«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

El mercado está fatal

12 de enero de 2025

Se ha estrenado la tercera temporada de Machos Alfa (Netlix), una serie que triunfó por atreverse a señalar con humor ciertas disfunciones y contradicciones del discurso feminista.

Esta tercera parte parece menos divertida y, sin embargo, más decidida a explotar ciertas cosas. Por ejemplo, la hija de uno de los protagonistas decide ser chico y pide bloqueadores de pubertad. Entra en lo woke la serie, muy a la española, es decir, tarde, cuando el woke, a la misma hora de su estreno, estaba muriendo, muriendo un poco en Estados Unidos. Mark Zuckerberg le contaba a Joe Rogan las presiones de Biden para que Facebook ejerciera censura. Su empresa (Meta) no sólo retira los criterios DEI (Diversidad, Equidad, Inclusión) que inspiran las políticas woke sino, y esa era otra noticia, los tampones de los cuartos de baño masculinos. Triunfo de la biología e inicio del desmontaje de la martingala woke.

Lo de Machos Alfa queda un poco anticuado, como cuando los grupos españoles de los 80 incorporaban lo visto en Londres. Queda forzado pues forzado fue siempre el debate del género (ya se bajó el PSOE) y lo que al final queda en la serie de ‘vivo’ es lo que hubo siempre y lo que ha arraigado, lo woke castizo.

Nosotros tenemos, por una parte, la minoría oprimida vascocatalana (para quienes la Constitución del 78 sería lo que la Ley de Derechos Civiles del 64 para los negros estadounidenses), ahí está el caso Dani Olmo. Pero sobre todo están las mujeres. El feminismo y los derroteros de lo femenino. El estado de la cuestión. La querella, regada con mucho dinero público, tiene algo real. Es muy llamativo ver en Machos Alfa, por ejemplo, y entre bromas y veras, el retrato de las mujeres españolas: en la serie no hay una que no sea desconcertante. Son tan libres, están tan empoderadas que resultan incomprensibles.

De nuevo, había una coincidencia con lo real. Porque a la misma hora del estreno latía una polémica española que no era lejana e importada como la del woke y Facebook sino puramente nuestra y protagonizada por Alba Carrillo, que bien podría ser un personaje más de la serie.

Un tuitero había comentado una fotografía suya, un selfie de palpable esplendor: «Cómo de loca tiene que estar para que no le haya compensado a nadie, eh». Un tuit Bernini, una de esas cosas por las que X está cambiando el mundo y por la que se pelean los Estados y los Supraestados. Thierry Breton, el excomisario de la UE, explicaba a la vez cómo Europa tratará de controlar las elecciones en Alemania igual que se hizo en Rumanía. Contra Twitter/X se han aplicado los DEI, la bruselense DSA, la verificación de datos de terceros… En España hay otro método. Un fact checking más directo y efectivo: la mujer enfadada. La cantante India Martínez lo hizo una vez («Te daba una hostia») y Alba Carrillo reaccionó con un vídeo dedicado «al engendro».

Salía estudiando, y para tener «cero unidades de disgusto» dejaba un mensaje de cuatro minutos con las razones de su soltería: no es que no pueda casarse, es que no quiere.

«El mercado está fatal porque hay reductos sociales todavía complicados de digerir…». Curiosa la explicación de Alba para los desajustes del mercado del amor. La oferta y demanda no se encuentren en feliz copulación por esos reductos de irreformables…

Alba Carrillo sigue la doctrina oficial. La razón de que el mercado no funcione serían los machistas o los incels (los excluidos por el mercado). Con educación (o reeducación) esto se resolvería. En cierto modo, es como culpar a los parados de su situación. Pero hay otras visiones…

La liberalización del mercado sexual desde el 68 dio poder a la mujer, aunque también al hombre. El resultado, como es normal, es la desigualdad. Unos pocos hombres tienen muchas mujeres y el resto no se come un colín. La Libertad es así, pero la libertad podría tener efectos no solo en la vida de Alba Carillo sino en la civilización. Carlos Esteban nos contó hace poco las tesis del antropólogo Unwin: la liberación sexual podría llevar a la disolución total de una cultura en… tres generaciones.

Y no estamos tan lejos. El contador ha empezado a correr. Si hablamos de generaciones, no podemos olvidar a la propia madre de Alba, Lucía Pariente, que también contestó al tuitero bernini con esa lucidez reflexiva boomer tan valorada: «Hijo del Gran Cabrón, machista, ultra mierda, cobarde, mierda con vida una vida de mierda»… El Gran Cabrón sería una bonita forma de llamar al Patriarcado…

Pero resuenan las palabras de Alba Carrillo: «El mercado está fatal». Es una frase que se repite mucho, quizás porque no caemos en lo que se está diciendo. ¿Acaso no se autorregulaba el mercado?

Las imperfecciones del mercado del amor y el sexo han sido una preocupación de los extremismos: las feministas, financiadas y promocionadas en extremo, y los incels, extremadamente marginados. Pero ahora podrían empezar a ser una cuestión del centro. Garicano (exCiudadano) ya ha tuiteado sobre el asunto. Un tuit, por supuesto, basado en evidencias fácticas, en science, en datos que demuestran que el problema de la natalidad no estriba en que haya menos niños por pareja sino menos parejas. El garicanismo (centrismo con gráficas; hay muchos centrismos, como blancuras en el polo norte) descubrió hace poco la problemática de la inmigración y ahora descubrirá el incelismo o los resultados del liberalismo sexual.

Esa frase, el mercado está fatal, ha sido una frase muy usada que pronto podría ser considerada sospechosa de ideológica o incluso de marxista. Ya está bien de culpar a la mano invisible. A Alba Carrillo le podría caer encima el sedicente Internet Liberal («¡no hables mal de Mi Mercado!») con su zoología particular. Ella, según propia confesión, se ha enfrentado a bastantes tipos de hombres, incluso a los forofos del fútbol, pero quizás nunca a los hayekianos y a los seguidores de Rallo y a los seres de calcetines raros… Esto sería un espectáculo.

Fondo newsletter