Unos días atrás preguntaba en mi Twitter (@mariocondeconde), sin que predominara lo retórico en la cuestión ni pretendiera llevar la ironía mas allá de los límites educados, cuál sería la actitud de Francia ante lo que sucede en Cataluña. No me refería a si la Unión Europea aceptaría o no a Cataluña como Estado independiente, debido a que ellos, esto es, los oficiales de esa Unión Europea se han apresurado a sentenciar que en modo alguno sería admitida esa hipotética república catalana dentro del euro, de lo cual yo, en mi humildad y escepticismo respecto de las declaraciones políticas rotundas, no acabo de creérmelo del todo. Seguramente dirían al comienzo que no procede pero finalmente, si a ellos les conviene, harían lo que les interesara.
Ya sé que suena a demasiado cínico, pero la vida me ha enseñado que en determinados centros de poder, lo justo, como dijo Goethe, se confunde con lo conveniente. Pero mi pregunta derivaba de una conversación en la que se abordó la pretendida etapa de una república catalana independiente. Todo arranca con la sublevación catalana del famoso Corpus de Sangre. Era el día 6 de junio de 1640. Los segadores entraron en Barcelona buscando, entre otras cosas, trabajo en la siega. La revuelta sangrienta se dirigía contra la nobleza, la burguesía y las tropas del rey. ¿Sentimiento independentista puro y duro? ¿Reivindicación de la idea de nación? Pues me parece que no.
Andaba en esos días España revuelta con la sublevación de Portugal a la que apoyaban, según dicen los cronistas, Francia e Inglaterra, por motivos obviamente desinteresados y altruistas… Pues bien la revuelta catalana acabó con el intento de crear una “república catalana independiente”. Bueno, eso de independiente no es tan exacto porque de modo inmediato decidieron someterse a… ¡Francia! No es extraño. Al fin y al cabo los condados francos fueron la clave de la historia catalana hasta la integración en la Corona de Aragón. Por ello se entiende que el 16 de diciembre de 1641 Cataluña decidió someterse a la soberanía del rey Luis XIII de Francia. Por cierto, en 1642 ya se recuperan Lérida y comarcas leridanas, que dejaron de ser catalanas, esto es, francesas.
Una vez concluida la guerra de los treinta años con la paz de Westfalia, se retornó al problema catalán-francés. Unos años después, concretamente en 1653, el asunto concluyó, dejando Cataluña de ser Francia para retornar a lo que era: España. Por cierto, se perdieron Rosellón, Conflent y Vallespir, que pasaron a Francia, quien prometió mantener en esos territorios el uso del catalán. Los franceses se olvidaron de la promesa e inmediatamente derogaron los fueros y prohibieron el catalán en esas zonas. En fin, cosas de la Historia.