Vayamos por partes, que diría Jack El Destripador. Nunca un sábado prometió ser tan anodino y terminó como un ‘living la vida loca’. Un brillante preludio madridista (por el resultado) para culminar en un ‘in crescendo’ vibrante, como un diálogo de La Traviata, con la derrota del Barcelona en San Sebastián. Lo del Barcelona fue toda una escenografía enmarañada animada por lo pintoresco de sus jugadores. ¿Sabéis lo de esas fiestas salvajes que tienes que abandonar porque al día siguiente madrugas y ya crees que no va a pasar más de lo que allí has visto y luego siempre te dicen “te perdiste lo mejor, justo cuando te marchaste…”?, eso fue lo del Barcelona, creerte con la Liga en el bolsillo y salirte la Ley de Murphy. Un plan infalible para que se te fastidien los planes es tenerlos. No haced planes por si acaso salen los planes que de verdad querías hacer. Los de Luis Enrique dieron la impresión de estar con la gasolina justa. Es maravillosa la increíble capacidad expresiva que pueden tener los rostros humanos, ríete tú de Buster Keaton: manos tapándose el rostro y, como ya comenté el otro día, un Messi con arcadas (otra vez) y que se pasea cabizbajo por el césped. No son las mejores sensaciones para lo que se les avecina. Walls Come Tumbling Down, que cantaban los Style Council. Piqué contándole su vida al árbitro era ese cansino monologuista de televisión que dispara toda una retahíla de estériles esfuerzos por arrancar una forzosa risa que acaba en bostezo. Si el miércoles no espabilan, este monolítico de vacas sagradas se convertirá en un cadáver a los postres y gritarán como en Misterioso asesinato en Manhattan “¡claustrofobia y un cadáver! ¡el colmo de un neurótico!”. El Barsa está clavando el papel de hipocondríaco de Woody Allen. De fondo suena Rhapsody in Blue, de Gershwin, desde que el Madrid les derrotara. Deambulan como un sonámbulo bailando sobre un precipicio. Vislumbrando el posible desastre que les espera, este final de Liga se puede convertir para Luis Enrique un cagancho en Almagro. Y es que no se puede vivir de “lo que yo he sido” (que se lo digan a Casillas), la nostalgia es negación, negación del doloroso presente. Por cierto, sobra esa venida arriba de ese par de ‘gongorillas y quevedos’ en que se han transformado Arbeloa y Piqué a golpe de tuit. Si lo que mejor saben hacer es jugar al fútbol, jueguen, háganme el favor.
El entreacto, como el jamón de york y el queso de un sándwich mixto, lo protagonizó un Atlético de Madrid cumplidor porque tiene claro que no se trata de ganar siempre, sino de salir a ganar siempre. Con un Torres renacido y, éste sí, justo cuando más falta hace, en el arreón final: “El mérito es de Fernando” dijo Simeone. Porque El Niño ha entendido que no hay nada más difícil que huir de uno mismo y esa distancia entre entrenador y el rubio delantero era como la ceguera voluntaria que ocurre en los amantes. Para cerrar el círculo sabatino un Real Madrid que no tuvo problemas ante un Éibar que se dejó en casa al equipo tosco y fuerte que se espera. El Madrid arrancó el partido matando. A partir de ahí, cascada de goles y un Ronaldo que se mostró más solidario que una ONG y feliz. Y es que encontrar un partido del portugués sin aspavientos y desesperaciones varias es un duro trabajo de hemeroteca. Tras el infumable juego que perpetraron en Alemania hay madridistas que sufren como si en vez de lo que se les viene encima se lo estuvieran tirando desde un octavo piso. Hasta las mocitas madrileñas con la mosca detrás de la oreja. Increíble. En serio, aparte de lo del otro día ¿habéis soportado otro partido del Wolfsburgo, almas de cántaro? Vale, el humor es lo más serio que se puede hacer, que dijo Rajoy a Évole. Detalles: los pitos a Danilo. Esto es como las ventas de libros en España, se edita, la gente compra, pero no lee. Se compran libros por el mero hecho del postureo, leer es otra cosa. Pues los de siempre del Bernabéu tal cual, compran la entrada pero ni remota idea de animar y ver un partido de tu equipo. ‘No es hora de reproches’ como dicen los políticos cuando se lanzan a la carretera a darnos el mitin y aprovechan para bajar el tono del debate televisivo. Lo de Danilo parecía un telefilme de Antena 3 a esa misma hora, uno como ‘Existencias truncadas’ o ‘Maldad asesina’. Échame a mí la culpa de lo que pase, cúbrete tú la espalda con mi dolor… a lo Albert Hammond. No negaré que la anterior actuación de Danilo fue nefasta pero a ese ‘tendido siete de Las Ventas’ lo quiero tan valiente con otros jugadores. Danilo pensaría como Sartre (oye, ¿por qué no?) “el infierno está aquí, son los otros”. Kiko Casilla no tuvo trabajo y la única acción peligrosa la repelió fantásticamente, como la oda de Alberti al húngaro Platko: ‘guardameta en el polvo, pararrayos’. Y un Nacho, serio y efectivo daba la razón a Delibes, “en el fútbol deben correr pelota y futbolista”. ¿Por qué Ramos siempre en la alineación? Delibes ya denunciaba a los divos del fútbol: “el primer síntoma de decadencia”. Imagino al de Camas diciendo “echadme, pero show me the fucking money”. Pero corramos, que urge. Como dijo Nacho, mañana el Bernabéu debe ser una caldera. Un tormento ardiente, vamos. Ya, ya sé que es un simple Wolsfburgo, pero… Así que, con la soberbia y la actitud de sobrada con la que habla Elena Benarroch sobre los papeles de Panamá la parafraseo y digo: “¡Son una gilipollez!”. ¡Venga esa arenga, venga ese infierno!