El punto débil del PP es… la inmigración. Ahora Mazón ha pactado con VOX porque políticamente tiene el agua al cuello. Nunca mejor dicho. Pero es justo recordar que VOX rompió con Feijoo por aceptar a los menas en sus respectivas comunidades autónomas. En efecto, la política del Partido Popular al respecto ha sido titubeante. Incluso de palos de ciego. Siempre con el temor del qué dirán. De aceptar a menores tutelados a pedir que el Gobierno de Sánchez declarara la «emergencia nacional».
Lo he dicho siempre: a los menores no acompañados habría que haberlos devuelto a sus familias desde el principio. Que es lo que se hace en España con aquellos adolescentes que se escapan de casa. Excepto, claro, si han cometido algún delito. Ahora es un problemón.
En Génova siempre caen en la trampa que les tiende La Moncloa. El famoso marco mental. El temor a ser incluidos en el mismo saco que VOX. Pero lo dije en un artículo anterior: si la formación de Abascal es extrema derecha, Sumar y Podemos es extrema izquierda. Están al otro lado del arco ideológico.
El Partido Popular, por ejemplo, votó a favor de la ILP para regularizar a quinientos mil inmigrantes en abril del año pasado. Ellos que habían criticado tanto a Zapatero por hacer lo mismo. Craso error. Todos los partidos, excepto VOX, votaron en contra.
Luego, para compensar, se descolgaron con la propuesta de un bloqueo naval para limitar la inmigración a Canarias en julio. Yo, la verdad, no sé cómo se puede utilizar la Armada con estos menesteres porque tiene funciones militares, no policiales. Y evidentemente no puede ahogarse nadie en medio del mar. Pero también es verdad que la Armada está para vigilar las fronteras marítimas. Y ahora son un coladero. O sea que algo puede hacerse. Ni que sea disuasorio. Pese a que la misma propuesta la había hecho VOX hace cuatro años y el PP no la secundó.
Hay más ejemplos de que van con pies de plomo. En enero de 2023, el PP designó Daniel Sirera como alcaldable por Barcelona. Se libró de una buena porque, hasta entonces, era el jefe de gabinete del citado Carlos Mazón. Salía con ventaja. Sirera ya había sido concejal entre 1996 y 1999, diputado autonómico e incluso presidente del PP catalán durante un breve período (2007-2008) tras la marcha de Josep Piqué. Como le conozco desde hace años, quise ir a su primera rueda de prensa tras su designación. Me sorprendió porque venía del Raval. Y habló de la okupación. Pero ni una palabra de inmigración. A pesar de ser el distrito barcelonés con más población extranjera. Yo, en los aledaños, he visto nicabs.
Y en las elecciones autonómicas del 12 de mayo del 2024 pasaron igualmente de puntillas. Alberto Nuñez Feijoo se refirió a la cuestión un solo día. Cuando fue al barrio de San Ildefonso, en Cornellà, y vinculó la «inmigración ilegal» con la okupación. Lo cual, a estas alturas, parece evidente. Si no, que se lo pregunten al alcalde de Badalona, Xavier García Albiol, que es de su propio partido.
Aunque, como se pueden imaginar, la prensa más progresista se lanzó a la yugular. «Feijoo asume el discurso de VOX en Cataluña», titulaba El País al día siguiente.
Finalmente, un último ejemplo. Alejandro Fernández, la semana pasada, en la sesión de control del Parlamento de Cataluña, sacó la motosierra. Como Milei. Bueno, no está mal. Pero tras los disturbios de Salt sólo hablaron de la cuestión VOX y Aliança Catalana. El resto de partidos, incluido el gobierno catalán, creen que lo de esta localidad es un simple problema de orden público. Se equivocan. Es la punta del iceberg.
Por eso yo no sé si VOX acabará comiéndose al PP. En política, como en el fútbol, no puede venderse la piel del oso antes de cazarlo. De hecho, Albert Rivera pensó lo mismo y ya ven dónde está ahora. Y lo mismo Pablo Iglesias con el PSOE. Se tenían que comer el mundo.
He leído dos pronósticos al respecto. Los dos inclinados hacia VOX aunque, en este caso, no me extraña. Uno, el de Agustín Laje, el principal gurú de Javier Milei. En una entrevista publicada en este periódico el pasado 12 de marzo decía: «Lo preocupante es que el PP es un partido sin contenido ideológico. ¿Cuál es su postura frente a la inmigración ilegal?». «Apenas se diferencia del PSOE», insistía. Terminaba asegurando que «hoy está en decadencia y me parece que no tiene un buen futuro».
El segundo es el de Samuel Vázquez. Ahora portavoz de de VOX sobre Interior. Fue en un acto del partido apenas unos días después em Barcelona. Quería escucharlo in situ. A Samuel lo llaman con frecuencia «fascista». A él, que es hijo de mineros de Asturias. Su abuela tenía, en el comedor de casa, la foto de La Pasionaria y la del Che. «El mundo va como va», afirmó en alusión a este eventual giro a la derecha. Y aseguró que Trump, Milei y Meloni marcan tendencia. «No sé los años que va a tardar pero es evidente que va a llegar a España», afirmó. «La gente se está hartando», insistió. Es lo que tiene la democracia: el voto es secreto.
En política no sé, pero hay que decir que, en lo suyo, todos los pronósticos se han cumplido a rajatabla. Y que el primero de sus libros, escrito con Josema Vallejo, va ya por la undécima edición. El segundo se está vendiendo también como rosquillas.
Yo, en estos casos, siempre pienso en los conservadores franceses. El equivalente al PP en el país vecino. Los antaño gaullistas. Ahora rebautizados como Los Republicanos. Han quedado relegados a 45 escaños de 577 en la Asamblea Nacional. Mientras que Marine Le Pen consiguió 143 diputados en las últimas elecciones. Si no ganó es porque el voto magrebí (seis millones de musulmanes en Francia) voto masivamente al nuevo Frente Popular. Pero es que hace menos de diez años, en el 2017, tenía solo ocho escaños
A Feijoo, en su última visita al Parlamento catalán, le preguntaron en rueda de prensa por sus colegas galos. Y dijo que tendrían que «refundarse» tras el batacazo. No sé si todo se arregla cambiando el nombre y el logo del partido. O estamos ante un cambio de tendencia. Incluso de paradigma. Seguramente lo segundo. El mundo ha cambiado.