«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Gallega en Madrid. Periodista apasionada por la información, defensora de la libertad y de España. Redactora Jefe en El Toro TV y al frente de 'Dando Caña'.
Gallega en Madrid. Periodista apasionada por la información, defensora de la libertad y de España. Redactora Jefe en El Toro TV y al frente de 'Dando Caña'.

Billete a Pekín

11 de abril de 2025

Pedro Sánchez viaja a China. Una gira asiática con la que no parece mejorar la posición de España en el tablero internacional, pero que, desde luego, sirve al presidente como lugar lejano en el que no le preguntan por Begoña Gómez ni por el último informe de la UCO. Ha colocado, eso sí, a nuestro país en la diana, como si fuera el puente entre Europa y el régimen comunista. Como una Celestina geopolítica entre Bruselas y Pekín, en un escenario que tampoco parece el más afable para este viaje. El mensaje que ha llegado desde Estados Unidos es muy claro: acercarse a China, en estos momentos, es «como cortarse el cuello».

Una gira que no podía haberse dado sin José Luis Rodríguez Zapatero. El expresidente, devenido ahora en asesor internacional o ministro de Exteriores no oficial, que habla, o se mueve, con la autoridad de un gobierno que no lidera pero que parece guiar con mano de hierro desde las sombras. De Venezuela a China, pasando por Irán y Cuba, Zapatero marca el camino y hace carrera como embajador de todo régimen autoritario. Sánchez la sigue con la fe de un converso. No es sólo un viaje diplomático. Se trata de intereses. Personales, económicos, ideológicos,… y en el caso de Sánchez, también de supervivencia. China le ofrece buena foto y poca prensa crítica.

Después de haber exhumado a Franco del Valle de los Caídos, y gastarse una millonada en actos para este año, para la «memoria democrática», Sánchez ha realizado una ofrenda floral en el mausoleo de Ho Chi Minh, sanguinario dictador. Y lo ha hecho en nombre del pueblo español. En la maleta, había una buena dosis de hipocresía. Quien dice defender la igualdad, la democracia y la justicia social viaja a rendir pleitesía a un país donde el trabajo forzado es moneda corriente y los derechos humanos son un problema ajeno. Aquí no hay memoria democrática, ni pacto verde, ni igualdad de referencia. Sólo propaganda, opacidad y un Pedro Sánchez dispuesto a todo con tal de seguir en el escenario. China es el país más contaminante del mundo. No hay pacto verde ni transición ecológica en el menú de esta visita. Sólo acuerdos económicos. Y, probablemente, favores cruzados. Zapatero ya tiene experiencia en esto. Sánchez, parece, está aprendiendo rápido.

Con este, van ya tres viajes a Pekín en tres años. Ha dedicado más tiempo a los comunistas chinos que a los valencianos afectados por la DANA o los vecinos de La Palma. Las dictaduras lejanas son más exóticas. Allí no se habla de democracia, al igual que en Palestina tampoco de feminismo. En China, encaje de manos, sonrisa para la foto y una alianza muy incómoda. Este giro es un cambio geopolítico de profundidad y un peligroso alejamiento de todo lo que representa la Unión Europea: democracia, libertad y división de poderes. Y Xi Jinping observa. No porque le preocupen los escándalos domésticos españoles, sino porque sabe que este acercamiento le brinda eso que tanto le interesa: una grieta en la unidad europea y una puerta abierta en el flanco sur del continente. De hecho, ya han dicho de nosotros que estamos «a la vanguardia» de sus relaciones con la UE.

Apunten el itinerario: China, Irán y Venezuela. Pero, en el fondo, no ha sido Pedro Sánchez quien ha ido a China. Ha sido el Pedro Sánchez de Zapatero. El que cree que la ideología se puede maquillar con sonrisas diplomáticas. Ya nos llega la postal de Pedro Sánchez con Xi Jinping. En la fotografía, no hay ni rastro de la libertad.

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