«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Las arraigadas incoherencias del sistema

3 de marzo de 2015

El sistema democrático que hoy en día está reconocido como el más apto para gobernar una sociedad, tiene problemas intrínsecos a los que habría que buscar una solución si queremos seguir disfrutando de las libertades y el bienestar alcanzado en Occidente. Es evidente que no puede considerarse como el único elemento esencial para definir y conservar una democracia liberal el hecho de la equivalencia de “un hombre un voto” Son necesarios otros condicionantes para merecer dicha consideración: primero “el imperio de la ley” independientemente de las mayorías, hay derechos personales inalienables que no pueden vulnerarse y segundo la división de poderes. Solo en tercer lugar puede aparecer el sufragio universal. El abandono de las cortapisas al poder que prevalece hoy en día,   convirtiendo al sufragio universal, como medio para alcanzar el poder en nombre de la mayoría, en la sacrosanta norma de legitimidad, nos puede llevar a unas dictaduras “populares”, dictaduras al fin y al cabo ¡qué más da que nos arrollen en nombre de una persona o en el de una oligarquía!

Esta hipertrofiada valoración del hecho electoral, aparte de impedir que se tomen medidas a largo plazo, pues el poder solo contempla el período de la  legislatura, supone que el sistema o modelo democrático actual está siendo desfigurado y secuestrado por expectativas ciudadanas poco realistas: por ejemplo: pretender que por nacer se tenga derecho a todo y que el estado deba proporcionárnoslo,  así como exigencias y demandas contradictorias por parte de grandes sectores de la población: por un lado, disfrutar de unos servicios universales, cobertura sin límites, mientras una mayoría no  quiere pagar más impuestos, o querer una seguridad absoluta y a su vez pretender que no nos vigilen o censuren. En realidad es la cuadratura del círculo: un estado elefantiásico y todopoderoso que no nos moleste. Unos piden más reparto mientras otros piden más libertad y en ocasiones hasta es la misma persona que reclama ambas cosas a la vez. Es irracional, pero efectivo a la hora de cosechar votos. Me recuerda aquel  cartel que portaban en una manifestación en Barajas pueblo en el que se podía leer: “Aviones sí ruidos no…”.

Esta esquizofrenia ciudadana, inducida por una demagogia generalizada, en la derecha pero sobre todo en la izquierda y más aún en la radical,  genera una sensación de ira y decepción hacia la clase gobernante cuando la necesidad nos obliga a perder calidad de vida, pero desde luego desproporcionada en la Europa actual, que lleva a la postura de buscar por rabia opciones extremas. El caer aunque sea por impulsos irracionales en un gobierno dictatorial para desahogar las propias frustraciones, fruto de la misma debilidad y  fragilidad humanas, supone un peligro sin paliativos, ya que una vez asumido el poder por los dictadores estos disponen de los mecanismos de poder, entre otros la fuerza pública y el ejército (como se ve en Venezuela o Cuba) y no resulta fácil desalojarlos en cuanto crean sus propias redes clientelares.  A pesar de que se diga que la violencia no funciona que se lo pregunten a los muertos o exilados. La corrupción es una lacra, si bien es una lacra de todo sistema en toda época de la historia, hay que atajarla y que paguen los culpables. ¡No seamos hipócritas! Me revuelve el estómago ver a los políticos criticando a sus respectivos oponentes de corrupción, cuando todos los partidos están trufados, entre otras cosas porque el sistema de partidos, si busca financiación, así lo requiere. No tiremos todo nuestro actual nivel de bienestar por la borda. Reformemos el mecanismo electoral, y demos prioridad a la ley y a la división de poderes, si hemos de sobrevivir libres, no solo en España sino en toda Europa. Los bandazos en la historia pasada han sido lo suficientemente dramáticos como para promover con urgencia un cambio en el actual mecanismo electoral sacralizado.  Más seguridad jurídica y libertad, justicia social sí, pero ojo, igualdad de oportunidades no de resultados.    

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