Los polĂticos barren para su casa. Es lo normal. Siempre ha pasado, y siempre pasarĂĄ. Pero hasta ahora, al menos a nivel nacional —lo de las comunidades autĂłnomas y el voto clientelar es otro cantar— nunca habĂamos vivido una situaciĂłn tan evidente, tan desvorgonzada, tan desesperada como la del presidente SĂĄnchez.
Desde que hemos entrado en campaña (que no pararå hasta las próximas elecciones generales a celebrar a finales de año), el Gobierno no para de sacar iniciativas para beneficiar a algunos españoles con la obvia finalidad de conseguir, comprar, su voto.
El objetivo del cazador de votos han sido Ășltimamente los okupas, pero antes fueron los pensionistas, los funcionarios, los nacionalistas vascos, los catalanes, y tambiĂ©n, los del gĂ©nero fluido, las feministas y demĂĄs tribus que habitan en su espacio woke. Es tal su pasiĂłn cinegĂ©tica que no se han librado ni los testigos de JehovĂĄ, y otras confesiones no catĂłlicas, a las que nuestro dadivoso presidente les ha regalado hace pocos dĂas una exenciĂłn fiscal.
Supongo que alguien en la Moncloa habrĂĄ establecido una especie de taxĂmetro con el que va informando a SĂĄnchez de cĂłmo va incorporando votantes a su muy menguada bolsa de votantes. Espero que el asesor no sea de Podemos, de ese partido que tanto ha denostado el sistema polĂtico de la RestauraciĂłn y el turnismo, pues los caciques de antaño se quedarĂan perplejos al comprobar los infinitos recursos y el desparpajo de los caciques de hogaño. Aquellos fueron unos aprendices de los de hoy.
Hay una diferencia muy importante con el sistema de la RestauraciĂłn, aquellos caciques compraban o intentaban comprar los votos con su dinero, fundamentalmente. El cacique actual lo hace solamente con los recursos pĂșblicos, con el dinero de todos los españoles. Tenemos una deuda insostenible, un dĂ©ficit disparado, y una de las presiones fiscales mĂĄs altas de Europa; y encima, para mayor escarnio, tenemos que asistir cĂłmo el Gobierno va generando bolsas de privilegiados con nuestro propio dinero.
Alguno puede pensar que la loterĂa le puede caer tambiĂ©n a Ă©l. Y que SĂĄnchez borre de su lista negra a los autĂłnomos y a los parados, a las familias, los catĂłlicos o incluso, aunque parezca una extravagancia, a taurinos y cazadores. Pero no caerĂĄ esa breva, salvo que su desesperaciĂłn le lleve a la completa enajenaciĂłn.
MĂĄs en serio, espero que esta columna les traslade la indignaciĂłn que me produce el poco sentido de Estado y la corrupciĂłn —que lo es, pues un Gobierno debe ser para todos y no para unos cuantos— en la que se desenvuelve nuestro actual Gobierno con su presidente a la cabeza. Â
Pero también quiero señalar que creo que estos esfuerzos servirån para poco, mås bien para casi nada. El destino de Sånchez es fatal e inexorable. Ni la compra de votos, ni su constante postureo (presidencia rotatoria de la UE, incluida) va a impedir la catåstrofe electoral que le caerå encima el próximo 28 de mayo con las elecciones regionales, como preludio de la hecatombe de finales de año cuando compruebe el resultado de las elecciones generales.
Y es que los españoles no somos los mismos del siglo XIX. Tenemos un nivel de renta y de cultura que estĂĄ muy por encima de los intentos de manipulaciĂłn de nuestros gobernantes. Algunos esperamos que la superaciĂłn del Sanchismo suponga dos cosas: la aboliciĂłn inmediata de todas sus leyes de ingenierĂa social que a muy pocos satisface; y que los socialistas españoles se vayan vacunados de estas prĂĄcticas caciquiles propias de un paĂs que desde luego en nada se parece a nuestra España de hoy. No somos un paĂs infantil donde el voto se pueda comprar. Puede parecer paradĂłjico pero saldremos vacunados del caciquismo del XIX y del comunismo del XX, para entrar en una etapa de modernidad polĂtica, sentido comĂșn y respeto a los ciudadanos que ya nos merecemos.