«Los anhelos de libertad se han abierto paso en Siria», dijo Ernest Urtasun, el ministro de Cultura de Sumar. El agente libertador ha sido Al -Julani y sus rebeldes, a los que la prensa anglosajona describió como «yihadistas moderados». Las banderas negras de la yihad se izarán en Damasco. Pero poco.
Es sorprendente que la izquierda occidental coincida con la derecha occidental en el carácter libertador de los yihadistas. Hay esperanzas: algo los pone de acuerdo.
Por el terrorismo del 11-S se inició a principios de siglo una guerra contra el terrorismo que acaba, décadas después, con terroristas en el poder, pues así consideraba Estados Unidos a los de HTS. Se llega también a un punto de globalismo inequívoco cuando un grupo yihadista tiene nombre de entidad financiera.
Y al ver las primeras imágenes del HTS uno se preguntaba lo que Josep Pla al llegar a Nueva York: pero esto ¿quién lo paga? Estos yihadistas tan aseaditos, ¿de dónde sacan el parné? Si el Estado sirio no lo pone, ¿quién lo pone? El dinero mueve el mundo, pero sobre todo las guerras y aunque no sabemos nada de Siria, para algunas cosas solo basta con mirar.
Rusia e Irán salieron de naja antes de pegar un tiro, señal de extrema debilidad, de negociación previa o de las dos cosas, y la operación está patrocinada por Estados Unidos, cosa evidente pero ya palmaria cuando Biden, de manera inmediata, habló de tutelar el proceso. La idea propagandística es que los yihadistas descabecen (es lo que mejor hacen), pero que tampoco manden hasta que lo haga «el pueblo sirio». Esto nos suena…
Hay un momento en los asuntos políticos en que dejamos de ser españoles para ser europeos, y otro en el que ya no somos europeos sino occidentales, pero si somos occidentales, ¿no tendríamos que escuchar al menos un poco lo que dicen los cristianos allí? Parecen asustados. ¿Alguien en la comunidad occidental ha exigido algo para ellos? ¡Qué Occidente tan de quita y pon!
Siria mantiene a duras penas un crisol de religiones, como un cruce de caminos milenarios. Los que llevan al Líbano, a Gaza o los caminos de la Ruta de la Seda (Assad se había unido) quedan cortocircuitados y se demuestra la extraordinaria capacidad de Israel para responder al 7-O en poco más de un año. Israel ya ocupaba ayer territorio sirio, el Oriente Medio se reconfigura y el llamado Eje del Mal ha de retirarse con el rabo escatológico entre las piernas. Rusia se repliega e Irán puede ser el siguiente. La sensación es que bastante tienen con seguir siendo.
Es curioso también el momento elegido por los yihadistas moderados (uno con turbante y cimitarra diciendo «a mí no me gustan los extremismos») para su relámpago sobre Alepo y Damasco: el plazo de transición entre Biden y Trump. Está dando para mucho. En estos días, la OTAN da también un golpe en Rumania con el absoluto beneplácito de la UE. Biden (los poderes que accionan los nervios del entramado biofísico llamado Biden) se apresura para dejar el trabajo hecho. Son cosas que igual no haría Trump, que, sin embargo, puede hacer otras: Irán, el desarrollo de los acuerdos de Abraham…
Las dos cabezas del Imperio, demócratas y republicanos, se llevan la contraria, luchan a muerte, entretienen al mundo con sus disputas, pero al final hay en ellos una continuidad. Lo que hacen unos, los otros lo mantienen y luego culpan al Deep State. La culpa la tiene algo oscuro, algo sin nombre ni responsabilidad. Pero así avanza el Imperio. Quizás es un avance decadente (como un lento desparrame híbrido) pero es un hecho que avanza. La Libertad ha llegado a un punto de hegemonía, globalidad y plasticidad que la pueden traer unos yihadistas moderados.