Catorce años de socialismo agotan a cualquiera. La revoluciĂłn ciudadana de Correa terminĂł como siempre: muy bien para Correa y la revoluciĂłn, y muy mal para los ciudadanos. De poco sirviĂł la reconversiĂłn de LenĂn Moreno, renunciando al legado de corrupciĂłn bolivariana de Correa, al ver que el paĂs se escapaba poco a poco por el sumidero de la historia. El socialismo ha saqueado hasta el Ășltimo cĂ©ntimo de Ecuador. Y a su vez, ha contribuido a la expansiĂłn del populismo, indigenista o no, por todo el continente. Han sido la gran comparsa de la miseria que encabeza Maduro, que ya debe ser triste ir detrĂĄs de un tipo que tiene el coeficiente intelectual de un taco de madera. Hoy el presidente Guillermo Lasso es la esperanza, sĂ, pero es la esperanza de una naciĂłn totalmente devastada.
El socialismo deja a 60 de cada 100 ecuatorianos ganando menos del salario bĂĄsico y mĂĄs de 17 millones de personas en situaciĂłn de pobreza
Sorprende el auge y la caĂda de Correa, compañero del metal de Evo Morales, otro contumaz aprendiz del Manual del perfecto idiota latinoamericano, de Montaner y otros cĂ©lebres. âSi se tratara de un problema rigurosamente tĂ©cnicoâ, decĂa aquel libro, âsin interferencias ideolĂłgicas, hasta el perfecto idiota terminarĂa aceptando como evidencia que el modelo liberal rinde mejores resultados. Pero la ideologĂa, como las religiones, se alimenta de dogmas de feâ. Añado: de dogmas de fe, y de las narcodictaduras, que tienen la habilidad de sumar adeptos con la lĂłgica aplastante del soborno.
En Ecuador, el socialismo se esfuma dejando la producciĂłn de petrĂłleo mĂĄs baja desde 2012, cuando aĂșn Correa aseguraba que solucionarĂa todos los problemas del mundo y parte de los del universo. Deja a 60 de cada 100 ecuatorianos ganando menos del salario bĂĄsico, casi medio millĂłn de desempleados, y mĂĄs de 17 millones de personas en situaciĂłn de pobreza. Toda una gesta. Pero el cĂłctel del correĂsmo estarĂa incompleto si no hubieran saqueado tambiĂ©n las arcas pĂșblicas: la deuda supera el 69% del PIB.
Todo lo que ha pedido la izquierda tras conocer los resultados es que no haya persecuciĂłn a sus lĂderes corruptos
El nuevo presidente tiene mucho trabajo. Empezando por saltar las zancadillas que sin duda le pondrĂĄn la enorme cantidad de correĂstas e indigenistas que aĂșn danzan por la Asamblea Nacional, y que no dudarĂĄn en poner trabas a todas las reformas, cuando despuĂ©s de lo que han hecho con el paĂs, lo mĂnimo que podrĂan hacer es callarse durante los prĂłximos cien años. Pero la izquierda contemporĂĄnea es sorda a la voz del pueblo. No comprenden las manifestaciones de anteanoche, con ecuatorianos tomando las calles, saltando y cantando de alegrĂa, por despedirse por fin de la condena socialista.
En las elecciones, los ecuatorianos han dicho que no quieren mĂĄs correĂsmo. No quieren mĂĄs corrupciĂłn. No mĂĄs arruinar paĂses para salvar dinastĂas comunistas. Todo lo que ha pedido la izquierda tras conocer los resultados es que no haya persecuciĂłn a sus lĂderes corruptos. Ha estado bien ahĂ Lasso, aclarando que no habrĂĄ ninguna persecuciĂłn del gobierno, sino simplemente acciĂłn de la justicia. Ha estado bien, siempre que sea capaz de limpiar antes el cenagal en el que chapotean la mayorĂa de los jueces en gran parte del continente.
El socialismo y el comunismo son la misma enfermedad polĂtica en Quito, que en Caracas, que en Madrid
En breve, Lasso comenzarĂĄ a recibir todos los golpes de la izquierda rabiosa. Son los amigos y socios de Pablo Iglesias, con los que tanto se ha fotografiado: Correa y Morales. JugarĂĄn sucio. Pero su mano firme es la Ășnica garantĂa de salvaciĂłn para un paĂs que puede estar ante su Ășltima oportunidad de subirse al tren de la libertad y salir de la miseria socialista.
EstĂĄ todo en su mano. Y no solo Ecuador. Su ejemplo podrĂa pronto extenderse a otras latitudes, porque a fin de cuentas el socialismo y el comunismo son la misma enfermedad polĂtica en Quito, que en Caracas, que en Madrid. Lasso necesitarĂĄ temple y valentĂa. Y no obsesionarse con el consenso, que con frecuencia termina siendo la excusa de la izquierda para hacer que la derecha se vuelva idiota y se arroje por la ventana.
Ni un paso atrĂĄs, presidente.