Los españoles llevamos tantos años viendo aumentarse la basura a nuestro alrededor que ya no nos asquea ni nos llama la atención. Por eso convivimos con ella sin sobresaltarnos y sin ni siquiera provocarnos una sola nÔusea. Y si, ademÔs, de ella logramos recoger un poco de estiércol para abonar alguna de nuestras flores que nacen en nuestros tiestos, incluso llegamos a agradecer la existencia de esa basura. Hemos llegado a tal punto de saturación que, por mucha que veamos cerca de nosotros, es igual que si oyéramos llover.
Ya comentĆ© en algĆŗn artĆculo anterior que fue, precisamente, la basura el motivo principal del inicio de la corrupción que se fue haciendo galopante en EspaƱa. Tras las elecciones municipales de abril de 1979, la conjunción socialcomunista se hizo con el poder en bastantes Ayuntamientos importantes de EspaƱa, entre ellos el de Madrid. El primer Teniente de Alcalde del mismo, el socialista Alonso Puerta, denunció los contratos de recogida de basuras que hacĆa ese Ayuntamiento para, entre otras cosas, quedarse con parte del presupuesto dedicado a ese fin en beneficio del partido socialista. Los contratos y la āmordidaā se mantuvieron. Alonso Puerta fue expulsado del PSOE.
A partir de entonces la corrupción se fue generalizando de tal modo que llegó a las Instituciones, a los partidos polĆticos, agentes sociales, la Judicatura, etc. Y, naturalmente, en el rĆ©gimen socialista andaluz esa corrupción ha ido en aumento habida cuenta que el PSOE gobierna allĆ desde hace mĆ”s de 30 aƱos. Ahora en unión de los comunistas.
Los diferentes escĆ”ndalos de corrupción que hoy podemos agrupar allĆ con el nombre genĆ©rico de los famosos ERE (expedientes de regulación de empleo), se deben principalmente āsegĆŗn la juez Mercedes Alaya– al robo manifiesto que los agentes sociales (sobre todo los sindicatos) han hecho, supuestamente, de los fondos que la Junta de AndalucĆa, el Gobierno espaƱol y la Unión Europea les proporcionaban para dar cursos de formación a los parados andaluces con objeto de proporcionarles una formación adecuada para encontrar empleo. Pero, ademĆ”s, esa trama de corrupción, al parecer, se urdió desde la propia Junta andaluza para beneficiarse de esos fondos unos cuantos polĆticos y sindicalistas socialistas, amantes y protectores de los descamisados de la clase obrera, de los parados, pero enriqueciĆ©ndose a su costa.
Sin embargo, es lo cierto que lo de los famosos cursos de formación que se han repartido por toda EspaƱa la Patronal y los sindicatos, no han dejado de ser en numerosas ocasiones motivo de escĆ”ndalo de corrupción que han seguido expandiendo la basura a nuestro alrededor con mayor o menos virulencia, aunque Ć©sta ha alcanzado un grado mĆ”ximo en AndalucĆa.
Cursos de formación: ĀæQuĆ© clase de formación? ĀæCon quĆ© garantĆas? ĀæQuiĆ©nes los supervisan? ĀæCuĆ”l es la calidad de esa formación? ĀæQuiĆ©nes son los āmaestrosā que los imparten? ĀæQuiĆ©n ha garantizado su cualificación como tales? ĀæDe dónde proceden los fondos para su realización? ĀæQuĆ© órganos de la Administración controlan el buen fin de dichos fondos? ĀæCuĆ”l es la calidad de la enseƱanza de esos cursos? ĀæLos aprueban todos los que asisten a los mismos?…
Ćstas y otras muchas preguntas son las que debieran haberse hecho los responsables del Gobierno y de las AutonomĆas antes de programar y entregar los grandes fondos económicos para la realización de tales cursos, la inmensa mayorĆa de ellos manejados por los agentes sociales, principales receptores de los mismos con la consiguiente y grave responsabilidad de hacerlos para beneficio de las clases sociales mĆ”s bajas y necesitadas y su exclusivo beneficio. Por desgracia, no ha sucedido asĆ. Los mĆ”s ālistosā son los que se han quedado con el grueso de dichos fondos, se han enriquecido con las desgracias ajenas y, ademĆ”s, se atreven a dar clases de Ć©tica y de moral pĆŗblica cuando ya mĆ”s de 200 personas han sido imputadas y acusadas de gravĆsimos delitos en AndalucĆa.
Llegados a este punto no puedo evitar recordar otros tiempos en los que los cursos de formación y especialidades se impartĆan en EspaƱa a marchas forzadas para que nuestro paĆs se convirtiera en la novena potencia industrial del mundo. La gran emigración de millones de espaƱoles desde el campo a las grandes ciudades para asegurarse un futuro mejor, a lo largo de las dĆ©cadas de los aƱos cincuenta y sesenta del siglo pasado, obligó al Estado a preparar a esa masa de personas por medio de unos centros estatales estables que garantizaban al 100% la preparación en las especialidades que mĆ”s se demandaban en aquellos tiempos.
En definitiva, hubo previsión de futuro. Esa previsión honrada se fue haciendo realidad con la construcción de las famosas āUniversidades Laboralesā, centros en donde la formación profesional era rigurosa y selectiva. Tanto que las grandes empresas hacĆan cola para asegurarse la contratación de los jóvenes trabajadores antes de que terminaran su Ćŗltimo curso en ellas. Y, al ser centros oficiales no manejados ni manipulados por nadie, no existió nunca el vergonzoso espectĆ”culo de la corrupción de grandes fondos pĆŗblicos como los que hoy se evaporan para pasar a los bolsillos de los que dicen ser los Ćŗnicos y legitimados agentes para realizarlos.
Aquellos obreros, muy cualificados y excelentemente preparados, tenĆan garantizado el trabajo. Lo mismo que los que no habĆan pasado por aquellas Universidades. Hasta el punto de que, para bien o para mal, el obrero en aquellas dĆ©cadas se sentĆa tan sumamente protegido que se creĆa dueƱo de su puesto de trabajo. QuizĆ”s porque los Tribunales Laborales, cuando surgĆa cualquier conflicto entre algunos de ellos y su empresa, en el 95% de los casos sentenciaban a favor del obrero.
Las Universidades Laborales fueron en EspaƱa los mĆ”s importantes centros de formación āpero de verdad- de la clase trabajadora que no deseaba estudiar en la Universidad y fueron puestas muchas veces como ejemplo de eficacia en el extranjero. Junto a ellas, los EjĆ©rcitos contribuyeron tambiĆ©n de forma decisiva a la formación de la Tropa que hacĆa el Servicio Militar. Los Cursos de Formación FPO, asĆ como la Escuela de Formación Profesional del EjĆ©rcito (despuĆ©s Instituto PolitĆ©cnico del EjĆ©rcito) y los de la Armada y el EjĆ©rcito del Aire, formaron a miles de jóvenes que pudieron encontrar un trabajo digno y bien remunerado.
ĀæY quiĆ©n fue el impulsor decisivo de esta formación profesional en las extraordinarias Universidades Laborales de Gijón, Valencia, Tarragona, Sevilla, Toledo, la āPalomaā en Madrid, etc., asĆ como de la seguridad del trabajo indefinido en las empresas durante aquellos aƱos? Un falangista, un redomado āfascistaā āsegĆŗn toda la izquierda y progresĆa espaƱola- llamado JosĆ© Antonio Girón de Velasco, ministro de Trabajo, al que se le ocurrió la barbaridad de declarar que la verdadera nobleza espaƱola no radicaba en quienes ostentaban tĆtulos nobiliarios, sino que esa nobleza habĆa sido relevada por la āaristocracia del trabajoā, esto es, por los trabajadores bien preparados tĆ©cnicamente que estaban llevando a EspaƱa en volandas para ser un paĆs desarrollado.
Lo que acabo de narrar forma parte de la Historia mĆ”s reciente de EspaƱa. Pero, llegada la democracia, habĆa que terminar con todo lo que estuviera contaminado por el supuesto fascismo procedente del franquismo. Y ha terminado por ocurrir lo que cĆclicamente sucede en nuestro paĆs. Clausuradas todas las instituciones y entidades que funcionaban correctamente, que habĆan adquirido una extraordinaria experiencia en la formación del trabajador especializĆ”ndolo, otros, los listos del lugar, se hicieron con las riendas de esa formación. ĀæPara quĆ©? Para āadministrarā las grandes sumas económicas que, procedentes de Europa, el Gobierno, las AutonomĆas y algunos Ayuntamientos, tenĆan por finalidad formar, sobre todo, a los parados, a sus amados trabajadores, pero para robarles lo que les pertenecĆa.
Ćsta es la diferencia esencial de alguien que, como el que suscribe, ha tenido la oportunidad de vivir estas dos Ć©pocas tan distintas, tan diametralmente opuestas, en especial en lo referido a la formación del trabajador. Entonces se le formaba en la especialidad en la que Ć©l podĆa desarrollar sus mĆ”ximas capacidades. Hoy se le entretiene y se le roba en muchos lugares lo que legĆtimamente le corresponde para formarle.
Por eso, la formación profesional no ha existido realmente en EspaƱa en estos Ćŗltimos 35 aƱos. Por eso, sólo habĆa mano de obra barata dedicada al āladrilloā. Por eso, con esta crisis brutal hemos llegado a superar el 26% de paro. Por eso, a EspaƱa le cuesta tanto esfuerzo salir del agujero. Y, asĆ, nuestro modelo productivo estĆ” estancado y no prospera tecnológicamente. Pues nada, nada; que los agentes sociales sigan haciĆ©ndose cargo de una materia que no les corresponde y de la que, ademĆ”s, si pueden, se enriquecen. Y que siga la juerga y nos siga ahogando la basura de los cursos que no sirven para nada.