«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
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Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.
Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.

El intelectual

21 de febrero de 2023

Sospecho que a la condición de intelectual, como a tantas otras, no se llega pronto ni deseándolo muy fuerte. Tampoco cumpliendo una serie de requisitos formales mínimos (un par de libros soporíferos, trabajos que no ha leído nadie y una plaza en la universidad). Puedo estar equivocada, pero un pensador debería crear escuela y tener epígonos, tarea que exige años, además de ser conocido por alguna idea original o una obra que haya trascendido lo académico. 

Asimismo, debería ganarse el reconocimiento y respeto de aquellos que no forman parte de la parroquia, que hoy es todo; de los que no enjabonan ni aplauden las cosas de uno fácilmente, e incluso me atrevería a decir que el del público menos especializado. En nuestros días, el intelectual también es un producto de consumo y está expuesto, o sobreexpuesto, al ojo inquisidor del quídam con opinión, que somos muchos.

Porque, llegados a cierto punto y muy a su pesar, el pensador contemporáneo es un seductor susceptible de convertirse en bestia mediática. Hoy, hasta una turista americana es capaz de reconocer a Raphaël Enthoven en el Café de Flore tomándose su petit crème (suena más orteguiano que «cortado») a 4‘90 euracos después de freír, éticamente, el cerebro de sus alumnos u oyentes radiofónicos. Son cosas de la sociedad del espectáculo y del fetichismo, casi sexual, de la mercancía (¡que se lo pregunten a Carla Bruni!). Si Ortega era unencantadorde marquesas, el espectro de Enthoven es más amplio: llega hasta las novias de su propio padre

Lo anterior nos conduce a la distinción gramsciana entre el intelectual «tradicional» y el «orgánico». Si el primero es un ser monástico, «representante de una continuidad histórica no interrumpida siquiera por los cambios más complejos y radicales de las formas sociales y políticas», el segundo es un ser de sistema destinado a surgir en la época del Capitán Dreyfus. Por cierto, lo último que sabemos (2017) sobre la supuesta implicación del militar en el delito de espionaje que le valió una visita a la Isla del Diablo es que no sabemos nada.

El camino del intelectual orgánico está lleno de sinsabores. No sólo hay que dejarse llevar por la corriente, es importante tener la actitud de una mantis religiosa. Sin alejarse excesivamente del PSOE, uno debe dominar el arte del café, elegir bien la compañía del almuerzo y cultivar los amigos que cuentan hasta pasar al siguiente nivel. Fundaciones culturales, editoriales, tertulias, museos, chiringuitos, medios… Un mundo entero por descubrir, que diría Jaime Urrutia. 

No todo el mundo tiene la suerte de Bernard-Henri Lévy, millonario gracias a la explotación maderera familiar en África. Ahora, mejor no preguntar a los antiguos trabajadores de Becob, la empresa de los Lévy que operaba en Costa de Marfil y Gabón, cómo fueron tratados lo que duró su relación «laboral» con uno de los faros morales de Occidente. No saldrá en ninguna de las películas que dedica a todos los conflictos donde ha participado, brushing y camisa impecables, del lado del bien, la democracia y la libertad. 

Arquetipo de intelectual sistémico, como su ex yerno Enthoven, Bernard-Henri Lévy no es más hipócrita o risible que otros de su cuerda, aunque no estén tan mediatizados. Fuera de nuestras fronteras, a excepción de algunos medios generalistas no se le toma excesivamente en serio. Se ha llegado a hacer, incluso, una película parodiando al personaje y lo que representa (À bras ouverts, 2017). Que sepamos, en España sólo es tenido en cuenta por una antigua top model, un conocido periodista en declive y el fundador de la escuela liberal turolense. No les extrañe que a la terna anterior pueda añadirse algún novelista exitoso o un par de profesores de universidad privada, por supuesto.

Cuando alguien pregunte por el paradero de los intelectuales, díganle que los mejores deben están investigando, dando clase o fuera de España; los de siempre, trepando hacia el paraíso moral enthoviano, y los que quedan, en Twitter. No son compartimentos estancos, claro, y yo reconozco tener debilidad por los últimos. 

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