«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.
Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.

El secreto del artículo

24 de octubre de 2023

Cuando empecé a escribir —signifique eso lo que signifique— un amigo me dio un consejo que me pareció acertadísimo. Quizá por ello no le eché cuenta. Pablo Velasco me había encomendado una colaboración mensual en El Debate de Hoy y mi amigo, que conoce mi dolorosa actitud procrastinadora, me sugirió que tuviera siempre un texto o dos «de fondo», sobre temas no perecederos, escritos. Por aquello de no faltar a los compromisos y a la palabra dada en caso de surgir cualquier eventualidad que me impidiera llegar a tiempo a los plazos de entrega. O, simplemente, para cuando los acontecimientos nos dejen mudos como viudas recientes. Cuando el silencio sea elocuente.

Tres años después sigo sin haber contado nunca con ese comodín, acumulando por ello noches en vela y enviando a las dos de la madrugada artículos que debían estar listos a las ocho del día siguiente.

No obstante, sí he desarrollado una cualidad propia del columnista que se traduce en una alerta constante ante cualquier nimiedad de la vida cotidiana, las lecturas de otros o las anécdotas más peregrinas susceptibles de ser utilizadas en un texto. El caso es que la galería de imágenes de mi teléfono está rebosante de pantallazos que potencialmente se convertirán en artículos. La nutre especialmente el blog del maestro Ignacio Ruiz Quintano. En Salmonetes ya no nos quedan capturé la entrada del 4 de agosto del año pasado titulada: Jose María Pemán, el secreto del artículo.

El escritor gaditano nos dejó algunas perlas sobre el articulismo: «Para el lector medio parece que toda prosa se vuelve jeroglífico. Está tan persuadida la gente de que uno no dice lo que quiere decir, que a todo le buscan reticencias y alusiones». Por lo visto, tuvo que lidiar con mediocres, incapaces de la más elemental comprensión lectora. O con la mala fe y las falsas acusaciones.

De lo que sí disfrutó Pemán fue de la censura franquista. Tan envidiable, con el censor repasando con el lápiz y la goma de borrar cada línea. Ningún tijeretazo suponía el oprobio social ni tenía un intento de cancelación personal —perversión de nuestros días—. El recortado no era depositado en la absoluta marginalidad, en un limbo, en un punto sin retorno.

José María Pemán, articulista con balcones a la calle, que es la Gran Vía —dice Quintano— es abordado en el Café Gijón por Francisco Umbral. El madrileño creía que quizá sólo Ruano y Pemán, tan diferentes, tenían el secreto del artículo. «Mire usted, hay que creer sólo en dos o tres cosas fundamentales y burlarse de todo lo demás. Así se hacen los artículos».

Ha resonado este consejo en mí desde que lo leí por primera vez. No tanto en lo tocante a la escritura columnística, sino en la vida. Conocemos lemas que nos dan la trilogía hecha pero yo he tratado de descubrir, en lo personal, en qué tres cosas fundamentales creo. Les confieso que no he pasado de Dios. El resto, ha ido por épocas y por barrios.

Acaba de cumplirse un año desde que hice el pantallazo al blog de Quintano y últimamente me había dado por ir preguntando aquí y allá. Tenía la intención de reunir las respuestas más notables en un artículo. Mi incipiente encuesta no pintaba bien. Es cierto que la muestra aún era escasa pero muchos me han prometido pensarlo y hasta la fecha tan sólo Santiago de Mora-Figueroa, marqués de Tamarón y exdirector del Instituto Cervantes, fue capaz de nombrar un par de cosas. Me dijo que él creía en el trabajo bien hecho y en la lengua española.

Inasequible al desaliento, también pregunté al músico Andrés Calamaro, aunque ya recordarán ustedes mi tradición de monólogo con su Whatasapp.

Así pues, este debería haber sido un artículo «de fondo», para cuando los acontecimientos nos dejan mudos como huérfanos que no comprenden.

Cuando empecé a escribir no imaginaba las horas ingratas de documentación sobre el tema escogido, el tedio de la comprobación de cualquier dato, la exigencia de la precisión semántica o la reflexión apresurada que se demanda sobre el acontecimiento del momento. Sin embargo, sí pienso, como Pemán, que el secreto del artículo es creer en dos o tres cosas fundamentales y reírse del resto. Y tener libertad para hacerlo.

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