En el 2023, el célebre Festival de teatro de Aviñón quedó y quedará por mucho tiempo en la memoria de los que asistieron debido a la impactante presencia británica. Es normal, esa edición del evento fue dedicada a honrar la lengua inglesa, primer idioma hablado en el mundo: 1.515 millones, y por la reconocida calidad de los actores británicos.
En el 2024 los organizadores otorgaron semejante privilegio al idioma español, hablado por 559 millones de personas en el mundo, la expectativa decayó bastante según la crítica.
Después del inglés viene el chino mandarín: 1.140 millones de parlantes, le sigue el hindi con 608 millones, continúa en orden el español, y detrás del español le sigue el árabe estándar, con 332 millones de personas que se expresan en ese idioma; existe además el árabe clásico hablado todavía en ciertos países como Arabia Saudí y el Líbano, entre otros. No sé si me equivoco, pero como podrán observar, Aviñón no tuvo a mal saltarse el orden, y eligieron para saltárselo con criterios que ignoro.
El caso es que la edición del festival del 2025 está dedicada al árabe —no sé si dialectal, clásico, o ambos—, hablado no sólo por musulmanes, no está de más recordarlo, también lo hablan cristianos maronitas, cristianos, yazidíes, etcétera, y el ex ministro de Cultura con François Mitterrand, y de Educación posteriormente, director en la actualidad del Instituto del Mundo Árabe, Jack Lang, se felicita y felicita al festival por tal decisión, debido a que según él, y las estadísticas, el segundo idioma hablado en Francia es el árabe dialectal.
Bien, pensaba que era el créole, en sus disímiles acepciones, pero podría estar equivocada, dado que supongo que las cifras no debieron ser alteradas.
El caso es que preocupa que, en un país de 68,29 millones en el 2023, que según los censos tiene 4,9 millones de árabes musulmanes, aunque otros sitios digitales suponen una cifra de 20 millones, tantas personas hayan decidido aprender y hablar el árabe. Relativamente resulta increíble, cuando menos interesante, por no decir sospechoso, si se realizan las comparaciones con otras lenguas más próximas a las raíces grecolatinas.
No serán actividades culturales como el Festival de Aviñón las que promoverán el uso de los idiomas, pero desde luego que sí lo consolidan. Es probable que el uso del árabe, una lengua de grandes autores, por demás, se haya expandido más en la medida en que se ha ido imponiendo la religión musulmana y el islamismo en Francia, y no precisamente mediante la lectura y apreciación de sus clásicos.
De cualquier modo, la conquista y derribo de Occidente hace rato que se viene produciendo por la vía de la batalla cultural, con el pretexto de que hay que brindar la plaza a otros que no la tienen en sus países, ofrecerles una oportunidad para… quitársela a los franceses, etcétera. Lo hemos ido viendo también en los festivales de cine donde la selección se hace mayormente por ideología política que ahora viene envuelta bajo el velo de la religión, por encima de la inteligencia y la belleza.
El wokismo no sólo ha contribuido a que estos fenómenos de autodestrucción provoquen el caos que estamos viviendo, además ha ido entrampando al receptivo impávido en un entretejido en el que la causa fundamental mediante el poder de religiones externas sea constituida en el ejercicio final de imponer idiomas, para insertar en las mentes ideologías islamo-socialistas o islamo-comunistas, que van invariablemente hacia el camino que conduce al exterminio de las libertades, y al fin de la individualidad y del objetivismo como proceso de crecimiento intelectual y empresarial que conocemos. Destrucción entonces de la cultura y de la economía, destrucción de lo esencial al fin, porque como bien entendió el presidente Javier Milei, no puede haber economía sin cultura y a la inversa.
Lo intentaron con el esperanto, luego con el chino, la masividad no les funcionó porque detrás no había más que ideología, les faltaba la religión. Ya la tienen, y avanza a pasos agigantados. La alerta llega bastante tarde, lo sé, y no sólo apena, sobre todo aterra. Veremos con tristeza cómo caerán las cruces para imponer la medialuna insertada en la hoz y el martillo.