«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

El misterio de la mortalidad infantil

26 de marzo de 2025

Se ha publicado en Francia un libro, 4,1, sobre la extraña evolución de un dato concreto: la tasa de mortalidad infantil, que allí, contra la tendencia que podríamos esperar, está creciendo. En 2020 era de 3’6 (fallecidos por cada mil niños nacidos), y año a año ha subido hasta el 4,1 actual. Es un dato alarmante que los periodistas Anthony Cortes y Sebastien Leurquin han tratado de explicar. La mayor parte de defunciones se producen en las horas inmediatamente posteriores al parto; apuntan, por ejemplo, al desmantelamiento de los centros de maternidad en las últimas décadas. Casi un millón de mujeres francesas en edad fértil tienen el hospital de maternidad a más de media hora de distancia. Hay un problema de atención médica en zonas rurales y periféricas.

La tasa de mortalidad infantil es un indicador revelador. En los años 70, Emmanuel Todd anticipó la caída de la Unión Soviética al observar el aumento de la mortalidad infantil entre 1970 y 1974. Como cuando un médico encuentra en nuestros análisis un valor disparado y nos alerta, Todd observó una grieta delatora en el edificio soviético. El dato de Francia invita a poner en solfa la grandilocuencia de la macronité.

Este aumento en la mortalidad infantil se ha entendido como una anomalía francesa, sin embargo, en Inglaterra la mortalidad infantil ha aumentado en 2024 por tercer año consecutivo. Se observan allí grandes disparidades socioeconómicas, geográficas y étnicas. Por ejemplo, la tasa de mortalidad infantil es tres veces mayor en las zonas desfavorecidas; mayor en el norte (Yorkshire) que en el sur del país y mucho mayor, hasta dispararse, para los bebés pakistaníes, caribeños o africanos, con tasas de 7, 8 o 9 niños muertos por cada mil nacidos.

En España no conocemos aun el dato de 2024, pero según el INE, la tasa de mortalidad infantil también lleva tres años subiendo: 2,54 en 2021, 2’60 en 2022 y 2,63 en 2023.

¿Qué está sucediendo en Europa? Algo serio ha de estar fallando a cierto nivel. ¿Nuevas fracturas sociales? ¿Desigualdades más acusadas? ¿Una debilidad derivada del Covid?

En su análisis de la guerra de Ucrania, Todd anticipó hace meses la derrota occidental entre otras variables por la tasa de mortalidad infantil. Poca gente sabe (o está dispuesta a saber) que ahora mismo es más alta en Estados Unidos (5,4) que en Rusia (4,4), donde descendió desde el año 2000 (estaba en 19). La mortalidad infantil de EE.UU es mayor que la de los países que combate (Rusia) o protege (Europa). Hay algo en la orina del Imperio que invita a reconsiderar algunas cosas.

La tasa de mortalidad infantil es un dato poco falseable. No admite trucos como el PIB o el IPC. Y al hablar de los más débiles nos dice algo sobre la salud de una sociedad. Es un indicador sensible, la oscilación de un sismógrafo. Puede ser un inquietante presagio o revelar, cuando menos, problemas en las profundidades.

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