El espaldarazo al trabajo del juez Llarena ha coincidido con la reactivación de la llamada «mesa de diálogo», fórmula con la que se trata de dar continuidad a las políticas desarrolladas por el PSOE y el PP durante las últimas cuatro décadas, consistentes en ir haciendo concesiones al secesionismo catalán a cambio de cierto tiempo de permanencia del candidato de turno en La Moncloa. Como era de prever, tan irresponsable conducta concluyó con un golpe de Estado que fue neutralizado de forma timorata. A la tibia respuesta de Rajoy, evacuado del poder mientras ocupaba su escaño en efigie o, por mejor decir, en bolso, se unió la concesión de indultos por parte de Sánchez, que de este modo pagaba su llegada a la presidencia del Gobierno.
Regresa la famosa murga del diálogo con el único objetivo de conseguir que el partido antaño de la rosa y el puño mantenga una suerte de coordinación sobre las diferentes sectas que administran (…) las regiones más privilegiadas
Heredero de Zapatero en muchas de sus políticas, Sánchez, unido ya para siempre a las facciones secesionistas que pasan por ser más compatibles –ERC y EH Bildu- con lo que comúnmente se ha dado en llamar «izquierda», por aquello de lo social y lo verde, el doctor ha decidido retomar la mentada mesa, tratando de ganar tiempo ante un futuro electoral incierto, para el cual ha reservado una ingente cantidad de recursos con los que mantener su frondosa red clientelar.
El Sánchez rezapaterizado ha retomado la jerga del vallisoletano que se quería leonés. De hecho, uno de sus ministros de cuota, reubicado tras las últimas elecciones catalanas, Salvador Illa, ha manifestado, sin asomo de rubor, que «dialogar no es ceder», en referencia a la habitual cháchara con los golpistas, tras la cual se ocultan los objetivos tanto de los lazis como del PSOE, inexistente en una Cataluña, en la cual, se mantiene ese subproducto catalanista llamado PSC, que siempre coloca a uno de sus integrantes en los gobiernos socialistas.
Dentro de esta nueva normalidad golpista (…) es imprescindible lo que este colectivo de delincuentes denomina «desjudicialización de la política», o lo que es lo mismo, la exigencia de impunidad
Regresa, por lo tanto, la famosa murga del diálogo con el único objetivo de conseguir que el partido antaño de la rosa y el puño mantenga una suerte de coordinación sobre las diferentes sectas que administran, con altísimas cuotas de caciquismo y de diferentes especies de corrupción, las regiones más privilegiadas. Dentro de esta nueva normalidad golpista, no olvidemos que los indultados, bajo las habituales y cursis formas que les caracterizan, han manifestado, ad nauseam, su intención de volverlo a hacer, es imprescindible lo que este colectivo de delincuentes denomina «desjudicialización de la política», o lo que es lo mismo, la exigencia de impunidad a propósito de sus actividades.
Arrancado el compromiso de poder actuar de este modo, que no otro es el objetivo de la citada mesa, los golpistas, que no dudan en cuanto a sus objetivos últimos, pretenden no sólo traer, probablemente entre homenajes, al huido Puigdemont, sino, y esto es mucho más grave, pues configura el futuro electorado al que, sin duda, entre altas dosis de fundamentalismo democrático, se consultará acerca del estatus político de Cataluña, mantener la inmersión lingüística en Cataluña. Es decir, expulsar al idioma común de los españoles de las aulas catalanas.
Emponzoñadas las togas, todo sería más sencillo, no sólo con un PSOE que pudiera seguir en el poder a costa de seguir entregado al golpismo, sino también con un PP cuyo nuevo líder, que ha desarrollado en Galicia políticas parecidas a las del primer pujolato, se apresuró a reunirse con el Conde de Godó en lugar de con los padres del niño hostigado en Canet por osar pedir ser educado en español.