«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

El otro misterio de Semana Santa

29 de marzo de 2024

Además del misterio Pascual, la Semana Santa tiene otro misterio: dónde va la gente. Es el otro misterio de estos días: pasión, muerte, resurrección y… vacación.

Muchas Semanas Santas ya me quedo en la ciudad, rodeado de los cuatro que no salen, y cada año, como actualizando un ritual, me pregunto lo mismo: ¿pero la gente no estaba arruinada? Todo está carísimo, a fin de mes se llega raspado, todo el mundo se queja del coste de la vida (entre el precio del productor y el precio de venta, la vida pega un salto), entonces ¿cómo es posible que cada año en la ciudad no quede ni el Tato?

El barrio parece una estepa deshabitada de donde a veces emerge, en lontananza, la figura siberiana de un vecino paseando al perro. Todo cierra, el tráfico desaparece. Incluso dejan de sonar las sopladoras de hojas. Se logra un silencio milagroso que quizás sea lo característico de estos días, como si se quisiera mantener el recogimiento que tuvo siempre la Semana Santa.

Pero no es recogimiento, es que la gente no está, se ha ido pero… ¿cómo? ¿dónde? ¿con qué dinero? ¿cómo les alcanza?

En Semana Santa se despierta algo que en verano cristalizará en la frase: «Mucha crisis, mucha crisis, pero está todo lleno…».

Y es verdad. El español se las ingenia para irse. Dudamos entonces, malpensamos un poquito. «Es que la gente pide créditos». Y al decirlo, con espanto de ahorrador calvinista, también asoma cierta admiración. Si así fuese, qué manera de vivir, qué optimismo, qué desahogo…

La derecha siempre tiende a lo apocalíptico en economía. Se avisa desde hace tiempo de la llegada de una crisis que parece prevista por Nostradamus. Llega a ser parte fundamental del pensamiento de la derecha: algo trágico, una escatología de la ruina. Los cielos se abrirán, será la Gran Gran Depresión, pero cuando eso llegue, se hará Justicia.

Pero los años pasan y con todas las penurias, que las hay, yo siempre acabo solo en Semana Santa. El español sale desesperado y paga como sea. Igual la gente come guisantes con cuchillo y tenedor, como si fueran bistecs, o deja el gimnasio (que tampoco se puede estar) o le quita al niño las clases de inglés, pero al final consiguen irse de vacaciones. La sensación es que, mientras uno pueda tomarse dos cervezas en algún sitio sin M30, la cosa funcionará. El gobierno tiene, en alguna parte, una ecuación en la que x es lo necesario para pagarse una escapadita e y el número mínimo de españoles que no le pedirán más a la vida.

Pese a los pesares, mal que bien, la gente va y viene y se paga la escapada de Semana Santa. Con los sueldos que hay, el gasto en vivienda, la subida de los alimentos… ¿Cómo lo harán? No lo sabemos. Y esta pregunta ya es tan habitual que parece que Ben-Hur se la hace a Messala todos los años.

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