«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Cuando el ahorro se hace visible…

23 de abril de 2014

Siete años han pasado para que las familias y las empresas españolas regresaran a los niveles de “riqueza” ahorro de antes de la crisis. Es decir, que el esfuerzo realizado por el sector privado para deshacerse de las deudas y seguir viviendo ha sido extraordinario –por estar fuera de lo ordinario-. Sin crédito durante seis años para las PYMES y las familias, con una reducción sustancial de los ingresos, con una subida espectacular de los impuestos, con una presión bajista en los precios inmobiliarios – principal fórmula de ahorro de los españoles- , los españoles hemos conseguido lo inimaginable hace unos años: ponernos al día con nuestras deudas en términos generales y además, ahorrar.

Gran parte de la culpa la tiene la recuperación de los mercados bursátiles, que ha tenido un fuerte impacto de la renta de los accionistas, pero también la capacidad de esfuerzo y de control del gasto.  Esta semana también hemos conocido que la morosidad bancaria cae por primera vez y que las entidades financieras en su conjunto vuelven a ganar dinero. Estamos, en la macro y en la microeconomía en el buen camino.  El sector privado español ha llevado a cabo un ajuste de gasto sin precedentes que, con todo adverso, se ha ajustado.  En unos días tendremos también la cifra del paro del mes de abril, que sin duda será un nuevo revulsivo para los aguafiestas. Va a caer el paro de forma significativa y, a juicio del Ministerio de Empleo, seguiremos en esta tendencia durante los próximos meses. La Reforma laboral de Fátima Báñez, está siendo, una vez más, el gran motor de la contratación. Todavía pasarán años para obtener cifras reducidas de desempleo, pero por algún sitio había que empezar.

 

El sector privado ha cumplido. ¿Y qué pasa con el sector público?. El ministro Montoro prometió hace unos meses que se reduciría el gasto público. Nada más lejos de la realidad, se incrementa año tras año, y la tendencia seguirá siendo la misma, porque la población española tiende a envejecer y su coste para las arcas públicas es mayor. Montoro tiene que llevar a cabo la reforma de las Administraciones Públicas de forma inminente. No se puede perder ésta oportunidad. No es de recibo que la reforma sea la no cobertura de “nuevas plazas funcionariales” cuando un funcionario se jubila o el despido de los interinos cuando termina su contrato. Eso no es reforma, es una “dieta de temporada”. La verdadera reforma tiene que ver con una reducción sustancial de la máquina del Estado. Hasta que no se reduzca el coste del Estado, no se podrán bajar los impuestos. Esos impuestos confiscatorios que nos tienen alejados del consumo, el otro gran vector del crecimiento. Ante la posibilidad de convertirnos en un Japón, está la oportunidad de reactivar realmente la economía permitiendo una alegría al consumo gracias a la rebaja de impuestos. Por cierto, rebajar impuestos, no significa que los que ganan menos de 22.000 euros brutos al año no paguen nada por IRPF y compensarlo con una mayor sangría a las clases medias – a parte del daño moral que eso supone- ; bajar los impuestos es rebajar la presión fiscal individual, reducir las cuotas a la seguridad social y eliminar impuestos y tasas varias que gravan absolutamente todo lo que se mueve y que no se mueve.

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