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El fantasma de la deflación, que rondó España hace cuatro años, vuelve a aparecer. Los precios han bajado este mes y la inflación anual estimada en octubre ha sido del -0,1%. De confirmarse esta cifra en el indicador definitivo, significaría que el IPC ha entrado en negativo por primera vez desde octubre de 2009, cuanto la tasa se situó en el -0,7%, según el INE. La caída interanual de los precios se ha debido principalmente al abaratamiento de los alimentos y bebidas no alcohólicas y a la pérdida de efecto de la subida de las tasas universitarias que se produjo en el mismo mes del año pasado. Este año los precios de los estudios también han subido, pero de manera muy inferior a 2012. Pese a que el dato del IPC muestra una bajada de precios, todavía no se puede hablar de deflación en la economía española. Para considerarse como tal, se requiere que la caída generalizada de precios se produzca durante un periodo prolongado de tiempo.
El Gobierno ya había vaticinado una contención del IPC durante este ejercicio e incluso había estimado que podría cerrar el año por debajo del 1%, lo que, según ha destacado el Ejecutivo, permitiría ganancias de poder adquisitivo a los pensionistas, que vieron incrementada su pensión un 1% a principios de año. De esta forma, y con una lectura estrictamente política, el enfriamiento de la inflación se convierte en el mejor aliado del Gobierno. Pero con una lectura estrictamente técnica, la desinflación resulta positiva porque, en contra de lo que piensan los keynesianos, que todo lo fían a la inversión y que consideran que la bajada de los precios tiene un efecto negativo sobre ésta, hay que destacar que, por contra, la bajada de los precios tiene un efecto extraordinariamente positivo sobre el consumo que, en estos momentos, es uno de los renglones que más frena la recuperación. De hecho, hace dos días el INE dio a conocer un dato que lo corrobora: el pasado mes de septiembre las ventas del comercio minorista repuntaron un 2,2% después de 38 meses de continuas caídas, debido en buena medida al recorte de 1,2 puntos de la tasa interanual de la inflación . Y un impulso del consumo, claro está, animaría la actividad económica y, por tanto, la creación de empleo.
Además, una buena parte de culpa de la bajada de los precios ha sido consecuencia de la devaluación interna que se ha verificado mediante la bajada generalizada de los salarios que, a su vez, se ha traducido en un aumento significativo de la productividad de las empresas. En resumidas cuentas, el sector privado se ha saneado y produce más y a mejor precio, lo que ha permitido, de una parte, sanear la balanza exterior, y de otra que los precios suban poco o nada. Y por ello, hay que felicitarse.
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