Siempre he sido un poco Escarlata, de desear lo único que no puedo tener y despreciar lo que realmente me haría feliz. ¡Oh Ashley! ¿A dónde vas Rhett? Por eso comprendí perfectamente la desolación de una amiga al reconocerme su disgusto por no ser admitida en el Club Puerta de Hierro pese a que su marido era socio de ése y de otros tres clubs más a los que sí podía entrar.
¿Por qué entonces la negativa del Club madrileño? Porque mi amiga es “segunda esposa”.
“Somos unas apestadas sociales”, me dijo entonces.
Yo pensé que exageraba un poco, después he podido observar que no erraba. La vida de una mujer casada en segundas nupcias es complicada. Empecemos por el “efecto Mrs. Danvers”, la maléfica ama de llaves de la novela de terror de Daphne du Maurier se personifica en la vida de estas mujeres de recambio como la carroza en la noche del baile de Cenicienta.
Mrs. Danvers puede erigirse en la figura de la propia ex que, a la menor oportunidad, no se cansará de dejarle claro que fue la PRI-MERA esposa, la oficial, la de más caché, y “a la quiso antes que a ti”.
Me cuentan que un conocido artista manda a su segunda esposa a dormir al cuarto de invitados los fines de semana en los que le toca la custodia de su hija de 11 años. Al negarse ésta a dejar su alcoba, recibió una llamada de la ex amenazando con no volver a permitir que la niña viera al padre. ¡Cómo iban a dejar a su princesa relegada en otro cuarto! ¡A-BAN-DO-NA-DA!
Pero el efecto Mrs. Danvers no sólo se circunscribe a las ex-mujeres, la fémina que decida que no eres suficiente para él o que la anterior molaba más, puede ser, desde la suegra o cuñada, a su íntima amiga. Hasta la filipina se puede convertir en tu peor pesadilla. Chicas de servicio que hacen mobbing a la señora de la casa. Tal y como lo oyen. Rebeca y Hitchcock no inventaron nada. Todo vale para conseguir desesperar a “la nueva” y siempre apostillado con un “mi señora- refiriéndose a la ex- me lo enseñó así”. Traducción: ni tú eres mi señora, ni lo serás por mucho tiempo si en mi mano está.
Otro pellizco de monja que aguantan las segundas esposas son las fotos de la ex en casa de la suegra. Se han dado casos en los que en una misma estantería han convivido fotos de ambos enlaces. Y no será por falta de mano izquierda de las segundas. Más jóvenes y guapas que sus predecesoras suelen tener también más tragaderas. Como tener que fingir que eres la anterior- morena, italiana y voluptuosa- aunque tú seas más de Zaragoza, andrógina y con mechas. La gente convencida de que te conoce.
A ojos de las primeras, las segundas siempre serán Marta Chávarri sin bragas en la portada del Interviú. ¡Y es que ser segunda es una vergüenza! Todo vale con tal de no reconocerlo.
“Menganita, te presento a fulanita, mi mujer”…
“Sí, sí… ya nos conocimos en la boda de X e Y…en el 98”
“¿Perdona? ¡Pero si tenía diez años!” Pensará la segunda . Aún así callará y seguirá saludando a todos como si los conociera de toda la vida. Todo, menos reconocer lo evidente: “soy su segunda mujer”. No es el único trance al que se enfrentará: hijos ajenos a los que jurarán parecerse como un calco, bodas civiles sin alfombras en Santa Barbara, ni velo, ni testigos… por no haber, no habrá ni invitados. Una segunda boda no merece tal despliegue. Y siempre la sombra de Rebeca planeando sobre su relación… porque si hubo una segunda oportunidad para Melanie Griffith y Don Johnson o Farrah Fawcett y Ryan O’Neal, ¿Por qué en su caso iba a ser diferente? ¿Por qué los rescoldos no iban a convertirse en fuego y las cenizas pasar a mayor vida? Las que no adolezcan de estas inseguridades siempre tendrán a una buena amiga que les advierta: “¿De verdad no tienes celos de su ex? Yo no podría vivir así”. Y tú jurarás que no, que para nada, que la ex de tu amor es tu BFF – bestfriend forever-.
¿De verdad? ¿De verdad ÉL es el hombre de vuestra vida? ¿El único candidato posible? Hago un llamamiento al Club Puerta de Hierro para que abandone sus normas antes de quedarse sin socios. Bien es sabido que no hay dos sin tres y en menos que canta un gallo seréis vosotras las que estéis con vuestro segundo y él, el deprimido por no poder jugar al golf con la aristocracia empresarial.