado de Baleares y el arzobispado de Oviedo.

 

Al margen de la gravedad por la situación de desempleo en que quedarán muchos profesores, resulta lacerante comprobar, año tras año, cómo se someten dominios cuya naturaleza y finalidad no son políticos a la dirección de lo político, asumiéndose así una evidente ingeniería educativa informada por la sola normatividad secular del modo del pensamiento estatal y privada del modo del pensamiento de la Iglesia, recluyendo el mensaje de ésta a la familia y la parroquia. Lo público concierne así velis nolis al orden regido por el poder político, la verdad sobre el hombre se decide desde mayorías políticas, artífices exclusivas encargadas de sacralizar lo que el hombre está llamado a ser.

 

El laicismo actual, patente en muchos ayuntamientos empeñados de modo estratégico en marcar distancias con la Iglesia, no sólo se debe al desgaste de la fe religiosa, sino también a la difusión de una mentalidad neutralista invasora que produce el modo de pensamiento estatal, condición insalvable para que exista la paz y el progreso que demanda el absolutismo laicista escolar. Fundado sobre una inexistente neutralidad absoluta, el laicismo incurriría en una burda contradicción, al no poder influir tampoco él en la vida de las personas y de los pueblos. Pretender una paz educativa domesticando al hombre desde la ideología con el fin de suprimir cualquier conflicto resulta de un cinismo conmovedor y de un dogmatismo totalitario arrogante. Si la Iglesia calla y abandona su propio modo de pensamiento será responsable única de que la Religión sea algo sólo testimonial en el ámbito educativo.

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