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Barcelona, 1969. Ha escrito columnas políticas y algunos reportajes en varios medios nacionales (El Mundo, Ok Diario, El Español). Empresario maldito, coleccionista de cómics, músico ácrata y lector en Italia. Vivió una Ibiza ya olvidada. También una Barcelona enterrada. Acaba de publicar el libro de crónicas Barcelonerías (Ediciones Monóculo).
Barcelona, 1969. Ha escrito columnas políticas y algunos reportajes en varios medios nacionales (El Mundo, Ok Diario, El Español). Empresario maldito, coleccionista de cómics, músico ácrata y lector en Italia. Vivió una Ibiza ya olvidada. También una Barcelona enterrada. Acaba de publicar el libro de crónicas Barcelonerías (Ediciones Monóculo).

Carta abierta a Ada Colau

7 de abril de 2023

Querida alcaldesa:

Ahora que se acerca la ansiada fecha electoral, y en la confianza de que el soberano sabrá medir su inmaculado voto, le ofrezco aquí una breve y personal nota barcelonesa. Un paseo literario por las maravillas que su gestión, con el siempre inestimable apoyo de los socialistas, nos ha procurado. 

Llevado ayer por una agradable pereza, vagué por las calles del Ensanche, ya sabe, ese barrio diseñado por un tal Cerdá al que le faltó, sin duda, el ingenio que usted sí atesora, como demuestran las obras en marcha. El hallazgo, imaginativo, formidable, se llama «super illa» o «super manzana». Consiste en trazar un perímetro que encierre varias manzanas y después acometer todo tipo de reformas en las vías interiores, como restringir el tráfico de coches y crear espacios peatonales. En mi paseo por la vía Consejo de Ciento, contemplé la desaparición del horrible asfalto, substituido por baldosas de granito. En otras zonas, se ha pintado el pavimento de colores, dándole a la ciudad un aire mucho más alegre y vistoso, lúdico incluso. Todo recuerda a la infancia feliz, esa que nos han querido robar los apologetas del motor y la polución. Aparecen también, aquí y allá, unas bonitas y gruesas bolas de hormigón, sobre las que ignoro su función pero me gustan mucho. No tanto como aquellos preciosos bloques situados en medio de algunas calles y que, por culpa de un motorista que se estrelló contra ellos, han sido retirados. Ofrecían la posibilidad de sentarse cómodamente y ver pasar las bicicletas bajo el sol de verano. 

Hablando del sol, no quiero olvidar, querida alcaldesa, otra salvífica ocurrencia en pro del bienestar ciudadano. Sofocado por el calor y presa de ecoansiedad, me sentí aliviado al ver un cartel bajo un árbol que rezaba «refugio climático». Allí me senté un rato, afortunado de vivir una época tan prodigiosa. Recordé a los jabalíes, que bajan desde el frondoso Tibidabo hasta los barrios altos, dándoles un toque bucólico y expresando que la madre Naturaleza está por encima de los destructores hombres. La reciente mordedura a los testículos de un viandante por parte de uno de esos animalitos es justicia poética. 

Ni el planeta ni los barceloneses podremos nunca agradecer tal labor municipal. Ya lo afirmó esta semana la próxima presidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, dirigiéndose a usted (o a ti, tuteémonos como camaradas): «Has convertido Barcelona en un referente internacional». A pesar de esa evidencia, que no sólo se refiere a las «super illas» sino también a los índices de criminalidad y la atracción de empresas, hay poderosos enemigos de la tremenda transformación de nuestra urbe. 

Al abandonar la super manzana, contemplé una calle ensombrecida por un colosal atasco. ¿Qué hacían todos esos desalmados al volante de coches contaminantes? ¿Dónde irían? ¿A sus oficinas, quizás, existiendo el limpio y confortable teletrabajo? La implantación de la ciudad de los 15 minutos, que seguro nació de un colauista, acabará con esa manía de coger el auto e ir a donde a uno le dé la gana, cavilé. Otra de las cosas que agrandarán más, si cabe, la era Colau es el tranvía. Pedido a gritos por la inmensa mayoría (siempre hay quienes se oponen al progreso, la ultraderecha y eso), este medio de transporte revolucionario hará de la avenida Diagonal un modelo vial. Otra acertadísima corrección a Cerdá y su sombría idea del transporte privado. ¿La obra es cara? ¿Podría haberse contemplado la posibilidad del autobús eléctrico? Tonterías. Además está la cuestión estética, un elegante y parsimonioso tranvía embelleciéndolo todo a su paso. Es cierto que la ciudad está patas arriba, pero, como suele decirse, «obras son amores». 

Gracias, alcaldesa.

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