«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

Afganistán a lo lejos

18 de agosto de 2021

No soy un experto en política internacional, ni falta que hace. Simplemente me interesa saber algo del mundo en el que vivo, que es redondo y de regular tamaño. Algo me llama la atención en el caso de Afganistán. Asistimos a la ofensiva final de los “talibán” (ya, es un plural; no hace falta decir “talibanes”). Son algo así como los jóvenes educandos del islamismo radical. De momento, se puede constatar el fracaso de Estados Unidos y sus aliados, entre ellos, modestamente España. Han permanecido veinte años, tratando de instaurar una democracia laica en el país afgano, y no lo han conseguido. El error ha sido llevar la iniciativa por vía de la ocupación militar. Es un método que pudo funcionar en Japón o en Corea del Sur, pero por circunstancias muy particulares.

El antiguo “celeste imperio” mira hacia occidente para revitalizar el ancestral “camino de la seda”, necesario ahora para sus exportaciones masivas a Europa

En el caso afgano, se trata de una población que históricamente ha logrado resistir todos los intentos de ocupación por fuerzas exteriores. Así fue con Alejandro Magno y modernamente con los ingleses, los turcos, los rusos, y, ahora, los estadounidenses. Ignoro el porqué de tal fortaleza secular. No me convence la razón de la fragosidad del territorio como algunos dicen. Más áspero es, todavía, el de los vecinos Tíbet y Nepal. El criterio habría que buscarlo en la ideología fanática del islamismo radical. Por ese lado, cabría la posibilidad de una especie de federación de Afganistán con el vecino Pakistán. Las respectivas capitales, Kabul e Islamabad, se encuentran próximas y bien comunicadas. Significaría la “salida al mar” (por Karachi) de una nación interior y paupérrima como Afganistán. Su economía exportadora, basada en el cultivo de la amapola del opio, no tiene mucho porvenir. Es de suponer que el semidesértico territorio afgano sea rico en “tierras raras (la base de los metales que necesita la industria electrónica). En ese caso, no sería difícil que pasara a ser una suerte de protectorado chino. El antiguo “celeste imperio” mira hacia occidente para revitalizar el ancestral “camino de la seda”, necesario ahora para sus exportaciones masivas a Europa.

Tampoco es mala ocasión para conceder la nacionalidad española a algunos intérpretes afganos, los que han colaborado con las tropas aliadas de Estados Unidos

Ya sé que desde España estas cuestiones de la lejana Asia no preocupan lo más mínimo al personal. Si acaso habría que respetar el sacrificio de un puñado de militares españoles, que fueron destinados a las “misiones de paz” en tan extraños páramos. Su éxito ha sido perfectamente descriptible. 

Tampoco es mala ocasión para conceder la nacionalidad española a algunos intérpretes afganos, los que han colaborado con las tropas aliadas de Estados Unidos. Su exilio es tan triste como inevitable. De quedarse en su país serían decapitados o ahorcados.

Me gustaría saber cuántos de nuestros diplomáticos, militares o académicos se han especializado en estudiar la cultura afgana o la de las etnias vecinas. Deben ser pocos o ninguno. En cuyo caso, entiendo que al Gobierno español le resulte demasiado arcano comprender el destino de la población de Afganistán. Es un país pobre que sufre como tantos otros lo de la “solidaridad internacional” de los discursos políticos.

.
Fondo newsletter