«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Cara al zorra

7 de febrero de 2024

Hoy no pensaba hablar de política. Quería recrearme en una gozada. Ningún artículo mío ha resultado viral. Y no me quejo, porque, como buen hipocondríaco, tengo aprensión a lo vírico y, como buen presocrático, estoy con Heráclito el Oscuro: «Uno para mí es diez mil, si es el mejor». Yo cuento a mis lectores —a usted— de uno en uno.

En cambio, sí he disfrutado de tres difusiones muy masivas (sin llegar a bacterianas). Han sido felizmente de dos poemas míos (uno de los dos ha repetido el éxito). Me ha parecido estupendo, porque la poesía es para todos. Era una maravilla cotillear en los perfiles de los que compartían mi poema y ver que, sin lugar a dudas, no iban a compartir ni mis ideas políticas ni mi cosmovisión. Pero el poema sí, saltando barreras. Qué bien.

Y de ahí iba a arrancar el artículo de hoy. Animarles a ustedes a recrearse en esas zonas comunes con amigos, vecinos, compañeros y conocidos. Compartir un mismo club de fútbol, por lo que he observado, crea lazos muy estrechos. Benditos sean. La afición al vino de jerez, ni les cuento. Ser de un mismo pueblo, desde luego. Sobre todo, pertenecer a la misma familia extensa.

No todo es puro placer. Una resistencia imprescindible contra el totalitarismo es ponerle diques a la invasión de todos los ámbitos de la vida que pretende la política. Dejar que la vida corriente fluya por sus cauces y que la realidad respire con holgura. Que las relaciones humanas vayan y vengan y vuelvan. No se trata de no interesarse por la política, que es fundamental, sino de integrarla con naturalidad en un sinfín de realidades distintas, de modo que se eviten tanto el choque frontal como la monomanía. Contra lo que pareciera, mi propuesta permite mayor libertad de pensamiento político y expresión audaz, porque, aunque uno mantenga lo suyo, hay otros lazos que nos unen a quienes no comparten lo nuestro.

Éste era mi artículo original; pero Pedro Sánchez ha intervenido. Ha dicho que a los que no nos gusta la canción de Eurovisión sobre la zorra y su autoestima por las nubes es porque nos gustaría que al dichoso festival fuese el Cara al sol. Es una tontería descomunal. Ni siquiera los falangistas más recalcitrantes querrían que su himno fuese a Eurovisión. Les ofendería muchísimo más que la canción de la zorra.

¿Por qué dice Sánchez tamaña estupidez, entonces; si no tiene un pelo de tonto? Por el totalitarismo del que decía que hay que escapar. Quiere leer toda la realidad española desde una óptica política. Lo que no sea política es su enemigo, porque él se sostiene en la polaridad y en el frentismo. Se sabe muy bien la primera ley de la política de Robert Conquest, que advierte que todo el mundo es conservador en aquello que conoce de primera mano. Es lo que ha escrito Luis Sánchez-Molini: el zorro es Sánchez, «que no pierde ocasión para asentarse en un sillón que sabe más inestable de lo que pretende aparentar». Sánchez pretende un tres en uno. Uno: nos distrae de sus nuevas cesiones a los nacionalistas, a los que acaba de regalar una reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal para que se vayan de zorritas, digo, de rositas. Dos: enfrenta a los españoles, para ponerse él a la cabeza de una mitad más uno, como mínimo. Y tres: expande el absolutismo del debate político. Con brevedad de epigrama lo ha escrito el columnista y tocayo Enrique Montiel: El cara al zorra, porque se trata de hacer de todo un himno para mayor gloria del zorrito Sánchez.

Pagado este irremediable peaje a la política de Sánchez, volvamos al propósito inicial de esta columna, teniendo claro, además, que es una forma eficaz de resistir a Sánchez. Dejamos a la política en una esquina, y reforcemos todos los ámbitos apolíticos. Vivamos nuestras aficiones con entusiasmo y hagamos pequeñas comunidades con gente afín (en cada pasión, aunque no lo sea en las otras). Alentemos que se conozca la vida de primera mano. Si queremos disfrutar, disfrutemos; y no es una redundancia, sino el método sutil e infalible.

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