«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.
Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.

Antes de la moción y después de la moción

24 de marzo de 2023

Si hiciéramos casos a la mayoría de los medios de (des)información españoles y a las fuerzas políticas del establishment, la Historia reciente de España habría que dividirla en dos períodos: el antes de la Moción de Censura presentada por Vox y el después de la Moción. Lo que no está nada claro es qué es lo que divide en realidad. Bueno, para ellos sí parece claro: el ridículo de Vox y su castigo en las urnas que vienen. Al menos según las apresuradas encuestas que han encargado. No me extraña que Vox no coincida en la valoración de este ejercicio constitucional.

Al menos una cosa está clara: todo el mundo reconoce que el discurso y la alocución de Ramón Tamames superó con creces las expectativas, que se habían dejado llevar por denigrar al candidato por su edad, vanidad y desconexión con la política actual. Y, de hecho, superó con creces el listón. Sus palabras fueron acertadas y describieron con precisión los males que aquejan a la España de hoy, desgraciadamente se quedaron en un ejercicio intelectual al carecer de un programa de acción para revertir la situación en la que nos encontramos más allá de realizar un desesperado llamamiento al entendimiento, el dialogo y la concordia. El diagnóstico sin una terapia que sane la enfermedad sólo puede llevar a la desesperación. O a la resignación.

Llamar a la concordia a un líder que se ausenta cobardemente o a otro que sólo está dispuesto a hacer llamamientos antifascistas e incendiar la calle cuando no gobierna resulta, cuando menos, ingenuo. Bastaría con escuchar al presidente de gobierno para entender que su actitud es lo opuesto a buscar consensos. Al «equidistante» PP, siempre cayendo en el centro central, que cree que basta con dejar pasar el tiempo sin hacer nada para que Sánchez caiga cual fruta madura, habría que restregarles la mejor frase de Inés Arrimadas: «Sánchez es demasiado peligroso para darle por muerto». Pero Vox debería clarificar también hasta donde está dispuesto a llegar para recrear el espíritu del 78 que recordaba Ramón Tamames cuando se considera que el régimen del 78 es la base de muchos de los males que hoy padecemos, del bipartidismo a las autonomías.

La ingenuidad del llamamiento a la concordia no sólo desconoce las verdaderas raíces de la polarización y la división que ha estado alimentando la izquierda española desde que Aznar llegó al Gobierno y que aceleró institucionalmente con ZP en el poder, sino que ignora que, en un año electoral, donde prima el postureo político, la acritud y la radicalización, la concordia no tiene cabida. Por desgracia.

Lo bueno de la Moción, si tengo razón, es que es irrelevante. No porque estuviera condenada al fracaso de los números, sino porque estoy convencido de que no va a afectar significativamente a unos y otros, desde Vox a Sánchez pasando por el PP. De hecho, lo único políticamente relevante ha sido el impulso que el presidente el Gobierno le ha dado a Yolanda Díaz. Y con o sin Moción ese empujón se hubiera producido igualmente porque estaba en su agenda para arrinconar a Pablo Iglesias y sus lideresas. Será difícil de medir, pero habrá que esperar a los resultados electorales para enjuiciar la bondad o lo equivocado de la Moción. De nuevo, si yo tuviera razón, será imposible poque subidas o bajadas se podrán explicar por otras causas más importantes.

Lo peor de todo es que Sánchez sigue actuando como le da la gana, con su desvergüenza habitual, porque todo le resbala, Moción o no. Ahora va de que el mandamás chino, Xi Jinping, le da audiencia en Pekín habida cuenta del peso y la estatura internacional de nuestro presidente. Estoy seguro de que no le va a pedir compensación alguna por haber causado todo el daño económico y social tras haber esparcido el Covid por todo el mundo. Al contrario, seguro que se lo agradecerá. Ningún dictador podía haber recibido mejor regalo para avanzar sus ambiciones y obsesiones. Una pena que no lo comentara Tamames.

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