«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Sobre la democracia en Grecia

7 de julio de 2015

Con las urnas todavía abiertas y bajo el calor que esta noche de verano nos está brindando a los españoles, me surgen varias reflexiones: 

El cuarenta por ciento de los griegos, pese a lo que estaba en juego, ha decidido no decidir nada, lo cual implica que, o bien es muy consciente de que el oráculo de Delfos hace tiempo que fijó el destino griego, o bien no es consciente absolutamente de nada. 

Intuyo que el “No”, es decir, la tercera parte de los griegos con posibilidad de votar, ha sido mayoritariamente respaldado por esos estratos sociales que, afortunadamente para ellos, escapan a las trágicas cifras macroeconómicas que describen la situación del país, pero cuyo mantenimiento es precisamente lo que convierte en desafortunados al resto de sus paisanos. Por poner un solo ejemplo, los funcionarios llegaron a constituir en 2007 el 20% de la población activa, sin contar la innumerables empresas públicas y muchos pensionistas que disfrutan, hasta ahora afortunadamente para ellos, de una pensión homologable a las alemanas.  

La parte no mayoritaria que ha apoyado el referéndum, intuyo, ha sido víctima de la demagogia de Tsipras, del mismo modo que lo fue del ya dimitido Samaras y del PSOK. Cuando a un pueblo se le prometen imposibles y éstos obviamente no llegan, es natural que sus reacciones no sean racionales. Las decisiones políticas nunca lo son, esto constituye una de las primeras lecciones de la ciencia política, pero en estos casos, la visceralidad se apodera de la voluntad en mucho mayor grado. 

El desdichado pueblo griego le han engañado desde tiempos inmemoriales. Le engañaron para acceder a la zona Euro, ocultándole las verdaderas cifras de su macroeconomía. Le engañaron, permitiendo engordar artificialmente su nivel de vida, prometiéndoles el euromaná sin solución de continuidad. Y les acaban de engañar de nuevo, asegurándoles que si se niegan a aceptar la condiciones impuestas por sus acreedores solucionarán sus problemas. 

Se equivoca el pueblo griego al señalar al culpable. Querer cobrar una deuda no es indigno. Y querer cobrarla sin concesiones nunca podrá ser tan indigno como la mentira sistemática a la que viene siendo sometido sin descanso y en silencio, aunque no cómplicemente, pues hay un honroso 40% que ya no se presta a más interpretaciones de su propia tragedia. Si Grecia no se deshace de su clase política pasada y presente, destruyendo el sistema oligárquico que padece, y afronta el futuro con más realismo, no resolverá jamás sus situación. 

Veo muy difícil que la UE pueda pasar por alto lo sucedido pues implicaría transigir con el cumplimiento del pago de las deudas por el solo hecho de que el deudor decida, democráticamente, no pagarlas. La falta de proyecto de la Unión, consecuencia de la ausencia de identidad europea, no será suficiente para empañar el prisma con el que los líderes europeos pueden contemplar un futuro preñado de plebiscitos para no devolver el dinero tomado en concepto de préstamo. 

Como ser humano siento lástima por el pueblo griego. Como politólogo observo que la realpolitik no entiende de lealtades. Obama forzó al FMI a realizar las declaraciones del viernes pasado atendiendo exclusivamente a los intereses geopolíticos que E.E.U.U. tiene en que Grecia no acabe en los brazos de Rusia. Como europeo, desprecio la forma en que estamos construyendo la unión monetaria sin hacer previamente la política. Y como español, temo que el no griego pueda servir para apuntalar las opciones de gobierno del populismo de Podemos. No todo vale con tal de sustituir a la oligarquía actual, pues el precio a pagar puede resultar tan alto como el Olimpo. 

 

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