«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

El otro misterio pascual

25 de abril de 2025

A menudo distinguimos entre micro y macro. La macroeconomía puede ir bien, pero no sentirse en el bolsillo.

Otra distinción sería posible dentro de la llamada «micro»: la apariencia del bolsillo y la verdad del bolsillo. Lo que se aparenta y lo que se tiene.

Es más bien una suposición que nos hacemos, muy a menudo en Semana Santa, momento en el que las noticias hablan del Nuevo Testamento con palabras del Viejo: éxodo, diáspora…

La gente se va, pero masivamente. En Madrid, por ejemplo, no quedaba nadie estos días. Las calles eran un escenario apocalíptico en el que se veían muchas personas chinas, como se verían las gambitas si a un senyoret le quitáramos todo el arroz.

La huida del puente tiene un efecto escenográfico. Le da más sabor a la Semana Santa, sentimos el «atroz silencio» del que hablaba Gómez Dávila. Lo que en el franquismo era oficialidad ahora lo provoca el turismo.

Porque la gente desaparece y nada se oye salvo quizás las notas de Bach saliendo del tocadiscos de algún progre, pues ellos no son de procesiones y lo viven así.

En esos momentos de gran silencio, el que se queda no se pregunta adónde (van) sino de dónde (sacan).

Si las datos son reales y la tiesez manifiesta, ¿por qué los restaurantes se llenan y en las redes sociales todos son selfis exóticos?

Quien descubra esto podría ser el nuevo Keynes; hallar el multiplicador que explique la distancia entre lo que se saca y lo que se destaca.

La gente se queja, la gente no tiene, pero se va, aun a sabiendas de que vaya donde vaya le lloverá. La gente («la gente» hay que decirlo, además de con cierta reprobación, como si fueran de otro planeta, un n-1 siendo el uno nosotros) deja la ciudad y especialmente deja Madrid, que será lo mejor de Europa pero es abandonada a una velocidad de protocolo nuclear.

En el silencio de la urbe nos quedamos solos ante el Misterio de la Pasión, pero también ante el otro misterio pascual: ¿cómo lo hacen?

Ah, pero el que se va ha de volver y el domingo, junto a la alegría de la Resurrección, se disfruta de otra alegría menos confesable: pensar que a muchos les espera el atasco. Esto produce un pequeño placer, una tenue schadenfraude que se introduce en el tedio jubiloso de la Semana Santa como la aceituna en el dry martini (utilizado aquí, aclaro, como mero recurso).

EL catalán tiene una palabra muy bonita: justejar: escasear, pero también «ir justito». Se supone que aquí justejamos, pero en Instagram no se nota. Todas las Semanas Santas, los costaleros del quedarse nos lo preguntamos.

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