Aunque la capacidad de escandalizarse de la sociedad espaƱola estĆ” ya muy saturada y una espesa capa de indiferencia protege al sistema nervioso de los ciudadanos ante cada nueva sacudida, se han producido en los Ćŗltimos dĆas dos hechos que resultan especialmente relevantes por su gravedad y su significado. El primero es el robo en el despacho de Isabel Benjumea de los archivadores y el ordenador conteniendo información sobre la Red Floridablanca, una asociación de militantes y simpatizantes del Partido Popular que abogan por la democratización interna de esa organización mediante la celebración de un Congreso abierto y que propugnan un amplio programa de reformas estructurales e institucionales que corrijan los probados defectos del rĆ©gimen del 78. Los ladrones no se han llevado nada mĆ”s y nada menos que el material concerniente a dicha entidad, muy crĆtica con la actual cĆŗpula del PP y con su presidente, sin que ninguna otra cosa, de valor o no, contenida en el recinto en el que han penetrado forzando la puerta pareciese interesarles lo mĆ”s mĆnimo. El segundo es la decisión del juzgado de instrucción que entiende del caso del borrado de los discos duros custodiados en la sede del partido del Gobierno y que pertenecieron a su ex-tesorero Luis BĆ”rcenas, de imputar por destrucción y ocultación de pruebas a la formación como persona jurĆdica, asĆ como a la tesorera, al abogado principal Ā y a un tĆ©cnico InformĆ”tico a tĆtulo individual.
Si ambos acontecimientos cobran especial importancia en estos momentos, aparte de la que ya tienen en sĆ mismos, es porque se insertan en pleno perĆodo de negociaciones y contactos, visibles o subterrĆ”neos, entre PP, PSOE y CĀ“s para intentar desatascar la investidura. Es conocida la posición de Pedro SĆ”nchez de oposición frontal a votar a favor o abstenerse para facilitar la formación de un Ejecutivo encabezado por Mariano Rajoy. TambiĆ©n es notoria la negativa de Albert Rivera a aceptar a Rajoy como candidato a Presidente del Gobierno con el sólido argumento de que no puede liderar una etapa de cambios institucionales profundos un contumaz inmovilista, un profesional del dontancredismo, que dilapidó cuatro aƱos de mayorĆa absoluta sin hacer otra cosa que cumplir arrastrando los pies las exigencias de Bruselas y aumentar la deuda en 300000 millones, y que tampoco parece plausible que acabe con la corrupción alguien que estĆ” tan seriamente contaminado por innumerables escĆ”ndalos que afectan a sus siglas e incluso unos cuantos directamente a su persona. Cuando se reprocha a Rivera que se prestase a un pacto programĆ”tico con el PSOE en la pasada y fallida legislatura y que ahora se resista a actuar de manera anĆ”loga con Rajoy, se olvida por una parte que aquel acuerdo contenĆa una larga lista de medidas y propuestas concretas de carĆ”cter reformista y que, por otra, a Pedro SĆ”nchez se le podrĆ” reprochar su levedad intelectual, pero jamĆ”s ha estado mezclado con temas turbios de su partido ni ha desempeƱado responsabilidades orgĆ”nicas en las Ć©pocas de los latrocinios masivos practicados por correligionarios suyos.
El asalto al despacho de Floridablanca levanta todo tipo de sospechas a cuĆ”l mĆ”s siniestra. Una acción de este tipo requiere a profesionales bien entrenados y es evidente que no la han llevado a cabo ladrones vulgares porque Ć©stos no suelen preocuparse por cuestiones estrictamente polĆticas. Por supuesto, serĆa gratuito acusar a nadie en concreto todavĆa, pero todo el mundo estĆ” convencido de que el argumento Āæqui prodest? es de cajón en este asunto. Si nos ponemos en este plan, lo siguiente serĆ” que a quiĆ©n critique a la actual dirección del PP o al Gobierno en funciones le ocurra un Ā«accidenteĀ» a la rusa.
En cuanto a la imputación del PP y de varios de sus empleados por obstruir la justicia y hacer desaparecer a sabiendas datos de relevancia penal, sepulta en el fondo del lodo a un grupo de polĆticos que ocupa los estratos superiores de la gestión del gran partido supuestamente de centro-derecha desde hace dĆ©cadas y que ya acumulaba considerable fango.
En estas condiciones, el encastillamiento en el no de SĆ”nchez y los escrĆŗpulos de Rivera se refuerzan notablemente y la investidura se pone bastante difĆcil, por no decir color tinta. El PP es una baƱera de agua putrefacta y el tapón que impide que desagüe pretende que los restantes grupos parlamentarios le mantengan en La Moncloa. Desde esta perspectiva, los obstruccionistas no son SĆ”nchez y Rivera, sino el que con su retirada, mĆ”s que justificada, abrirĆa la puerta a otros aspirantes de su partido a los que Rivera pudiera respaldar previa coincidencia en una agenda polĆtica atractiva y frente a los que SĆ”nchez pudiera al final abstenerse sin perder la faz. Si una fórmula de esta naturaleza ha funcionado para decidir la Presidencia de las Cortes, tambiĆ©n es oportuna para la jefatura del Gobierno de la Nación. Si este embrollo desemboca en unas terceras elecciones y el desastre consiguiente, los culpables no serĆ”n los que huyen del baƱo en una tina rebosante de lĆquido sucio, sino el tapón, el maldito tapón, incrustado en el orificio de salida como una lapa en la roca en la que vegeta.