«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Quince años en el diario líder de información económica EXPANSIÓN, entonces del Grupo Recoletos, los tres últimos años como responsable de Servicios Interactivos en la página web del medio. Luego en Intereconomía, donde fundó el semanario católico ALBA, escribió opinión en ÉPOCA, donde cubrió también la sección de Internacional, de la que fue responsable cuando nació (como diario generalista) LA GACETA. Desde hace unos años se desempeña como freelance, colaborando para distintos medios.
Quince años en el diario líder de información económica EXPANSIÓN, entonces del Grupo Recoletos, los tres últimos años como responsable de Servicios Interactivos en la página web del medio. Luego en Intereconomía, donde fundó el semanario católico ALBA, escribió opinión en ÉPOCA, donde cubrió también la sección de Internacional, de la que fue responsable cuando nació (como diario generalista) LA GACETA. Desde hace unos años se desempeña como freelance, colaborando para distintos medios.

Elogio de la derecha macarra

6 de febrero de 2025

Decía ayer que la derecha real, no esa que se creó para que nunca llegue al gobierno la opinión conservadora, tiene que hacerse tipológicamente de izquierdas. Es decir, necesita dejar de conservar la revolución y hacerse a la idea de que ahora es ella la contracultura. Hacerse un poco macarra, por así decir. No está ya negociando civilizadamente con un rival que quiera estafarle, sino enfrentándose a un ladrón que se ha llevado hasta la camisa.

Afortunadamente, tiene ante los ojos, pisando fuerte, el ejemplo de lo que es una derecha ‘roja’, una derecha macarra, Donald Trump, el macho alfa de una banda de gorilas, como lo definió recientemente Esteban González Pons, ese preclaro ejemplo de derrotismo triunfante.

Trump ha mandado parar. Trump ha lanzado una ‘blitzkrieg’ contra el progresismo imperante al mareante ritmo de un niño con TDAH. Sólo su primer día en el Despacho Oval causó una epidemia de hemiplejias en la izquierda de la que aún no se ha recuperado, un día, un sólo día para ver convertida en polvo y ceniza la labor destructiva de décadas de progresismo.

Trump es bombardeo por saturación. Cualquiera de sus primeras medidas hubiera dejado aullando a los señor de este mundo y sus medios lacayunos, convocando marchas multitudinarias y propiciando planes de defensa; verlas todas juntas les ha dejado sin capacidad de reacción, como un portero contra el que disparasen cien balones a la vez.

El presidente de Estados Unidos se ha tomado en serio el voto norteamericano, y entiende que el poder está para usarlo hasta que duela, no para exhibirlo como un trofeo. Exactamente el secreto que descubrió la izquierda tiempo atrás. Y no piensa parar, no se ha cansado de ganar, de ganar tanto que, bromea, sus seguidores le pedirán que deje de ganar, que están cansados de ganar.

En esto Trump no es el populista que se presume, sino su exacto opuesto. Siguiendo la vulgata semántica, populismo es ganarse la adhesión de las masas con promesas simplistas imposibles de cumplir. Pero lo aterrador de Trump es que las cumple.

Y lo ‘peor’ es que se lo está pasando en grande, quiere mantener este ritmo frenético durante los cuatro años de mandato, y aún le parece que le falta el tiempo. Lo cuenta su asombrado vicepresidente J.D. Vance en Breitbart. «No sé si está tratando de tomar a la oposición desprevenida, pero una de las cosas que noto cada vez que nos sentamos en la Oficina Oval con el presidente es que suele preguntar: «¿Cuántas semanas nos quedan?». Está contando las semanas y pensando que no tenemos mucho tiempo. En realidad, cuatro años es mucho tiempo en la vida política, pero no es mucho tiempo en la vida real. Se ha hecho mucho daño, pero también hay muchas oportunidades. Creo que el presidente quiere hacer todo lo que pueda con cada día».

Trump va a cometer innumerables errores, incluyendo algunos de bulto. Tales son los males que constituyen la herencia de la carne. Pero eso no es lo importante. Eso es la espuma. El verdadero logro de Trump va a ser el del niño que gritó que el rey está desnudo, sólo que cambiando «niño» por «presidente de la primera superpotencia mundial, emperador de Occidente». Una vez dicho desde la magistratura civil más alta de la tierra, es realmente imposible seguir elogiando el traje inexistente.

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