En el Parlamento catalán lo han vuelto a hacer. En este caso, la vicepresidenta primera, Raquel Sans, de Esquerra, en funciones de presidenta. En el pleno de esta semana interrumpió a VOX por hablar de inmigración. Volvió a decir que no se puede vincular «colectivos con determinados delitos». Sabía que estaba pillada en falso porque admitió «limitaciones» en la libertad de expresión de sus señorías. Aunque se apresuró a decir que, a pesar de eso, era «amplísima». ¿En qué quedamos?
No acabo de entender cómo se puede cercenar la libertad de opinión de un diputado. Dentro o fuera del Parlamento. Desde luego, si comete un delito —de injurias, por ejemplo—, para eso están los tribunales. Pero no es el caso. Además, durante el «proceso», no paraban de decir que en la cámara se «podía hablar de todo». En realidad era sólo de lo que les interesaba. De la inmigración, no. Mejor no romper la imagen idílica que algunos se han labrado de la Cataluña actual TV3 mediante.
En efecto, he perdido ya la cuenta de las veces que han interrumpido a los de parlamentarios de VOX. Y ahora a los de Aliança, por cierto. Entre Laura Borràs, su sucesora interina Alba Vergés, Anna Erra y ahora Josep Rull o la citada Raquel Sans. Y todo con la excusa de vulnerar el código de conducta de la cámara autonómica. Que conste que el cargo está mejor pagado, incluso, que el de presidente de la Generalidad: más de 143.000 euros anuales.
En la anterior legislatura, la mencionada Anna Erra se despistó en una ocasión y el portavoz de ERC le llamó raudo la atención. Entonces reconvino al orador de VOX, que había dejado ya la tribuna y vuelto a su escaño. Ya no recuerdo si era Ignacio Garriga o algún otro. Erra, dicho sea de paso, es maestra de escuela concertada. Para que vean también cómo está la educación en Cataluña.
Y, lo peor de todo, es que VOX exhibe siempre datos oficiales … ¡de la propia Generalidad! Son, en efecto, cifras facilitadas en respuestas parlamentarias. La primera vez fue cuando, en marzo del 2022, trascendió que el 50% de los reclusos en cárceles catalanas eran extranjeros. En Brians 1, de los más de mil internos, sólo 400 eran españoles. Yo, la verdad, ya lo sabía. Tampoco había que ser un lince. Pero, en este caso, me lo había revelado un consejero de Justicia. Entonces no se podía decir por qué era un tema tabú. Ya saben, la corrección política. La dictadura del lenguaje. Los temas de inmigración mejor no tocarlos.
O aquella otra ocasión en que se difundió, a partir de un informe de la Guardia Urbana, que el 88% de los hurtos cometidos en Barcelona eran perpetrados por extranjeros. La información la daba La Vanguardia. Pero ni siquiera titulaban así para no asustar al personal. El dato aparecía pequeñito, en un gráfico.
El propio Ignacio Garriga ha sufrido también en sus propias carnes estas «limitaciones». El Departamento de Igualdad y Feminismo —ya con el PSC al mando— quiere multarle con 900 euros por un tuit en el que criticaba el cartel de un candidato magrebí por Lleida. En él se incluía la bandera catalana y la marroquí. Supongo que para dejar claro las fidelidades.
Ha trascendido aún otro dato gracias también a una contestación por escrito a VOX: que entre el 2023 y el 2024 —sólo hasta noviembre—, el Gobierno ha enviado a Cataluña casi 5.000 menas. De los cuales, casi 2.000 son marroquíes y más de 500 argelinos. Otra cifra hasta ahora secreta. Nunca he entendido por qué hay que acoger a menores de otros países que tienen familia. Es como un secuestro legal. Lo que habría que haber hecho es devolverlos. Cómo ocurre aquí cuando se escapa un menor de su casa: que se devuelve a sus padres. A no ser que haya cometido un delito que, en este caso, pasa al juzgado de menores. Pero era una manera de marcar distancias también con el conjunto de España.
Cataluña era la tierra del «volem acollir», del «refugees welcome», del «papeles para todos». Aunque, a los 18 años, dejan de estar tutelados, vuelven a la calle y muchos caen en inevitablemente en la delincuencia porque de algo tienen que comer. Es decir, engrosan las mismas estadísticas de las que hablamos antes. Y estos querían ser una República independiente. Bienvenidos al paraíso catalán.