«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Decisiones inevitablemente comprometidas

9 de septiembre de 2015

La historia, tanto reciente como pasada, nos enseña que  hay muchas ocasiones en las cuales cualquiera de las opciones que se tienen para elegir son desgraciadamente malas, incluso trágicas, y conllevan necesariamente  daños inevitables, pero la falta de decisión, que es a su vez otra decisión, resulta peor o incluso imposible de afrontar sin unas consecuencias peores aún. El aplazar indefinidamente unas medidas que  entrañan un compromiso en el que irremisiblemente se ha de utilizar la fuerza, para evitar el efecto negativo e impopular, no resuelve problemas o situaciones objetivas ineludibles,  situaciones que no van a desaparecer sin más porque queramos apartarlas de nuestra realidad cotidiana. Hay momentos en que habría que decidirse y actuar con todas sus consecuencias.   El problema de la explosión migratoria ha cogido por sorpresa culpable a los europeos, que viven en un mundo idílico, geopolíticamente hablando, desde finales de la 2ª guerra mundial, amparados  bajo el paraguas geopolítico, defensivo y militar USA. Esta migración  de pronto nos enfrenta una vez más, históricamente hablando, a la realidad permanente del flujo de los pueblos a lo largo y ancho de la tierra. ¿Quién puede negar que siempre que se ha producido una guerra o una necesidad en una parte del globo los hombres han buscado escapar y alcanzar orillas más favorables? ¿Quién puede negar que eso haya generado conflictos violentos por parte de aquellos que defienden su situación frente a las ocupaciones o reclamaciones ajenas? A este desafío habrá que buscarle una solución y esa solución si no queremos toparnos con un desastre a largo plazo de consecuencias trágicas impredecibles, va a depender de la voluntad colectiva de los propios europeos a través de sus dirigentes.

Es evidente que este flujo humano no puede resolverse a base de dar cabida a todos aquellos habitantes del mundo que quieran trasladarse a Europa, quizá la diáspora de Oriente Medio, Siria e Irak, busque un acomodo temporal hasta que el problema de sus respectivos territorios se resuelva, pero la masa subsahariana y del norte de África es estructural: son personas que provienen de estados fallidos (el eufemismo “estado fallido” es una incorrección que encubre un error de base o la responsabilidad de la potencias coloniales que dividieron África sobre unos parámetros nacionales inexistentes) personas que buscan un futuro y no son precisamente los más pobres. Una persona dispuesta a dejarse entre 5000 y 8000 $US para que le transporten unas mafias hasta Europa no es precisamente un pobre en su país africano de origen. ¿Qué es lo que hace que alguien que tiene recursos importantes en su país busque emigrar en tan lamentables condiciones? Los peregrinos del Mayflower por ejemplo y demás europeos que se fueron a América básicamente eran movidos por motivos de persecuciones religiosas, la de los españoles en el XIX a América fue la necesidad de alcanzar un nivel de vida decente, escapaban de la pura necesidad de un país pobre, no es el caso de esta nueva emigración africana ¿Cuál es por tanto los que les mueve? ¿Qué podemos hacer desde Europa para resolverles el problema?   

Es claro que ni en un caso ni en el otro la solución pase por alojar en Europa a 20 millones de desplazados de Oriente Medio ni a cientos de millones de africanos oprimidos por unos sistemas sociopolíticos y económicos en manos de unas minorías gobernantes egoístas pero sobre todo  incompetentes, unas clases gobernantes de origen tribal que no deberían estar rigiendo los destinos de esas poblaciones hoy en día tan diversas. Es de todo punto inviable e irreal pensar que semejante “buenísmo” no lleve aparejada una explosión de odio a lo ajeno por parte de las poblaciones locales de consecuencias imprevisibles. No hay que echar la vista atrás demasiado para recordar los horrores de la 2ª Guerra Mundial.  ¿La alternativa?

La alternativa lógica es una que se rechaza de plano por parte de las autoridades europeas considerando los efectos políticos y económicos que pudiera acarrear. Es atajar el problema en origen, intervenir en la fuente del problema. Es evidente que los países de los cuales provienen dichos emigrantes pueden y deben tener un futuro, y si ese futuro pasa por un protectorado, palabra tabú, desde la mal llamada descolonización, habrá que replanteárselo. Un reordenamiento benévolo, no hay porque siempre pensar en la explotación como objetivo, Occidente también ha dado muestras amplias de generosidad a lo largo de la historia reciente por no mencionar a la ingente cantidad de ONGs además de ayudas gubernamentales sin límite.

 

¿Cuál es el problema? Las minorías dominantes y explotadoras locales no se van a ir voluntariamente, habrá que expulsarlas del poder y eso requiere el uso de la violencia y un conflicto previo. Europa es comprensiblemente alérgica a tales planteamientos, EE.UU. tiene el mismo trauma, en China y Rusia, ni pensarlo, no les afecta, y desde dentro es imposible desplazar a los déspotas. ¿La alternativa? ¿Qué nos invadan con todas sus consecuencias a la larga y sigamos escandalizándonos viendo como se ahogan o mueren de hambre por el camino? Quizá sea lo que ocurra, no veo a nadie dispuesto a arriesgar o perder la vida por los africanos, comprensible y razonable, que es sin duda lo que ocurriría si hubiera una intervención, aunque esta fuera pacífica. De palabra mucho apoyo pero allí donde y como es necesario ni se menciona, porque en el fondo ni se atreven políticamente a plantearlo, mucho menos ejecutar un plan coherente y eficaz para resolver la tragedia, un problema que no va a desaparecer a base de retirarlo de los titulares.

.
Fondo newsletter