Todas las pruebas evidencian el delito y todos los indicios señalan al culpable: los Estados Unidos de América han espiado a Gobiernos europeos, al Papa de Roma y a todo el que han podido. No sé dónde vamos a llegar. Cualquier día veremos deportistas negros en la NBA. Como diría Claude Rains (el capitán Renault de la película Casablanca), antes de ordenar el cierre del Rick’s Café: “¡Esto es un escándalo! ¡En este lugar se juega!”.
A España también la han espiado, menos mal. Imaginen el desplante, el ninguneo, la baja estima que nos habría quedado si los omnímodos EE UU se hubieran dedicado a espiar a Italia, Portugal y Luxemburgo y se hubiesen olvidado de nosotros. Qué cara de derrota les habría quedado a nuestros ministros de Interior y Asuntos Exteriores, inhabilitados moralmente para salir a escena y perorar con dignidad exquisita (la ocasión la pintan calva), sobre lo reprobable de esta actitud norteamericana y lo que su última fechoría conocida puede comprometer las buenas relaciones entre ambos Gobiernos, etc… Como dicen en León: “Estas cosas, prestan”.
Lo mejor del sainete: la salida de tono (no por esperada menos estimulante), del casi siempre iracundo Cayo Lara, líder indiscutido de Izquierda Plural, presidente del grupo parlamentario de IU-IC-ChA y de lo que haya que presidir. Según su eminencia, la respuesta del Gobierno de España al espionaje norteamericano ha sido tan “templadita” que recuerda a la de cualquier país de cuatro duros, en situación de dependencia “colonial” respecto a los EE UU. Para Cayo Lara, la agresión a la soberanía nacional, la dignidad del pueblo español y la seguridad de nuestros ciudadanos es tan brutal que… Bueno, ni se sabe en qué términos y con qué tremendas medidas habría respondido el Sr. Lara a la intolerable ofensa, si de su mano hubiese estado.
Se pone vistosa como de fiesta mayor esa izquierda cuando invocan la soberanía nacional (la cual les importa un rábano), la dignidad del pueblo español (dos rábanos y medio) y la seguridad de la población (en lugar de dos, pon tres). De hecho, sólo hablan de soberanía, dignidad y seguridad cuando hay que arremeter contra “el enemigo exterior”. De puertas adentro nunca los veremos utilizar esas expresiones porque, claro está, son fachas. Me recuerdan a otra gente más de mis entornos, de los que muchos conozco que sólo hablan español cuando salen de España. Aquí: castellano.
Y esa denuncia de la tibieza del Gobierno, desenmascarada por el austero de formas y frondoso de verbo Lara… Impagable. “Templaditos” los ha llamado. Por supuesto. La dignidad de la nación y la legítima e intransigente defensa de nuestra seguridad habrían exigido una respuesta mucho más contundente y muchísimo más belicosa. ¿Qué digo yo, por ejemplo? Pues que Mariano Rajoy hubiera convocado a las masas en general y las juventudes del PP en particular, en la plaza del Dos de Mayo o alguna parecida, y les hubiese largado un discurso de siete horas y media sobre la independencia nacional, los derechos de los pueblos oprimidos, la insidia imperialista y cosas así. También habría venido de molde algún acto de afirmación patriótica al estilo Hugo Chávez. Ataviado nuestro presidente con el chándal de la Selección española de fútbol, podía haberse largado un discurso dominical en TVE, de 9.30 a 14.30, para, a modo de colofón, establecer su programa antiimperialista a corto plazo: “En adelante, gringo que asome, gringo que tumbamos”.
Por último y en serio: da la impresión de que esa izquierda (plural, desde luego), está sentimental e intelectualmente incapacitada para trascender al paradigma, desde hace mucho esperpéntico, del caudillismo populista caribeño. De otros referentes más emotivos, como la Guerra Civil del 36-39, el franquismo y el etcétera del franquismo, incluidas las sombras y molinos del franquismo contra los que llevan lustros luchando a ojos vendados, mejor no hablar. Ni mencionarlo porque se envaran y se ponen bravos como el ciego del Lazarillo antes de saltar el regato inexistente y embestir contra la columna de sus obsesiones.
Con una izquierda plural como ésta y unos dirigentes de “agarradme que lo mato” como Lara, ¿quién necesita una izquierda monolítica y unos Castro brothers en España? Una buena copia, aunque sea más antigua que la rueda, en estos casos siempre es preferible al original.
*José Vicente Pascual es historiador y profesor de Historia.