«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
(Santander, 1968). Jefe de Opinión y Editoriales de La Gaceta de la Iberosfera. Ex director de La Gaceta de los Negocios, de la Revista Chesterton y de Medios Digitales en el Grupo Intereconomía. Ex jefe de Reportajes en La Razón. Formado en la Escuela del ABC. Colaborador de El Toro TV y de Trece Tv. Voluntario de la Orden de Malta. Socio del Atleti. Michigan es su segunda patria. Twitter: @joseafuster
(Santander, 1968). Jefe de Opinión y Editoriales de La Gaceta de la Iberosfera. Ex director de La Gaceta de los Negocios, de la Revista Chesterton y de Medios Digitales en el Grupo Intereconomía. Ex jefe de Reportajes en La Razón. Formado en la Escuela del ABC. Colaborador de El Toro TV y de Trece Tv. Voluntario de la Orden de Malta. Socio del Atleti. Michigan es su segunda patria. Twitter: @joseafuster

Las comparaciones son odiosas

19 de noviembre de 2013

José Manuel Rebolledo, bedel del Ministerio del Interior, escuchó un grito en el pasillo, sacó la cabeza por el ventanuco y por pura costumbre, gritó: “¡Está cerrado, vuelva usted mañana!”. La voz tronó: “¡Usted, venga conmigo!”. Rebolledo enfocó la vista y perdió el color de la cara al ver al ministro en persona. “Excelenc… Señor ministro, ¿quería algo?”. El ministro levantó el brazo e hizo un gesto con el índice para que Rebolledo le siguiera.
Rebolledo salió del cuartito de bedeles y corrió detrás del ministro hasta un despacho en la quinta planta. El ministro empujó el picaporte con un gesto desabrido y Rebolledo pudo ver a dos hombres trajeados de pie. El ministro señaló a Rebolledo, miró a sus asesores y dijo: “A ver, prueben con él”.
Uno de los asesores se recolocó las gafas y carraspeó: “Es un bedel”. El ministro replicó, seco: “Pues por eso mismo, hala, pruebe”.
El tipo de las gafas miró a Rebolledo: “Veamos, sitúese… estamos en Vic, en una casa cuartel de la Guardia Civil que, eh, en 1991 ETA puso un coche bomba y murieron tres guardias civiles, dos mujeres y cinco niños y eh, yo soy el ministro y digo… ¿me sigue?”. Rebolledo asintió con la cabeza.
El asesor de las gafas dio un golpe a otro tipo con gomina que tenía un papel en la mano y que dio un respingo: “¿Eh? Ah, sí… Imagínese que yo soy el ministro y digo que los etarras no cogieron las armas para socializar la estrategia del terror para acabar un día saliendo de la cárcel por decisión de un tribunal que les ha homologado a los violadores en serie”.
Hubo un silencio. Rebolledo abrió mucho los ojos y replegó unos centímetros el cuello como esperando más. “Eso es todo… ¿Lo ha entendido?” –dijo el tipo de las gafas–. “¿Quiere que se lo repitan?” –dijo el ministro. Rebolledo asintió: “Si me hacen el favor…”.

El tipo de las gafas agarró el papel y dijo: Vamos a ver, recuerde, estamos en una casa cuartel de la Guardia Civil donde ETA mató a diez personas hace 22 años y, bueno, ya saben que acabamos… acaban de soltar a un montón de etarras por lo de Estrasburgo y uno de ellos es uno de los que pusieron la bomba en la casa cuartel, ¿me sigue? Bien, pues entonces voy yo, que imagínese que soy el ministro, y digo que, atento, que digo la frase: los etarras no cogieron las armas para socializar la estrategia del terror para acabar un día saliendo de la cárcel por decisión de un tribunal que les ha homologado a los violadores en serie”.

Hubo otro silencio. Todos los tipos de aquella sala escrutaron a Rebolledo, que tragó la poca saliva que tenía en la boca. “¿Y bien?”. Rebolledo hizo un mohín. “¿Y bien? –dijo el ministro–. Diga algo, caramba, ¿qué le parece?”.
El bedel balbuceó, torció la boca en todas direcciones y al final dijo: “Lo siento, no la entiendo”. El ministro dio una palmada y dijo: “¿Ven?”. Justo entonces, Rebolledo añadió: “Pero vamos, y digo yo que lo mismo los violadores en serie se enfadan… Quiero decir, por la comparación…, ¿no?”.

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