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Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

El proceso de asimilación de ETA

16 de abril de 2024

El CEU presentó ayer un informe sobre la legitimación de ETA, eso que se ha llamado el blanqueamiento. Se usa tanto, tan intensamente, que al ir al dentista parece que estamos pidiendo algo terrible. Pero es que blanqueamiento ha sido una palabra con la que referirse a muchas cosas durante mucho tiempo: la comprensión y justificación, primero, y luego la legitimación, legalización y homologación.

Hablamos de las ideas de Bildu, «testaferro de ETA», según el Tribunal Supremo. Los autores del informe parten de una «cronología de traición». Así la llaman. La cronología es indispensable para entender lo que ha pasado y su naturaleza de proceso.

El origen lo sitúan en 1997, en el asesinato de Miguel Ángel Blanco y la reacción al mismo. 27 años después, muy pocos jóvenes conocen ese nombre ni lo que sucedió. El martirio personal, el tormento familiar. Menos aun el trauma del español, que hubo de interiorizar, en reality espantoso, el miedo, el terror, el dolor y la impotencia. El efecto psicosocial de todo eso tuvo que durar. Hubo sólo un espasmo de rabia y es ahí donde se inicia el Proceso de ETA.

Son, en mi humilde opinión, tres fases. No las dos de Zapatero y Sánchez, sino tres.

FASE PRIMERA: LEGALIZACIÓN (1997-2011)

En 1997, el pueblo reacciona y el PNV sale al rescate de ETA. Su final no podrá ser por derrota sino por «negociación». En 1998 firman PNV y Herri Batasuna el Pacto de Estella. En 2000 gana Aznar: lucha contra el terrorismo y ley de partidos. Hasta un clima de entendimiento entre PP y PSOE (Basta Ya, 2001). Pero en el 2000 no sólo llega la victoria de Aznar, también la de Zapatero en el PSOE. Con una mano «apoya» los pactos con el PP; con otra inicia las negociaciones con ETA (2002). En 2004 llega al poder. En marzo de 2004 confluyen dos líneas: la que va a sacar a España de su política exterior, y la que va a redirigir su desarrollo territorial. Ese año, ERC pacta con ETA en Perpiñán. Zapatero ya gobierna y pide aval al Congreso para su «diálogo». Son los años de un «diálogo» que culmina en 2011 con la legalización de Bildu por parte del Tribunal Constitucional y con el triunfo de Rajoy.

SEGUNDA FASE: LA NATURALIZACIÓN (2011-2017)

Se abre aquí la segunda fase: naturalización, por usar una expresión de Borja Semper. La normalización. Los años de Rajoy. Durante el Gobierno del PP nada cambia y esto se acepta, cala, se silencia, se va sedimentando. Fin de la discusión. En 2011 se produce el 15-M, la política cambia de argumento y de maneras, el País Vasco baja el volumen y comienza en 2012 el procés catalán.

TERCERA FASE. HEGEMONÍZACIÓN. 2018 EN ADELANTE

En 2018, moción de censura contra Rajoy en la que ya participa Bildu. Triunfo de Sánchez con Bildu de socio. En 2020, PSOE y Bildu llegan a firmar un manifiesto contra la derecha en favor de los Derechos Humanos. Bildu es fundamental para aprobar leyes sociales (reforma laboral), leyes ideológicas (la ley del «sólo sí es sí») y la Ley de Memoria Democrática, de importancia fundamental.

Hay que repetir. Tres fases: legalización con Zapatero (1997-2011), naturalización con Rajoy (2011-2018), hegemonización con Sánchez (2018 en adelante).

En este proceso han participado todos. Lo inicia el PNV rescatando a ETA y dictando el futuro: no habrá derrota, habrá negociación. Apoya el separatismo catalán. Lo hace suyo el PSOE y lo ejecuta, pervertidos Congreso y Constitucional. El PP lo respeta, lo mantiene, lo naturaliza.

Es el sistema entero el que participa. El Consenso muta y se reconfigura. En la actualidad, las ideas de Bildu gobiernan y están en los medios. Las razones que llevaron a su ilegalización han desaparecido de la conversación. Estamos en un marco nuevo dominado por el antifranquismo y lo ideológico nuevo: LGTBI, feminismo, cambio climático… (por eso lo de Franco no es una mera cortina de humo). La clave es la Ley de Memoria Democrática, que extiende el franquismo hasta el 83, hasta el PSOE bueno, prolongando así el antifranquismo como núcleo del nuevo consenso. Si hubiera que ilegalizar, ahora el debate sería otro. Se duda de la constitucionalidad de otros. Otros serían los «ilegalizables». El giro copernicano del Consenso es este, enorme, y además lo coloca (al enorme paquebote del 78) en las coordenadas internacionales de la UE y Bruselas, porque lo «ilegalizable» ahora sería lo que ellos consideran ultraderecha, populistas, negacionistas…

Aquí se ha producido algo asombroso.

Vox nace en parte como escisión del PP tras la traición en el País Vasco y crece mucho en 2017, con el golpe catalán. Dos reacciones a los dos procesos: el de legalización de ETA y el catalán. Se produce algo curioso en España. La defensa de la actitud combativa hacia la aceleración del separatismo (resumida en esos dos procesos) acaba quedando en manos de un partido que el sistema entero coloca en los márgenes: un pie dentro, un pie fuera.

Vox sería la reacción contra la deriva del Estado autonómico, que no es sólo la deriva burocrática sino la institucionalización de dos procesos mencionados, el de legalización de ETA y el procés catalán. La rebeldía contra esto ha de defenderlo en España al mismo partido que reacciona contra el globalismo, la Agenda 2030 o la ideología woke. Es decir, la reacción ante la normalización de ETA, ante un 78 con ETA, se convierte en un discurso en el ámbito de la estigmatizadísima derecha populista europea. Esta es la inmensa, incalculable traición del PP y su esfera mediática. Sólo Vox hace ya una oposición real a los procesos autonomistas (repitamos: la asimilación de ETA y el procés catalán) y mientras ETA-Bildu se homologa con la «democracia», se hace núcleo gobernante e ideológico de la «democracia», el discurso antiBildu se homologa oficialmente como la no-democracia, aquello que amenaza «Europa, la democracia, nuestros valores»… Inversión asombrosa. Atacar el proceso de asimilación de ETA es ahora un discurso extremo, ultra.

Quienes lloraban de rabia y angustia por no rendirse ante ETA cuando Miguel Ángel Blanco estaba de rodillas son ahora extremistas, personas en los márgenes de la democracia, no sólo española sino europea.

Esta es la COLOSAL, GIGANTESCA, INENARRABLE, MONSTRUOSA dimensión de la traición del sistema. Es monstruoso, algo tan monstruoso que se hace perfectamente capaz de asumir la monstruosidad de ETA.

Estamos ante algo atroz, pero no sólo atroz, bíblicamente atroz, inconmensurablemente atroz. ETA se hace «normal» porque lo normal la fagocita en su monstruosidad. Haciéndose todo monstruoso.

La «sociedad» española muere en 1997 y lo que queda vivo es rematado en 2004. Psicológicamente, ya no queda nada. En 2017 hay otro ligero movimiento, pronto apagado.

La legitimación de ETA es lo que mata la conciencia de España y ha sido un largo proceso que empezó cuando la bala entraba en el cuerpo de Miguel Ángel Blanco. Cuando ETA somete a España al máximo trauma, ahí comienza su rescate. En cierto modo, ¿no estaba ya España madura?

Colaboró a ello el sistema político en su conjunto. Y fue un proceso ascendente: la interlocución, negociación, legitimación, legalización, naturalización, homologación, y ahora hegemonización, pues las ideas de Bildu, la pulpa verdewoke que recubre su odio a España, son más o menos el marco del discurso dominante. Hace unas horas, alguien de Bildu, Matute, ha proclamado que son el partido de los «maketos orgullosos». No hay límite. A los maketos orgullosos (si hemos de aceptar la humillante expresión) los mataron, los echaron, los callaron.

En su inicio, el informe del CEU se propone «explicar cómo ha sido posible legitimar democráticamente» esa opción política. Pues, entre otras cosas, porque no ha sido democráticamente. Sólo ha tenido esa apariencia. Ha sido un proceso desde arriba, de las oligarquías, los medios y los partidos, contra España y contra la mayoría de sus votantes. Tampoco es sólo la «legitimación» de ETA. Ha sido la disolución de ETA en el 78, su asimilación en el consenso, su disolución en él, su mezcla, su absorción. Una incorporación.

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