2020 se lleva a Salvador Illa como ministro de Sanidad. Pero no para mandarlo a la prejubilación, sino para lanzarlo al estrellato -o para estrellarlo del todo- de la Generalidad de Cataluña. Otra prueba de que el año 2020 ha sido una broma de mal gusto.
Con un gobierno medio normal, este ministro hubiera sido cesado hace muchos meses por infinidad de motivos que han puesto de manifiesto su incompetencia y su mal hacer. Entre otros: falta absoluta de previsión -a la vista de lo que pasaba en China e Italia-; incapacidad para asumir con eficacia el mando único imprescindible para controlar la pandemia; descoordinación y caos entre administraciones; informaciones falsas a sabiendas, que han costado vidas, a la ciudadanía; ocultamiento de la cifra real de muertos; desconocimiento demostrado del sector sanitario o utilización de la institución para hacer política en contra de ciertas comunidades autónomas. Su pésima gestión arroja el macabro saldo de más de ochenta mil muertos -una de las tasas de mortalidad más alta del mundo -.
Illa se va del Ministerio de Sanidad dejando esta frase para la historia: “Lo he hecho lo mejor que he podido”. No, Don Salvador, no. Por ahí no pasamos. Si esto es lo mejor que sabe hacer usted, deje la política, abra una mercería en La Roca del Vallés y dedíquese a vender botones. La gente normal puede decirle a su jefe, cuando algo no ha salido bien, que lo ha hecho lo mejor posible si sus decisiones no arriesgan la salud de nadie y sus informaciones no matan. Aun así, los errores garrafales cuestan el puesto de trabajo.
Sr. Illa, un ministro de Sanidad no se puede dar el lujo de aprender a ser ministro durante una pandemia mortal. Tampoco puede adaptar el calendario político al calendario pandémico como hizo usted a las órdenes del presidente del Gobierno más inmoral que hemos conocido.
“Todo el mundo llegó tarde, también España; pero fuimos los primeros en reaccionar”. Otra vez no, Sr. Illa. Miente sin pestañear. Usted no le dice la verdad ni al médico. España no llegó tarde, llegó tardísimo. Llegó en el momento exacto que tenía previsto llegar: el 9 de marzo. España se incorporó a la lucha contra la pandemia el día después de la manifestación feminista convocada a mayor gloria de la ministra de Igualdad.
Mientras en otros países de Europa ya estaban “tomando medidas superdrásticas, tía” – en palabras de la susodicha- y la Comunidad de Madrid pedía al Gobierno medidas urgentes para afrontar la pandemia desde el día 28 de febrero ante los datos de contagios y procedía al cierre -de forma unilateral- de las residencias de ancianos el día 6 de marzo; Fernando Simón, su subordinado, recomendaba a la ciudadanía acudir a la femimanifestación sin ningún tipo de precaución. Recuerde: “El virus no mata, el machismo, sí”; “nos va la vida en ello”.
En esta vida las cosas se pueden hacer muy bien, bien, normal, regular, mal, muy mal o modo Gobierno de España, que compite en categoría especial a nivel mundial y se pone a la cabeza en cuanto a resultados catastróficos en todas las modalidades en que compite.
Desde su Ministerio se nos ha mentido más allá de lo que podíamos asimilar. ¿Todo esto le va a salir gratis, Sr. Illa? ¿Todo lo que tiene que decir es que lo ha hecho lo mejor que ha podido?
Usted, que se autodenomina servidor público, no es más que un empleado aventajado de partido; un profesional de la política que va de cargo en cargo público como forma de vida. Da igual el resultado de su trabajo si consigue desembarcar en otro sitio bien pagado. Si no estoy mal informada, su experiencia en el sector privado duró 9 meses. Su gestión de la pandemia en una empresa privada hubiera durado 10 minutos.
Con el 2021 inicia una nueva etapa profesional como el funcionario al que cambian de departamento, pero en esta ocasión deja atrás un rastro de dolor y muerte del que ni siquiera se siente responsable. Todo por el partido, todo por la pasta.
“Lo he hecho lo mejor que he podido”. Y se va. Me alegro de que se vaya. Lo peor de todo es que no deja de ser usted la cara más patética y visible del Gobierno de España que sigue al mando de la nave: irresponsable, indecente, ignorante e insensato.