«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Biografía

Lo que empiezan a mostrar los sondeos

15 de octubre de 2013

Las previsiones de los constituyentes respecto del funcionamiento de nuestro sistema político estaban claras: el pluralismo tenía que encontrar su correspondiente expresión parlamentaria, para lo cual era necesario que la ley electoral favoreciera el pluripartidismo y no el bipartidismo. Esto requería un sistema proporcional y no mayoritario, lo que significa que las circunscripciones tenían que ser lo bastante grandes para permitir la distribución de escaños entre candidatos de varios partidos en cada circunscripción. Ahora bien, como los Gobiernos emergen de las mayorías parlamentarias, el sistema electoral tenía, al mismo tiempo, que favorecer la gobernabilidad; y con objeto de que las elecciones no produjesen un Congreso plagado de microcosmos ideológicos que lo convirtieran en una olla de grillos, era muy conveniente que, aun conservando una presencia plural en la Cámara, se privilegiase a los dos partidos más votados. De esta manera el país sería gobernable, sería hacedera la alternancia, y además se estimularía la negociación entre partidos cuando ninguno dispusiera de mayoría absoluta.

Teniendo en cuenta que no existe sistema electoral perfecto, y que España salía de varias décadas de ignorancia de los métodos democráticos de representación, la fórmula parecía, y era, bastante sensata. Sólo hacía falta que los partidos cumplieran lo previsto en la Constitución sobre su funcionamiento interno democrático, y que en la gestión de la cosa pública no defraudasen al electorado.

Pues bien, nuestros políticos no han sabido, no han podido o, lo que es más probable, no han querido cumplir con estas obligaciones. Se han entrometido en todos los aspectos de la vida de la gente; las cantidades ingentes de dinero que salen de los Presupuestos del Estado para financiar a los partidos siempre fueron escasas para sus necesidades, reales, inventadas o inconfesables. Y cuando han salido a la luz las malas prácticas, las irregularidades e incluso los delitos, el pueblo se ha sentido estafado y robado por los que decían ser sus representantes cuando eran, en realidad, sus sanguijuelas. En consecuencia, los sondeos de intención de voto revelan ahora una desafección creciente hacia los dos grandes partidos sobre los que se suponía que debía pivotar nuestra vida política, y ganan adeptos las formaciones más pequeñas, más extremistas, más radicales o incluso extravagantes. Si esta tendencia persiste, cerca estará el día en que el sistema mismo entre en crisis. Y no servirá de nada un pacto contra la corrupción si, como todo apunta, acaba siendo un pacto entre partidos para que no trasciendan sus vergüenzas, porque al final todo se sabe.

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