«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.

El cazador de votos

29 de abril de 2023

Los políticos barren para su casa. Es lo normal. Siempre ha pasado, y siempre pasará. Pero hasta ahora, al menos a nivel nacional —lo de las comunidades autónomas y el voto clientelar es otro cantar— nunca habíamos vivido una situación tan evidente, tan desvorgonzada, tan desesperada como la del presidente Sánchez.

Desde que hemos entrado en campaña (que no parará hasta las próximas elecciones generales a celebrar a finales de año), el Gobierno no para de sacar iniciativas para beneficiar a algunos españoles con la obvia finalidad de conseguir, comprar, su voto.

El objetivo del cazador de votos han sido últimamente los okupas, pero antes fueron los pensionistas, los funcionarios, los nacionalistas vascos, los catalanes, y también, los del género fluido, las feministas y demás tribus que habitan en su espacio woke. Es tal su pasión cinegética que no se han librado ni los testigos de Jehová, y otras confesiones no católicas, a las que nuestro dadivoso presidente les ha regalado hace pocos días una exención fiscal.

Supongo que alguien en la Moncloa habrá establecido una especie de taxímetro con el que va informando a Sánchez de cómo va incorporando votantes a su muy menguada bolsa de votantes. Espero que el asesor no sea de Podemos, de ese partido que tanto ha denostado el sistema político de la Restauración y el turnismo, pues los caciques de antaño se quedarían perplejos al comprobar los infinitos recursos y el desparpajo de los caciques de hogaño. Aquellos fueron unos aprendices de los de hoy.

Hay una diferencia muy importante con el sistema de la Restauración, aquellos caciques compraban o intentaban comprar los votos con su dinero, fundamentalmente. El cacique actual lo hace solamente con los recursos públicos, con el dinero de todos los españoles. Tenemos una deuda insostenible, un déficit disparado, y una de las presiones fiscales más altas de Europa; y encima, para mayor escarnio, tenemos que asistir cómo el Gobierno va generando bolsas de privilegiados con nuestro propio dinero.

Alguno puede pensar que la lotería le puede caer también a él. Y que Sánchez borre de su lista negra a los autónomos y a los parados, a las familias, los católicos o incluso, aunque parezca una extravagancia, a taurinos y cazadores. Pero no caerá esa breva, salvo que su desesperación le lleve a la completa enajenación.

Más en serio, espero que esta columna les traslade la indignación que me produce el poco sentido de Estado y la corrupción —que lo es, pues un Gobierno debe ser para todos y no para unos cuantos— en la que se desenvuelve nuestro actual Gobierno con su presidente a la cabeza.  

Pero también quiero señalar que creo que estos esfuerzos servirán para poco, más bien para casi nada. El destino de Sánchez es fatal e inexorable. Ni la compra de votos, ni su constante postureo (presidencia rotatoria de la UE, incluida) va a impedir la catástrofe electoral que le caerá encima el próximo 28 de mayo con las elecciones regionales, como preludio de la hecatombe de finales de año cuando compruebe el resultado de las elecciones generales.

Y es que los españoles no somos los mismos del siglo XIX. Tenemos un nivel de renta y de cultura que está muy por encima de los intentos de manipulación de nuestros gobernantes. Algunos esperamos que la superación del Sanchismo suponga dos cosas: la abolición inmediata de todas sus leyes de ingeniería social que a muy pocos satisface; y que los socialistas españoles se vayan vacunados de estas prácticas caciquiles propias de un país que desde luego en nada se parece a nuestra España de hoy. No somos un país infantil donde el voto se pueda comprar. Puede parecer paradójico pero saldremos vacunados del caciquismo del XIX y del comunismo del XX, para entrar en una etapa de modernidad política, sentido común y respeto a los ciudadanos que ya nos merecemos.

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