«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Biografía

Bienvenida al secretario Gil Tamayo

21 de noviembre de 2013
  • El sacerdote extremeño José María Gil Tamayo es el nuevo secretario general de la Conferencia Episcopal Española. Su elección frente a otros dos candidatos, realizada en la primera votación por la holgada mayoría absoluta de 48 de los 79 obispos presentes, revela el alto grado de confianza con que desempeñará desde el primer momento su mandato de cinco años. Esta circunstancia no es ninguna novedad: bien conocido por los prelados españoles, está dotado de una considerable capacidad organizativa y de gestión, cualidades muy necesarias para el cometido que le espera, que ha demostrado en más de una ocasión en acontecimientos eclesiales de diversa índole y con amplia repercusión pública. Además, ya fue director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social; y por si todo esto fuera poco, a esta experiencia añade la de portavoz del Vaticano en lengua española durante el interregno producido recientemente entre la renuncia de Benedicto XVI y la elección de Francisco al frente de la Iglesia universal. Dato este último de relevancia, pues aunque la Secretaría General de la Conferencia no lleva aparejada la portavocía, es muy probable que Gil Tamayo asuma los dos cometidos, al igual que hizo su predecesor monseñor Martínez Camino, que fue también portavoz en los difíciles años del funesto Zapatero.

    Es posible que algunos obispólogos interpreten la rapidez en la elección de Gil Tamayo y, sobre todo, la gran diferencia de votos como un modo de abrir una etapa en la vida de la Conferencia que no signifique una continuidad del largo pilotaje de la institución por el cardenal Rouco Varela, pues el candidato menos votado –con 12 votos– ha sido el obispo auxiliar de Madrid César Franco. Pero sin desmerecer ninguno de los propuestos que perdieron (el tercero era el obispo de Guadix-Baza, Ginés García Beltrán, que obtuvo 17 votos), la candidatura de José María Gil Tamayo era sin duda la más adecuada, sin necesidad de atribuir su abultada votación favorable a otras consideraciones.

    Recordemos, finalmente, que la Conferencia Episcopal no merma un ápice la autoridad de cada obispo en su diócesis, que deriva directamente de la sucesión apostólica, mientras que la Conferencia es un instrumento –importante, pero sólo un instrumento– de ayuda y coordinación en la labor pastoral de los obispos españoles. Ni los órganos de gobierno de la Conferencia constituyen nada parecido a una súper diócesis, ni nada que se le parezca, aunque no cabe duda de que sus documentos, por el respaldo episcopal que merecen, revistan una especial importancia no sólo ante los fieles católicos, sino también ante la sociedad española en general.

 

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