La mediación del Papa Francisco para la apertura de negociaciones entre Cuba y los Estados Unidos ha encontrado también sus detractores. Nacen en algunos círculos, tanto cubanos como españoles, críticas por un acuerdo al que suponen negativo porque “se cede a cambio de nada”, como si fuera poco ver la luz de la transformación que se aproxima para Cuba.
El gesto del realismo político que demuestra Raúl Castro, convencido de que tanto su hermano Fidel como él mismo no son inmortales a pesar de sus largos ochenta años y medio siglo de poder comunista, es muy de tener en cuenta, porque es abrir la puerta al cambio que se producirá antes incluso de su muerte en una isla agobiada por la miseria. También Obama, a pesar de la carpetovetónica repulsa de los republicanos, ha acertado esta vez al promover un inicio de desbloqueo que ahoga a la isla caribeña. Y del Papa ¿qué decir? Pues las mismas fuentes carpetovetónicas, pero esta vez españolas, lo acusan de pro-comunista e incluso católicos de tradición sospechan que puede ser el Anti-Papa y, tras él vendrá el diluvio universal.
Es una obviedad que el Papa Francisco no le cae bien a todo el mundo y ni siquiera a un sector de los cristianos. No lo tiene fácil. Su rápida y enérgica acción contra los sacerdotes pederastas de Córdoba y su condena a los responsables de delitos semejantes en Norteamérica e Irlanda, libra una batalla “pro-silencio” en algunos sectores de la curia. Sabido es que la homosexualidad se ha instalado con frecuencia en conventos e iglesias y que ni dominicos ni jesuitas, ni maristas ni simples párrocos de pueblos están libres de pecados. En medio del silencio, de cuando en cuando surgen evidencias como la de Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, que dirigía Miguel Rosendo y que ha servido como estopa para prender fuego en los telediarios por parte de los enemigos de la Iglesia, incluso antes de que los datos se investiguen y el propio Vaticano tome las medidas oportunas ante la ingerencia de algunos pseudo-católicos en perjudicar su causa.
También en eso el Papa Francisco, en vez de negar y silenciar ha tenido una clara actitud de investigar y castigar a una orden que ya había sido expulsada por el propio Obispo español. Lo que está sucediendo es que el Papa Francisco se ha propuesto llegar a los orígenes del mandato cristiano, que no son otros que sanar a los enfermos, proteger a los pobres, vestir a los desnudos y libertar a los esclavos, que es el credo de Jesús de Nazaret. Tras tantos siglos de liturgia y parafernalia eclesiástica, Francisco pretende no sólo acabar con la corrupción económica sino con esa necesaria corrección de faltas y delitos por parte de clérigos que perjudicaban las Tablas de la Ley.
Ha tenido que surgir un Papa auténtico, que pretende seguir al mendicante Francisco de Asís en lugar de al boato de los Borgia. Es decir, alguien que defiende el Nuevo Testamento en lugar de ejercer, por ejemplo, el libro de los Reyes del Antiguo Testamento. Una parte importante de los católicos está viciada por años de cristianismo de palabra, pero no de obra. Por convertir al cristianismo en rito, en lugar de mensaje y acción. De ahí la pérdida con el vínculo social, que predica la Fe, la Esperanza y, sobre todo, la Caridad. Quitar las telarañas de los ojos de quienes siguen las costumbres que velan el mensaje cristiano, es una buena pauta de comportamiento. Y querer recuperar esas esencias no es materia de crítica, sino de alabanza. Pero como bien nos impulsa la Fe: “El cordero de Dios es quien tiene el poder de liberarnos de los pecados del mundo”.