Lo primero que tengo que decirle es que, leyendo su carta de baja en el PP y dirigida al presidente del Gobierno y del PP, recordaba otra remitida, hace ya unos seis años aproximadamente, por la líder del PSOE, Rosa Díez, al entonces presidente de España y secretario general del PSOE. Los motivos de las discrepancias –salvando las diferencias ideológicas– eran muy parecidas, por no decir idénticas, el alejamiento y la traición al ideario del partido, de sus valores y principios, y la incoherencia con el programa electoral que llevaron, a ambos, a la Moncloa. Sin embargo, el perfil con la exitosa líder de UPyD es muy diferente.
Porque, Santiago, a diferencia de Rosa, usted no representa un cisma en su ex partido. No. Lo cierto es que el PSOE siempre ha sido un partido plural y asimétrico, mientras que la derecha, centrada en monopolio por el PP, es monolítica, más parecida a un modelo de partido piramidal radical, donde las bases y los militantes no tienen absolutamente nada que decir o moldear programas, políticas o voluntades. Lo sé a ciencia cierta porque, con menos tiempo que usted, yo también he sido militante del PP y sé de lo que hablo.
Por otra parte, en el PSOE siempre han existido corrientes de opinión y, desde cierto punto de vista, disidencias aceptadas y respetadas, mientras que en el PP lo único permitido es la obediencia ciega al líder, sin margen alguna al debate interno, no sólo ideológico, sino de personas.
Por lo tanto, lo que usted simboliza es que hay un modelo alternativo de organización en el seno de la derecha política. Una apuesta por la libertad, la iniciativa creativa del militante, el respeto a la discrepancia interna. Pero, sobre todo, representa la coherencia en el Pacta Sunt Servanda, es decir, en el cumplimiento a la palabra dada, concretada en el programa electoral. La derecha no debe ni puede ser lo mismo que la izquierda, ni adolecer de los mismos defectos e incongruencias. El votante de derechas se merece un respeto a sus convicciones, aunque, reconozco, que lo mismo se podría exigir del votante de izquierdas.
Pero, ahora, el problema es el clásico dilema, ¿qué hacer? Soy consciente de que su salida no es un hecho aislado y que constituye la punta de lanza de una operación política a mayor escala. No tema usted en reconocerlo. Ya era hora de que el equipo al que usted pertenece –y es vox pópuli la identidad de todos ellos– haya dado el primer paso para ofrecer una alternativa de derechas al Gobierno actual. Es necesario ser transparente en esta operación –de cuya salida de usted constituye el primer hito de una hoja de ruta bien trazada y, espero, estudiada– para lograr no tanto el éxito electoral sino, mejor, la recuperación del espacio político de la derecha que, actualmente, por voluntad del Sr. Rajoy, ha sido abandonado a su suerte, en una especie de res nullius, que, como concepto jurídico –cosa abandonada– permite que, el primero que lo ocupe tiene título legítimo de propiedad y no sólo meramente posesorio.
En este sentido, leyendo su emotiva carta de despedida, sus afirmaciones valientes y sus declaraciones públicas en los medios, como ciudadano de a pie, pero formado intelectualmente en el seno de la derecha sociológica de este país, recordaba los ejemplos de nuestro pasado histórico, de los eternos flujos y reflujos de los sectores políticos de la derecha española y su tradición secular en caer en las mismas trampas estratégicas. Por no ir muy lejos, el Gobierno radical-cedista durante la Segunda República y la falta de coherencia letal de las derechas españolas, forja de la victoria del Frente Popular y el final –colapso, en palabras del historiador Payne– de la democracia en este país. La derecha no puede, ni debe, cometer los mismos errores del pasado, porque, si es una tesis de manual en los libros de Historia, todo aquel país que tiende a no aprender de las lecciones del pasado está condenado, irremediablemente, a repetir los mismos errores y sus consecuencias.
Por todo ello, y con ánimo de sumar y no restar, le aconsejaría que, a partir de este momento, sea usted capaz de ofrecer alternativas y ser muy transparentes en sus actos, sin reservas mentales de ningún tipo, cristalino y limpio. Porque, y como última reflexión, nunca debe –debemos todos– olvidar que es la defensa de los valores y principios de la libertad, la iniciativa privada y la sociedad civil, lo que sirve en política, antes que el cortoplacismo y la negación de las esencias. Más vale equivocarnos en nuestras ideas que hacerlo aplicando las ajenas. Un fuerte y patriótico abrazo.
*Julio José Elías Baturones es profesor del departamento de Derecho Procesal y Penal de la Universidad de Sevilla.