«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
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Escritor, conferencista. Consultor político. Doctor en Derechos Humanos. Maestro en Filosofía, Cultura y Religión. Activista católico, provida y profamilia, y contra el socialismo, el comunismo y el progresismo. Presidente de “Nueva Derecha Hispanoamericana” y Fundador del Ejército Cristero Internacional. Speaker en CPAC 2022 y en el Congreso Iberosfera Monterrey. Ex Secretario de Comunicación del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Acción Nacional (PAN). Premio Nacional de Periodismo 2007, otorgado por la ONU en México. Analista Geopolítico. Su más recientes libros son: “La Contrarrevolución Cultural frente al marxismo posmoderno” (2022), y “La Nueva Derecha: el retorno de Dios a la cultura, ante el supremacismo progresista” (2023).
Escritor, conferencista. Consultor político. Doctor en Derechos Humanos. Maestro en Filosofía, Cultura y Religión. Activista católico, provida y profamilia, y contra el socialismo, el comunismo y el progresismo. Presidente de “Nueva Derecha Hispanoamericana” y Fundador del Ejército Cristero Internacional. Speaker en CPAC 2022 y en el Congreso Iberosfera Monterrey. Ex Secretario de Comunicación del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Acción Nacional (PAN). Premio Nacional de Periodismo 2007, otorgado por la ONU en México. Analista Geopolítico. Su más recientes libros son: “La Contrarrevolución Cultural frente al marxismo posmoderno” (2022), y “La Nueva Derecha: el retorno de Dios a la cultura, ante el supremacismo progresista” (2023).

El nuevo americanismo rojo

30 de mayo de 2022

En el fondo de la «rebelión» del bloque socialista hispanoamericano contra el Gobierno de Joe Biden en defensa de tres dictaduras que violan sistemáticamente los derechos humanos está, de entrada, su deseo de perpetuidad en el poder.

Andrés Manuel López Obrador (AMLO), de México; Luis Arce, de Bolivia; Alberto Fernández, de Argentina; Gabriel Boric, de Chile; y Xiomara Castro, de Honduras, cuando abogan por las impresentables tiranías de Cuba, Venezuela y Nicaragua, todos sin duda, al mismo tiempo están pensando en su propio futuro, en poder reelegirse de una u otra manera, reformando sus leyes mañosamente, y que Estados Unidos no intervenga.

Esgrimiendo el principio de la “libre autodeterminación de los pueblos” –que interpretan a conveniencia- o bien el “respeto a la soberanía”, estos abogados de sí mismos en tercera persona están pariendo un americanismo socialista que lucha por la jubilación de las democracias liberales en el continente americano.

Biden, otro progresista más, necesita los votos hispanos para intentar no naufragar (más aún) en las elecciones intermedias de noviembre, y no se diga en las presidenciales de 2024. En Estados Unidos hay 60 millones de hispanos, de los cuales 40 millones son mexicanos, y de éstos, 11,4 millones viven en California, la mayoría en Los Ángeles, justo la sede de la próxima Cumbre de Las Américas. La elección de esta ciudad como anfitriona emite por sí misma un mensaje progresista, de izquierdas globalistas, y coquetea con el universo de la Hispanidad. A esta lógica abona la invitación a España al evento, como observador. Como sea, el gobierno de Pedro Sánchez es de línea socialista también.

El Partido Demócrata, desesperado ante la caída de popularidad de Biden, y en medio de una inflación galopante, con la gasolina por los cielos y crisis migratoria en la frontera sur, necesita afianzar la relación con los gobernantes del resto del continente, por lo que se acabará sumando al naciente «americanismo rojo». Hecho esto, quedará cerrada la pinza, la alineación continental de las izquierdas, con fines electoreros, de eternización en el poder, en primer lugar.

Pero no sólo eso. Biden, en sus breves momentos de lucidez, recuerda que debe luchar contra China por la hegemonía mundial, y eso incluye Hispanoamérica. En el contexto de la guerra de Rusia contra Ucrania, sus personeros ofrecieron comprar petróleo a Venezuela, hasta 500.000 barriles, para compensar lo faltante que les era proporcionado por Putin.

El Partido Demócrata, desesperado ante la caída de popularidad de Biden, y en medio de una inflación galopante, (…) se acabará sumando al naciente ‘americanismo rojo’

Este gesto puede entenderse como un coqueteo más de Biden con las dictaduras. Él mismo fue vicepresidente con Barack Obama, quien se reunió con Raúl Castro en una previa Cumbre de las Américas, la de 2015, en Panamá. Y si esto es así, ¿por qué no está invitando a Cuba, Venezuela y Nicaragua a este encuentro?

El evento pertenece a la OEA, aunque se estila que el país sede es quien invite a otros a asistir. Pero las presiones de Luis Almagro, el secretario general, y personaje cercano a Biden, deben haber surtido efecto. Recordemos que la CELAC ha pedido una y mil veces la extinción de la OEA y la cabeza de Almagro por considerarlo cercano a Washington, y un “golpista” e intervencionista, sobre todo a partir del caso Bolivia en 2019, cuando sale Evo Morales del poder.

Dicho de otra manera, Biden por sí mismo podría haber incluido a todos los países, sin excepciones. Pero siendo un evento de la OEA, correspondía escuchar a Almagro, quien debe sentir tiburones rojos rodeándolo en mar abierto.

Alberto Fernández fue a China y se adhirió a la Nueva Ruta de la Seda, y a cambio de convertirse en una colonia roja más se trajo a Argentina 23.000 millones de dólares para construir una central nuclear, termoeléctricas y demás infraestructura de energía y comunicación. Con ello y con la presidencia de la CELAC busca su reelección en 2023.

Boric no tardará en entregar su litio «nacionalizado» -que más bien es estatizado- a China y en firmar su entrada en la Ruta de la Seda. La mayoría de los países del sur americano ya son cercanos al PCCh, y recientes datos documentan que el Foro de Sao Paulo no ha sido nada independiente una vez muerta la URSS, sino que ha trabajado estrecha -pero discretamente- con el comunismo chino.

A los chinos les conviene hacer negocios con dictadores porque así sus tratos duran mucho más tiempo que con un gobernante democrático

El único mandatario del bloque rojo hispanoamericano que públicamente ha marcado una cierta distancia con China ha sido López Obrador, quien incluso dijo que en México se manufacturaban piezas militares de Estados Unidos, que estábamos muy unidos ambos países, y que había que conformar una suerte de «comunidad económica americana», aludiendo a la europea, a nivel continental, ojo, para evitar la hegemonía económica China.

El eje socialista hispanoamericano -léase la unión del Foro de Sao Paulo, el Grupo de Puebla y la CELAC-, es decir, México, Honduras, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Argentina, Chile, Perú, más Lula da Silva, Gustavo Petro, Evo Morales, Rafael Correa, Cristina Kirchner, y otros socialistas más, juega a vender su amor al mejor postor.

Estar del lado de Estados Unidos a algunos podría convenirles más que a otros, siempre que Biden o sus sucesores respeten sus dictaduras. Aquellos opositores cubanos que viven en la diáspora perdieron toda esperanza en los demócratas estadounidenses cuando vieron a Obama darse la mano con Castro. Y los venezolanos, cuando vieron el acercamiento para comprar petróleo a Maduro.

La ONU es caso perdido. Trae una agenda progresista y también convalida dictaduras: Samuel Moncada, embajador de Venezuela en la ONU, celebraba en diciembre de 2021 que esta institución globalista le haya entregado credenciales de Gobierno legítimo a Maduro.

Estar del lado del Partido Comunista de China está conviniendo a la mayoría de los tiranos, porque reciben fondos y respaldo geopolítico. A los chinos les conviene hacer negocios con dictadores porque así sus tratos duran mucho más tiempo que con un gobernante democrático y tener que volver a negociar cada cuatro o seis años.

No importa lo que se acuerde en la Cumbre, y quiénes acaben yendo y quiénes no. Importa mucho más este subtexto de reacomodos geopolíticos, donde una pandilla de rojos le tuercen el brazo a un necesitado de apoyo hispano como Biden. A las derechas continentales les urge organizarse, antes que no dejen ni las migajas estos hijos de Marx y de su émulo posmoderno Thomas Piketty.

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