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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Bailando ‘El tiburón’

7 de mayo de 2023

Que el PP de Madrid y el fenómeno Ayuso se valieron del «Comunismo o libertad» es bien conocido. Al incidir en el comunismo, en el viejo comunismo, encontraron un espantajo reconocible aunque oscureciese aquellas otras formas de la izquierda que en convivencia con el capitalismo son plenamente actuantes.

Pero ni esa simplificación del comunismo y el nosotros o el caos son capaces de sostener del todo, y para muestra la semana que el PP le ha regalado a Gustavo Petro, el neocomunista, valga la expresión, más pimpante de la izquierda americana actual.

Aunque tampoco es exactamente ya un comunista. Muestra en el exterior, a modo de credencial, los ropajes verificados por el globalismo. En sus horas en España, Petro regaló un cóctel de ecosocialismo, antifranquismo confesional, leyenda negra y decrecimiento (o degrowth, como lo llama Garzon) que no solo no resultó escandaloso sino que fue aceptado con plena normalidad.

El sentido de lo institucional se puso como excusa para homologar a este político, agasajado y aplaudido por el PP en señal de que también su anticomunismo es digno de sospecha.

No había dejado España, aun en el aeropuerto, y Petro mostraba su naturaleza. Se dirigió al Fiscal General de su país y le informó de que, en tanto Jefe de Estado, él es su jefe. Así entiende Petro lo institucional. El fiscal respondió que la Fiscalía de Colombia tiene 400 ordenes de captura de homicidas pendientes de ejecutar por inacción del gobierno.

Justo antes de su visita a España, Petro había avisado en su discurso el uno de mayo: o se aprueban sus reformas o puede haber revolución. «No basta con ganar en las urnas, el cambio social implica una lucha constante». Y pidió la «movilización» del pueblo. En apoyo de esas reformas, una guardia indígena armada de bastones se congregó en la Plaza Bolívar.

El indigenismo americano en ocasiones se disfraza de guerrilla y ambas cosas de narco, pero esos solapamientos no llegan en una narrativa oficial que ignora a propósito al Grupo de Puebla o al Foro de Sao Paulo, conexiones reales rastreables, por ejemplo, en el apoyo internacional de Petro a Maduro.

Pero agasajar al condecorado Petro no fue solo un acto de respeto institucional. Petro pasó por España, quedó intacta su imagen en la oficialidad mediática y con su aplauso general (salvo Vox) se aplaudieron más cosas: los derroteros políticos actuales de Iberoamérica y un mundo ideológico envuelto en cambio climático.

La sumisión al bloque ideológico globalista implica en este caso, además, la dimisión en las responsabilidades españolas en los debates hispanoamericanos. España acepta la Leyenda Negra, donde entra ya la interpretación de su siglo XX, y en su postración se abandona al globalismo junto a los países hermanos, con los que comparte la tentación del deterioro institucional.

Los aplausos populares y agasajos postineros del Madrid municipal tienen su gravedad. El comunismo o liberad no solo sirve para ocultar las reales formas amenazantes de la Nueva Izquierda (más reales en los consejos de administración que en las selvas americanas), es que ni siquiera es real, como no son sinceros los mohínes de Ayuso contra lo woke. La normalización de Petro, es decir, la interesada desinformación sobre su figura, reduce la política a lo protocolario (ya pasó el dos de mayo), y es una renuncia a toda idea de hispanidad, a nuestra incumbencia, aunque luego se hispanice mucho electoralmente en los barrios bailando El tiburón. Para tiburón el que Feijóo, Almeida y Ayuso bailaron esta semana.

Los aplausos a Petro son el reconocimiento de que el marco general en que presenta su ideología es plenamente compartido, viene validado por el globalismo (sensación de que hay jefes comunes) y además refrenda algo más propiamente nuestro: se está aplaudiendo una ‘paz total’ que hará muy difícil poner salvedades a la ‘paz’ etarra. Quien aplaude al exM-19, o al amigo de los Comunes de las Farc podrá rechistar poco cuando Bildu mande.

Política gesticulante, protocolaria y manufacturada lejos. Todos los aspavientos que el peperocentrismo hizo con Maduro se olvidaron con Petro. El ‘comunismo o libertad’ no solo era exagerado y grotesco. También era mentira.

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