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Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.
Nacido en Madrid, de madre inglesa, casado y padre de cuatro hijos, es un empresario, abogado y articulista que pasó más de una década inmerso en el mundo de la política madrileña. Sus pasiones son escribir, la empresa y la política.

El mito democrático de Azaña (y de Sánchez)

26 de diciembre de 2021

José María Marco ha publicado Azaña, el mito sin máscaras (Editorial Encuentro), su tercer libro sobre este personaje. Es muy interesante, con datos y perspectivas reveladoras sobre la complejidad de los años 30 en España.  

Para los estudiosos del nacionalismo, resulta especialmente interesante la elaboración del mito de la Edad de Oro que hace Azaña enfrentando la España medieval, de las Comunidades de Castilla frente a la Imperial que nace en los Reyes Católicos.  Esta visión, aún perdura en ciertos círculos de la izquierda, aunque de forma minoritaria.  Y es uno de los factores que diferencia a las denominadas “dos Españas”.

En mi opinión, lo más importante de la obra de Marco es la reflexión que hace sobre el muy escaso talante democrático de Azaña. Ahí, como reza el título, se acaba el mito que ha creado la propaganda de la izquierda.

Intuíamos que algo olía a podrido en la trayectoria del personaje y no sólo por mantenerse ajeno ante la violencia desatada por PSOE, comunistas y anarquistas durante los primeros meses de la Guerra Civil, el denominado Terror Rojo revolucionario, sino que incluso antes, al poco de instaurarse la República en mayo de 1931, nada hace ante las primeras quemas de conventos e iglesias.

Marco afirma -y documenta- cómo Azaña pretendía un tipo de república en el que no cabían más que sus aliados y que llega al paroxismo cuando pide que se invaliden las elecciones de 1934 porque había ganado la derecha. A ello hay que unir su intransigente espíritu y su falta de escrúpulos para incorporar como aliados en sus gobiernos a extremistas como fueron los socialistas prosoviéticos, comunistas e incluso anarquistas. Cosa inaudita en la Europa de entonces.

Estos liderazgos democráticos tan sectarios tienden, con el tiempo, a desmantelar las instituciones y al autoritarismo

Para ilustrar esta idea, recoge una cita muy elocuente de Emile Combes, primer ministro francés: “Quien está con la derecha está contra la República, y quien está contra la derecha está con la República”. El problema de Azaña es que asumiría este exceso verbal del francés de la forma más cateta posibleVive la France y su nefasta influencia!) y lo llevaría a los extremos que hemos descrito en párrafos anteriores. La consecuencia de esta actitud fue gravísima: el fracaso institucional de la II República y la Guerra Civil.  

Hoy, debemos reflexionar los paralelismos de Pedro Sánchez y su Gobierno, las similitudes. Su dialéctica es feroz y divisoria. Su “mantenerse ajeno” ante algunos episodios de violencia política recuerdan a Azaña, su wokismo es muy previsible y ridículo de tan importado; y lo que es más grave, demuestra muy poco respeto por las instituciones constitucionales cuando -y aunque no abiertamente- él o sus ministros las desprecian o pretenden abrir un proceso constituyente para perpetuarse en  el poder.

Porque en la “democracia” de Sánchez sólo caben los que le apoyan. El personaje está tan lleno de sí mismo y tan ajeno a plantearse cualquier cosa que no sea “ir tirando” que aún está muy lejos de tener una visión tan personal, peligrosa e intransigente de lo que debe ser la democracia como tenía Azaña.

Para paliar estas tendencias están las instituciones, las elecciones libres  y la división de poderes que aún funciona en España. Hay que estar especialmente atentos para no dar un paso atrás, y por ello no se entienden los pactos de Casado y Sánchez para renovar el Poder Judicial. Al “azañismo” de Sánchez no hay que darle pábulo.   

Pero no bajemos la guardia: estos liderazgos democráticos tan sectarios tienden, con el tiempo, a desmantelar las instituciones y al autoritarismo. Putin es un ejemplo. Un segundo mandato de Sánchez puede complicar mucho las cosas.

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