«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

Blasinfantilismo

13 de agosto de 2021

Como era de prever, Vox no acudió al florilegio que se tributó a Blas Infante ante su monumento en la antigua carretera de Carmona en Sevilla, con motivo del 85º aniversario de su fusilamiento. Como toda taifa autonómica que se precie, Andalucía escogió hace décadas a su patriótico padre, del mismo modo que hace más de un siglo, Sabino Arana asumió la paternidad de los secesionistas vascos o Rafael de Casanova, una vez mutilado su pregón austracista, lo es de los catalanes que quieren alzarse con la tierra para hurtárnosla al resto de españoles. En el extremo occidental, la Galicia de Feijoo se abraza a Castelao en busca de una referencia paterna. 

Las reacciones ante la ausencia de Vox de estos fastos no se han hecho esperar. Entre ellas ha destacado una tribuna de opinión publicada en el Diario de Sevilla bajo el título «La nueva pataleta de Vox». Su autor, Isidoro Moreno, catedrático emérito de Antropología y miembro de la Fundación Blas Infante, que se encargará de elaborar los contenidos de un programa titulado Andalucía: un pueblo con Historia que verá la luz gracias a un convenio de colaboración entre la susodicha fundación y Canal Sur. En el escrito, don Isidoro, además de exhibir su largo currículum, hace gala de su andalucismo, pero también de su pertenencia al Partido del Trabajo durante el tardofranquismo, paso previo a su paso al «nacionalismo soberanista y solidario blasinfantiano», más atractivo que la ortodoxia marxista que, a su decir, profesaba hasta ese momento. Su desmarque del PSOE, -«Desde el año 82 no he tenido militancia partidista alguna y rehusé incorporarme, como hubiera sido fácil e hicieron muchos, al carro de la supuesta izquierda triunfante: el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra»- del que hace gala en el artículo, fue breve. De hecho, en el muy socialista año de 1986, Moreno, que tiempo atrás había lanzado unas impotentes y gremialistas críticas al libro de Gustavo Bueno, Etnología y Utopía, participó en una reunión celebrada en Madrid, que convocó a diversas organizaciones indígenas americanas, encuentro que auspició la Comisión del V Centenario. 

La mayor aportación de Isidoro Moreno a la Andalucía blasinfantista tiene que ver con la Semana Santa y con una serie de señas de identidad útiles para sostener la idea de que la andaluza es una «cultura negada, frivolizada o prostituida»

Más allá de la colaboración con una comisión que ajustó las conmemoraciones de 1992 a los vergonzantes quicios ideológicos dominantes -«encuentro» en lugar de «descubrimiento»- del momento, la mayor aportación de Isidoro Moreno a la Andalucía blasinfantista a la que, desde diferentes posiciones y con diversa intensidad, se ha sumado todo el espectro partitocrático andaluz, tiene que ver con la Semana Santa y con una serie de señas de identidad útiles para sostener la idea de que la andaluza es una «cultura negada, frivolizada o prostituida». Una cultura, en definitiva, propia de «un pueblo dependiente y subalternizado» que, así lo ha sostenido Moreno, «ha sido permanentemente negada, frivolizada o incluso prostituida principalmente desde el poder estatal dominante y desde la intelectualidad al servicio de este. Y también ha sido negada por quienes, instalados en el reduccionismo marxista, confundieron el subdesarrollo económico con la imposibilidad de existencia de cultura específica, negando de hecho a los pueblos y clases populares la facultad de ser creadores de cultura y otorgando, al menos implícitamente, esta capacidad sólo a las burguesías dominantes» («La cultura andaluza en el comienzo del tercer milenio: balance y perspectivas», Revista de Estudios Regionales, 2002). Cautivo del mito de la cultura, Isidoro Moreno ha mantenido con insistencia sus tesis plenamente compatibles con el modelo plurinacional que, amparado por el comodín del federalismo, tratan de implantar en España las facciones políticas, económicas y mediáticas hegemónicas: «Como hemos venido señalando desde hace años (Moreno, 1981, 1985, 1986a, 1986b, 1993, 2001b) la mayor dificultad para la consolidación de la conciencia cultural andaluza ha sido, y en gran parte continúa siendo, la apropiación de lo específicamente andaluz por parte de los poderes estatales para tratar de construir, con base en algunas de las expresiones formales de la cultura andaluza, desfuncionalizadas y vaciadas de sus más importantes significaciones y potencialidades, una “cultura española” genérica, negadora del carácter pluricultural». 

Defensor de las esencias culturales andaluzas, blasinfantista confeso, Isidoro Moreno, incorporado a las estructuras que han cristalizado al calor del autonomismo socialista, ha pasado de asumir el lema «pan, trabajo, tierra y libertad», puesto en circulación por el sacerdote Diamantino García Acosta y empleado por postconciliar Partido del Trabajo, a sumarse a la demonización de Vox operada, en su caso, en el de un defensor de la Semana Santa, bajo el patronazgo de un muladí.

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