Primera parte… Domingo, diez de la mañana. Desayuno con la noticia de que el Gobierno avisa de que el resultado de las elecciones andaluzas no alterará su política ni provocará el adelanto de las generales.
Sonrío al leerlo y me pregunto, o vuelvo a preguntarme, con un gesto de hastío, por qué al jefe y a los ministros de ese Gobierno no les crece la nariz para colgar en su tabique, como si fuese una percha, los embustes que a todas horas propalan. En el caso de Yolanda, por motivos evidentes, no sería necesario.
No menos evidente es que si el tal Espadas, melifluo don nadie, se pega el batacazo que las encuestas le auguran, el gobierno frentepopulista de su jefe iniciará el declive que conduce, como diría Groucho Marx, desde la nada hasta la más absoluta miseria. El futuro del país, y no sólo el del sur de Despeñaperros, es lo que se juega en el tapete andaluz. Rien ne va plus, señores.
Pero la jornada electoral de este domingo tiene otros gajos. Dos, por lo menos, y los dos son jugosos.
Si en su conciencia quedase un poso de vergüenza y de decoro democrático, hoy mismo presentaría la dimisión y convocaría elecciones generales
Segunda vuelta de las legislativas en Francia. Es la cuarta vez en diez semanas que los sufridos citoyens de ese país están llamados a las urnas. Lo que de ellas va a salir, salga lo que salga, será un desastre, pues tan desastroso es que gane ese siervo de los Rothschild, de las multinacionales, de la globalización y del metaverso que se llama Macron, pero que por su exigua talla física, moral e intelectual debería llamarse Micrón, como que sea el anacrónico Malenchon, líder de la izquierda decimonónica y totalitaria, quien se alce con el santo, con la peana y, sobre todo, con la limosna. Los franceses están al borde del abismo y a punto de dar un paso hacia delante. Yo que ellos, obligado a elegir entre la peste y el cólera, como dicen los italianos, me saldría por la tangente de la sagesse y el bon sens. O sea: votaría, con un par y a riesgo de que me llamasen facha, ¡cuánto honor!, a las siglas de la agrupación de Le Pen.
También se vota hoy en Colombia, que es el país de la Iberosfera donde mejor español se habla y uno de los pocos, junto a Brasil y Ecuador, y a pesar de la guerrilla y del narcotráfico, en el que los vecinos con derecho a voto aún no han mordido el cebo del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla, del chavismo, del castrismo, del bolivarismo, del peronismo, del podemismo y de las doctrinas sovietizantes. Pero ay de ellos, porque las encuestas, muy apretadas, dicen que va a apoderarse del mando del país un ex guerrillero (y otras lindezas) que se llama Petro y es la piedra sobre la que la dictadura bolchevique y ultraizquierdista levantará su iglesia.
Hasta aquí la primera parte de mi columna. Vuelvo a mis libros, a mis gatos y a mis cosas. Esta noche, a las ocho, me plantaré frente al televisor y a eso de las doce, se supone, ya sabré en qué casillas de la triple ruleta electoral ha caído la bola de la buena o de la mala suerte. Y será entonces cuando dejaré de debatirme, como lo hago ahora, entre la realidad y el deseo. Ese fue el título que un gran poeta andaluz y sevillano ‒Luis Cernuda‒ puso al mejor de sus libros.
Se desvanece la pesadilla del socialismo. Siéntense los españoles en sus portales y aguarden a que desfile ante ellos el cadáver político de su verdugo
Segunda parte de esta columna bífida… Se acerca la medianoche. Apago el televisor. Las tres elecciones ya han dictado sentencia. No hay mucho que comentar, porque los hechos solos se alaban. Gana Petro en Colombia y con él se incorpora ese país a la locura suicida y liberticida que cunde en Iberoamérica. Macron, más Micrón que nunca, sale del trance con las manos atadas y su futuro hipotecado, pero del lobo un pelo: Malenchon no podrá ser jefe del gobierno y la señora Le Pen recibe un respaldo que la llevará muy lejos. En cuanto al terremoto andaluz…
Cierto es que Vox ha quedado lejos de sus expectativas y de las mías, entre las de otros muchos, pero Abascal tiene razón al decir que eso, a corto plazo, importa poco, porque es España la que ha ganado. Los andaluces han segado la hierba bajo los pies de Sánchez. Éste, por mucho pecho que ahora saque y por mucho que la voz engole, tiene los días contados. Si en su conciencia quedase un poso de vergüenza y de decoro democrático, hoy mismo presentaría la dimisión y convocaría elecciones generales. No lo hará, pero lo que le espera será un calvario en el que día a día irá perdiendo los pocos votos que aún le quedan. Sus ovejas huirán a la desbandada. Se desvanece la pesadilla del socialismo. Siéntense los españoles en sus portales y aguarden a que desfile ante ellos el cadáver político de su verdugo.
¿Algo más? Sí. Felicito a Moreno Bonilla, que ha demostrado que la afabilidad y los buenos modales son arietes capaces de derribar prejuicios y que se obtienen más votos con humildad que con soberbia. Su discurso final fue impecable.