La noticia de la muerte de Rafael Martínez Simancas no es más que el principio del recuerdo que todos sus compañeros mantendremos siempre de él. Tuvimos ocasión de trabajar juntos en Onda Cero Radio a finales del XX y principios del XXI -eso suena a arcaica referencia histórica- y fue en ese tiempo donde descubrí a uno de los más brillantes periodistas que jamás he conocido. Inquieto, ingenioso, con un gigantesco sentido del humor, amable y creativo como pocos, ha dejado su huella en casi todas las emisoras de radio de España: Onda Cero, COPE, Ser, Punto Radio y Onda Madrid; redacciones de periódicos: Diario 16, El Mundo, ABC y Qué!; y cadenas de televisión como Telemadrid, Veo TV e Intereconomía Televisión.
Fue justamente en esta casa donde fabricó uno de sus legados históricos de mayor éxito, porque, aunque muchos no lo sepan, Rafael Martínez Simancas es el auténtico creador de “El Gato al Agua”, la tertulia televisiva pionera en España en cuanto a formato, periodicidad y sistema de participación de los espectadores. Desarrolló la idea del programa, junto a Julio Ariza y Xavier Horcajo en el año 2005, incorporando el original sistema de que fueran los espectadores quienes, mediante sus votos, decidieran cuál de los contertulios, en su opinión, era merecedor de “llevarse el gato al agua”. Cuando nos acercamos al décimo aniversario de su creación, es más que un orgullo dirigir y seguir presentando un programa que, pionero en su época, ha sido copiado, imitado, emulado y parodiado hasta la saciedad.
Rafael Martínez Simancas, nacido en la localidad cordobesa de Rute en 1961, fue, además, un modelo de entereza ante la adversidad. Desde el año 2011, luchaba contra un cáncer que jamás consiguió doblegar su sentido del humor. Llevaba mucho tiempo sometido a tratamiento en el Hospital la Paz de Madrid, donde le intervinieron en una docena de ocasiones. Con realismo, pero con optimismo y sin tintes dramáticos, relató su experiencia en el libro “Sótano Octavo”. Su vida se llenó de batas blancas y largas noches en la cama de un hospital, pero eso no le impidió describir como nadie lo que supone la quimioterapia y los procedimientos a los que le sometieron. Entendió lo que era el protocolo cuando le despertaban ¡para darle la pastilla para dormir!
Aseguraba Rafa que, en ocasiones, “los ángeles que tenemos alrededor no te pueden ayudar, porque hay cosas que solo te tocan a tí; pero esas personas que existen en la sanidad, en la sociedad y en la familia, te ayudan a superarlo”. Ese fue su particular homenaje a la condición humana.
El nuestro será recordarle tal como fue, siempre con esa sonrisa, ingenio y capacidad de análisis que le hacían diferente a los demás. Sus mellizos Víctor y Lidón sabrán del legado de su padre. Cualquier periodista con el que se tropiecen podrá contarles alguna anécdota entrañable. Así es como Rafa seguirá estando entre nosotros, como un ángel de los que sí nos pueden ayudar. Con el recuerdo de su entereza y entusiasmo.
