Éramos pocos y parió la abuela. Por si no teníamos suficiente con las soflamas diarias de Mas y Junqueras, va el Gobierno y nos obsequia ahora (por primera vez desde 2008, qué casualidad) con taza y media de balanzas fiscales. Ese absurdo contable -por obvio- en el que se refleja la diferencia, positiva o negativa, sobre los impuestos que se pagan en cada comunidad y el conjunto de los servicios que a cambio reciben sus ciudadanos. Lógicamente el saldo es muy favorable para regiones más desfavorecidas como Canarias, Andalucía o Castilla y León y mucho más gravoso para las comunidades más ricas: Madrid, Valencia, Murcia y Cataluña, como es natural. Porque de eso se trata; se supone que la naturaleza primordial de un impuesto es su caracter redistributivo: que puedan beneficiarse los que menos recursos son capaces de generar.
Al margen de que el asunto ha sido presentado a pocos días de la entrevista entre Mariano Rajoy y Artur Mas en Moncloa, con el ánimo evidente de tapar la boca al president porque con los datos en la mano quienes deberían poder afirmar que ‘España’ les roba no son otros que los ciudadanos madrileños, que palman la friolera de 16.000 millones del ala, está bien recordar a aquellos en cuya cabeza aún anida la idea de que sin el resto de España estarían mucho mejor económicamente que dentro de ella que abandonen toda esperanza, como bien sabían los que subían a la barca de Caronte. Y ya de paso, si sirve para recordar que los impuestos los pagan los ciudadanos y no los territorios, algo habremos ganado.
Al varapalo propinado al secesionismo por los economistas que han elaborado éste informe, se ha unido en las últimas horas la declaración valiente y sin complejos del primer ministro francés, un socialista de los pies a la cabeza pero de los que no se averguenzan ni de su bandera, ni de su patria, ni de llamar al pan pan y al vino vino. Y de orígenes familiares catalanes, precisamente. Manuel Valls ha venido a decir, tras verse con Mariano Rajoy, que nadie que intente romper el Estado puede quedar impune. Que tomen nota los que siguen creyendo que por ahí les van a aplicar la vía Kosovo a su dislate. Y además permitirles que mantengan el euro como moneda, y que el BCE les regale de cuando en vez una ‘hora feliz’ o ‘barra libre’ de liquidez, como prefieran, mientras Obama se da una vuelta por aquí de vez en cuando y les propina un abrazo (qué oportunidad perdió hace unos días su embajador en España, James Costos, para callarse). Dicho lo cual, que siga rodando la bola… de qué si no iban a vivir algunos si no consumieran la mayor parte de su tiempo fabricando problemas cuya solución pretenden después vendernos. Una solución que por cierto resulta, cada día más, de puro cara, carísima… Como cada vez más gente sabe, lo malo no es que quieran la independencia de España; lo peor es que pretenden que la paguemos todos los españoles.