«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.
Sevilla, 1986. Periodista. Ahora en el Congreso.

El Estado contra la nación

24 de febrero de 2024

Lo ha escrito el historiador Fernando Paz al ver las imágenes de las cargas policiales contra los agricultores. «El Estado contra la nación, en esto ha venido a parar el régimen». Porrazos contra la gente del campo; indultos y amnistías para golpistas. Grosso modo, es el resumen no del curso político que comenzó con gases en Ferraz, sino de nuestra época. Los de arriba contra los de abajo. Las élites ya han elegido por el pueblo que, sin patria ni prosperidad, ha sido relegado al papel gregario de jalear la ruina propia y pagar impuestos verdes.

El Estado, leviatán y comunidad política organizada al servicio de la nación, ha degenerado en la mayor amenaza para ésta. No cabe mayor traición, por eso da hasta pudor llamar conspiración al ataque permanente, organizado y a la vista de todos de las instituciones a la nación que deberían servir.

Acaso no haya mejor definición de globalismo: colonización de los Estados para ponerlos al servicio del proyecto mundialista que disuelve la nación. Destruir las fronteras para dinamitar los vínculos, la cultura, la idiosincrasia y, en definitiva, la identidad del pueblo que vive dentro. Si la globalización es inevitable («si alguien gritara ‘abajo la globalización’ sería como gritar ‘abajo la ley de la gravedad’», dijo Fidel Castro en 1998) por cuanto el factor determinante es el desarrollo tecnológico, económico y material, no sucede así con el globalismo, un proyecto ideológico.

Por eso el campo agoniza no tanto de hambre o sed sino asfixiado por las trabas que ponen quienes han planeado sustituirlo por el de países donde la mano de obra es casi esclava. Lograda la deslocalización industrial asistimos ahora a la del sector primario, condenado por la penetración de naranjas sudafricanas o tomates marroquíes producidos a precio irrisorio y sin apenas controles de calidad. A esto algunos le llaman libre mercado…

…Y a los viajes de Sánchez a Marruecos, política de Estado. Pero ya sabemos que el presidente va a Rabat a lo mismo que a Bruselas: a vender la soberanía y trocear la nación. Qué debe saber Mohamed VI de Sánchez para ser el único socio al que no logra engañar. Es la relación de servidumbre —obviemos la charla de 30 segundos con Biden en un pasillo de la OTAN— más lesiva de cuantas padece España, que financiará el desarrollo marroquí hasta 2050 mientras destruye el propio. No se veía tal indignidad desde las abdicaciones de Bayona en Napoleón y eso que esta vez el sultán no nos recibió con la bandera de España al revés ni la estatua ecuestre de Tariq.

En cualquier caso la función debe continuar, así que para disimular que PP y PSOE votan de la mano casi el 90% de las iniciativas en el parlamento europeo, la carrera de San Jerónimo se transforma en el cuadrilátero nacional de la pantomima, donde los boxeadores acaban abrazados, exhaustos de tantos amagos y golpes de mentira.

Los palos de verdad son para los agricultores. El régimen aporrea y lanza al suelo —como si fueran naranjas valencianas— a un sexagenario que pretendía romper un cordón policial para llegar al Ministerio de Agricultura. Pegar a un agricultor no es cualquier cosa y en ese maltrato al campo, oficio milenario y prepolítico, percibimos como en ningún otro lugar que el Estado está contra la nación.

También lo vemos en las regiones con lenguas cooficiales. Feijoo celebra por muñeiras que Galicia siga siendo Cataluña con unos años de retraso sin que sus votantes del resto de España siquiera intuyan el apartheid lingüístico o que en Vigo haya el doble de perros que niños menores de diez años. Nada de qué preocuparse mientras ladren en gallego.

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