España se ha puesto en venta en el jardín de La Moncloa a modo de mercadillo para que sus enemigos arrasen con nuestros tesoros por el módico precio de su voto al inquilino de la casa, y así que este pueda seguir viviendo no se sabe cuánto tiempo más en el palacio.
Para ello, se ha desguazado el Estado de Derecho en su totalidad de forma bien detallada, para que todos pudieran llevarse su trocito, con lo cual ya no ha quedado rastro de él; se ha cedido la soberanía de todos los españoles a los ladrones, y la democracia ha quedado como el césped después de un partido de fútbol. Los pactos para esta legislatura ha sido un obsceno reparto de despojos.
El artículo 2 de la Constitución, que en realidad sólo reconoce lo que es anterior a la propia Constitución, pues consagra la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, estaba colocado a la entrada del mercadillo a modo de felpudo para que los nada ilustres compradores se limpiaran los zapatos en él. Y así lo hicieron.
Lo peor es que los matones no han tenido ni que pasarse por allí. Los bildutarras fueron los primeros en pactar con Sánchez su voto afirmativo sin ningún problema, se hicieron la foto y nadie nos ha dicho todavía qué han acordado ni nos lo dirá. Lo tendremos que ver. Y aun cuando lo veamos, nos dirán que no es cierto lo que vemos.
¿Y todo este destrozo por qué? Queridos, porque todo eso es preferible a que la derecha gobierne. Según la izquierda, es mejor para España que desaparezca a que gobierne alguien como usted o como yo. Esta semana nos han dejado claro que somos peor que Tsunamic Democratic, que los golpistas catalanes que hicieron leyes de desconexión, que malversaron fondos públicos o que aquellos que no han condenado el terrorismo, incluso que formaron parte de la banda y que hacen homenajes a los asesinos etarras que vuelven a sus pueblos como auténticos héroes.
Por cierto, a estas alturas hablar de que España se rompe, para muchos, no sólo para la izquierda, todavía es objeto de chanza. Ay, estos fachas exagerados con la murga de siempre. Por eso sólo hablan de que todo esto es un atentado contra la democracia, cosa que por supuesto nos alarma y nos preocupa, contra el Estado de Derecho y contra la convivencia, pero se cuidan mucho de no nombrar la palabra España o la unidad nacional no vaya a ser que los tilden de franquistas. La verdad es que estos complejitos ya son para ir al psicólogo.
La mayoría de comunicadores han pasado toda la semana más preocupados en hablar y sobredimensionar a los cuatro violentos que han protagonizado incidentes en Ferraz que en valorar a los miles de personas pacíficas que se han manifestado durante ocho noches a lo largo y ancho de la geografía española contra el Gobierno.
La criminalización que han hecho de esta gente los propios medios de centro derecha, midiendo nuestros decibelios y analizando cada grito dado en las concentraciones, como si fueran el lugar más adecuado para recitar el Código Civil, buscando al que daba la nota entre siete mil personas normales para dar la impresión de un Madrid en llamas todas las noches, equiparándolo con Barcelona en manos de los CDR, ha sido bochornosa.
Supongo que se nos pide total sumisión al golpe y que salgamos a la calle cuando nos lo digan los partidos. Toda la vida escuchando que en España la sociedad civil está adormilada y cuando sale, resulta que no es el momento.
¿Por qué les molesta tanto que miles de personas salgan todas las noches denunciando a un Gobierno corrupto y golpista? Si no son capaces de entender el grado de preocupación e indignación de gente de todas las edades, tienen un problema. Ese estado de las emociones que tanto respetan en la izquierda cuando sale a la calle a golpe de consigna, como pasó cuando la sentencia de la manada, por ejemplo, se ve que no lo comprenden cuando le pasa al resto de la sociedad.
La movilización permanente es una necesidad de muchísima gente que tiene la necesidad de ser parte de lo que está sucediendo, que no se resigna a ver desde el sofá cómo deciden por ella, que tiene algo que decir. Una sociedad que aceptó el resultado de las elecciones, pero que no está dispuesta a que se conculque la ley y se venda España por un puñado de votos que permitan al felón detentar el poder unos cuantos años más.
Es el momento de respaldar a todo aquel que se oponga al golpe de estado de manera pacífica, convocadas por los partidos o por la sociedad civil. No es el momento de siglas. Unidad nacional.